¡Que viene la TDT! III

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Les decía a ustedes en el artículo anterior que por aquel tiempo, si había algún retraso en la programación de la tele o algún evento deportivo de madrugada, había que subir a la Atalaya y cambiar la hora de apagado del repetidor. Cuando eso ocurría, a Ortuño, quién le tenía amor a su profesión como nadie, le gustaba controlar de paso el funcionamiento de éste. Así que tiraba con cuidado de un módulo, que era como un cajoncito metálico, y dejaba al aire las tripas del aparato; entonces introducía sus dedos y manipulaba con mucho cuidado la potencia de salida, que no iba más allá de unos cuantos vatios, mientras comprobaba por encima de las gafas la oscilación milimétrica de las agujas.

Más tarde, cuando el grado de responsabilidad del Ayuntamiento en el asunto de los repetidores se hizo mayor, Ortuño dijo: “ahí tenéis las llaves”; de tal forma que durante un tiempo se encargaron la Policía o algún trabajador municipal de cambiar la hora del reloj; y cuando había que hacer algún ajuste o reparación, nos acompañaba algún agente. Por lo que no les puedo decir quién subiría la terrible noche del 23 de febrero de 1981 para evitar que se parase el viejo repetidor, mientras se nos había parado el tiempo a todos con el toque de queda de la Tercera Región Militar de Valencia.

Y por el 83 sería cuando llegó Ricote. Retevisión, una empresa paralela al ente de Televisión Española, instaló dos modernos repetidores (ambos ya en UHF; canales 25 y 28 para la Primera y Segunda cadenas, respectivamente) en el Pico de los Almeces, y un servidor de ustedes estuvo a cargo durante un tiempo de su revisión y mantenimiento; de forma que cada vez que había alguna anomalía, tenía que salir pitando sierra arriba y pasar el parte a los Servicios Técnicos de Radio Nacional de España en las Torres de Cotillas.

Pero el casco antiguo de Cieza no podía recibir de Ricote y continuaba a trancas y barrancas con los viejos repetidores locales, que nosotros seguíamos cuidando con mimo. Hasta que por fin, con las intercesiones de Ortuño al director técnico de Radio Televisión Española en Murcia para lograr la cobertura total de Cieza, y siendo ya alcalde Ramón Ortiz, instalaron los correspondientes equipos en el Collao de la Ermita (canales 37 y 31 para la Primera y la Segunda cadenas, respectivamente). Los pusieron en el lugar elegido por los ingenieros de Retevisión. No hay mejor sitio que la Atalaya para emitir televisión sobre Cieza; que no se mareen quienes quieren llevarse los repetidores a otro lugar.

De manera que a partir de entonces ya teníamos cobertura total en UHF. A continuación vendrían las privadas: Antena 3, Telecinco, con las “Mamachichos”; el Plus… Ustedes ya lo saben. Primero las ponían en Ricote y después en Cieza.
Sin embargo, el fin de los viejos repetidores, los cuales seguían funcionando para permitir la adaptación de las antenas sin prisa, se produjo por causa natural (de la naturaleza, quiero decir): Una noche, hubo en Cieza una tormenta de un solo trueno, pero tan horrísono que pareció que se hundía el firmamento, lo cual hizo que aquellos repetidores de palicos y cañicas de nuestras fatigas de tantos años pasaran a mejor vida.

Y ahora hemos llegado al futuro, a la Televisión Digital Terrestre (la TDT). Un montón de canales con una imagen perfecta y sin coste alguno, de momento. Como es natural, primero la pusieron en Ricote, que es de cobertura comarcal y da servicio a muchos pueblos. El segundo paso sería instalarla en el repetidor de Cieza. Pero alguien había dicho hace años: “vamos a limpiar de antenas y de repetidores el Monte de la Atalaya.” Muy bien, aunque en algún sitio tienen que estar; ¡las antenas repetidoras de la televisión no se pueden esconder!

“Vamos a poner todos los repetidores en la Sierra de Ascoy”, dijeron. Vale; desvestimos un santo y vestimos otro. ¿O es que la Sierra de Ascoy no tiene interés paisajístico y medioambiental? ¿Es que el delicado, rico y especial ecosistema de la Sierra de Ascoy no es digno de la mejor protección? Ustedes miren hacia el Collao de la Ermita y luego miren hacia la Sierra de Ascoy. ¿No hacen más daño a la vista las torretas y los feos trenzados aéreos en la desnudez de esta última, que las discretas antenas “camufladas” entre los pinos de la Atalaya? ¿O es que no sabemos apreciar la belleza de la aparente aridez de la Sierra de Ascoy, única en nuestro entorno, para no llenarla ahora de antenas? Y si de preocupación medioambiental de la Atalaya se trata, ¡que lo veo muy bien!, díganme ustedes con la mano puesta en el corazón si no perjudica mil veces más al ecosistema la Romería, que la torreta del repetidor de la televisión.

Pero hay otra cosa que no han pensado bien con la cabeza: desde la Sierra de Ascoy quedan muchas zonas oscuras de señal en el pueblo. De forma que se crea un problema donde no lo había. Ante esto hay quien dice de “añadir” repetidores dentro del casco urbano. ¿No será echar albarda sobre albarda? ¿No tendremos la segunda de cambio que con los repetidores de los móviles? Al tiempo.
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