INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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17/8/09

¡Adiós, Lorenzo!

Flor en el Cerro del Castillo, Cieza
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¿Han escuchado ustedes el Réquiem de Mozart? ¡Grandioso! Normalmente, para escribir pongo música clásica de fondo, y, últimamente, me ha dado por escuchar a Rossini. Pero hoy es distinto; hoy me apetece Mozart. Además, habitualmente les suelo escribir a ustedes el artículo los martes; sin embargo hoy es sábado y ayer, día 7 de agosto del año 2009, tuve que asistir al entierro de un amigo que se ha marchado prematuramente. Cuando debía continuar muchos años más obsequiándonos con su amistad, alegrándonos con su presencia y prestándonos su inestimable servicio como buen médico que era, se ha marchado. Apenas entrado en los cincuenta, en su mejor momento de madurez como persona y como profesional, se ha ido para siempre de entre nosotros. ¡Un error! Dios comete errores, o permite, en su presunta omnipotencia, que la naturaleza traidora nos arrebate a destiempo a nuestros seres más estimados.

Así que hoy he puesto el Réquiem, esa música por la que se demuestra que algunas personas deben tener semejanza interior con los ángeles. Y he querido, como humilde despedida, dedicar las siguientes palabras a mi amigo Lorenzo, quien vivirá de hoy en adelante en mis recuerdos más indelebles: aquéllos que proceden del tiempo de nuestra adolescencia.

“Ya sabes que ayer fue un día triste para todos, Lorenzo. Ayer tuvimos contigo la última cita en la iglesia de San Juan Bosco, donde tantas veces, cuando éramos alumnos del Instituto, quedábamos para pasar el rato. Desde luego que, si hace cuarenta años un ser omnisciente nos lo hubiera dicho, no lo habríamos podido creer, pues nuestra naturaleza humana y nuestro instinto de supervivencia rechazan el que nos pueda ser arrebatada la vida de forma tan cruel.”

“Ayer, Lorenzo, estábamos allí presentes muchos de los de entonces, fieles a la amistad más verdadera y pura: aquélla que arranca de los tiempos en que el mundo entero cabía en nosotros mismos. Es verdad que había también otras muchas personas: multitud de gente que sentía el desgarro de tu pérdida, seres a quienes a lo largo de tu vida habías concedido el regalo de tu amistad, otorgado tu compañerismo o prestado tu labor profesional. El templo de San Juan Bosco, el de nuestros recuerdos, con Don Antonio Salas elevando el pan y el vino en la consagración, estaba a rebosar, pues ya sabes que eras persona querida en tu pueblo.”

“En tu funeral (¡Dios, cómo me duele escribir esa palabra!) se ofició una misa concelebrada y, en la homilía, muy emotiva, los sacerdotes elogiaron tu calidad humana y ponderaron tu honradez y tu espíritu de servicio con que llegaste a ostentar importantes cargos públicos. Luego, Don Antonio Salas, abatido interiormente por la pena (ten presente, Lorenzo, que tú habías sido uno de sus discípulos amados), nos dirigió a todos unas palabras arrancadas directamente del corazón. Habló de la valía de tu persona, de tu bien hacer para con la sociedad y para con los amigos, y de tu presencia en la Parroquia de San Juan Bosco desde que apenas eras un niño. Y cuando finalmente dijo que el dolor de tu familia era el suyo propio, muchos de nosotros hicimos nuestras sus palabras.”

“Pues ya sabes, Lorenzo, que antes de que la vida nos llevara por distintos caminos (a ti hasta logros encomiables, tanto en el desempeño de tu profesión, como en el compromiso de responsabilidades políticas), fuimos excelentes amigos y compañeros de clase en los primeros cursos del instituto. Y eso es lo que guardo de ti como un tesoro:”

“Guardo el recuerdo de tantas visitas a tu casa, donde encontraba el cariño de los tuyos y me sentía tan a gusto como en la mía; el de juntarnos para estudiar o hacer algún trabajo que nos mandaban los profesores; y, desde luego, el recuerdo de nuestra afición por los fósiles y los minerales, por la que alguna vez, junto con Antonio Piñera, fuimos a recorrer montes y parajes y a comer juntos en mi casa del Madroñal. (Años después, fíjate si yo no olvido las cosas, Lorenzo, siendo tú ya Consejero de Sanidad, hablamos un día que nos cruzamos aquí en el pueblo y, rememorando aquellos tiempos, me propusiste ir un domingo a no sé que monte, por ahí por Cartagena, pues tenías entendido que había muchos fósiles. ¡Cuánto lamento ahora el no haberte dicho que sí y habernos marchado juntos a revivir momentos felices de aquella etapa querida de nuestras vidas!)”.

“Y finalmente, Lorenzo, de los tantos recuerdos que nos unieron, conservo aquel de cuando tuviste una lesión ocular haciendo deporte y tuviste que estar nada menos que tres semanas guardando reposo con ambos ojos vendados. Entonces, como estaban cerca los exámenes finales, yo me iba todas las tardes y me sentaba en una sillica junto a tu cama y te ayudaba a aprender las lecciones, te las leía una y otra vez, dándote las explicaciones del profesor, hasta que asimilabas todos los contenidos. Y cuando llegó el día en que te retiraron la venda y pudiste ver de nuevo, fuiste inmediatamente a casa de mi abuela, donde yo residía durante el curso, a darme la buena nueva y las gracias (no recuerdo otra alegría más grande de aquella época). Mas en seguida comenzaron los exámenes y tú, que eras un excelente estudiante, sacaste varias matrículas de honor (las mismas que yo y en las mismas asignaturas).”

“Por lo que fuimos, por lo que vivimos y en nombre de aquella amistad fiel y desinteresada, cuyas raíces se hunden en el alma del recuerdo querido, ¡adiós!, Lorenzo Guirao Sánchez.”
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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"