Subiendo siempre la escalera de la vida |
El lenguaje es lo que nos hace humanos y el uso adecuado de las palabras, inteligentes. Mas a veces caemos en vicios y desaciertos en cuanto a la utilización de este don que nos distingue como seres racionales e intentamos utilizar la palabra como arma, propaganda o mensaje torticero. Entonces el verbo comienza a malearse, a contener significado equívoco o a ser elemento negativo en la comunicación; por tanto, a perder su esencia noble para la que fue concebido, creado y divulgado entre las personas de una misma comunidad lingüística. La nuestra, la del español, no lo duden, la más importante por internacional del mundo.
Miren, una de las palabras peor usadas a lo largo de la historia es “dios”. Por la palabra “Dios” (con mayúscula), y a pesar de lo que recomienda el “segundo Mandamiento” de aquel decálogo que fuera recibido por Charlton Heston, perdón, por Moisés, en un litograbado humeante en el Monte Sinaí, se ha hecho de todo: inmolaciones, asesinatos, mutilaciones, torturas, guerras, genocidios..., y lo que es peor: se sigue haciendo hoy en día. (Paradójicamente, y en el colmo del error semántico, la palabra “Dios” (con mayúscula también) es utilizada por los ateos para negar su existencia, y por los tontos para maldecir y echar ternos).
Esgrimiendo el vocablo “dios”, o como en otros idiomas se exprese, pues al final el Ser que existe (“¡Yo soy el que soy!”) no puede ser sino solo Uno (así lo estableció Parménides de Elea quinientos años antes de Cristo), los hombres malvados se creen con “autoridad” para ejercer el terrorismo de género religioso y causar crímenes horrendos a seres inocentes. Aquí también, en otro tiempo no muy lejano, malos individuos que querían extirpar de la sociedad el uso y concepto espiritual de Dios, llegaron practicar “genocidio religioso” sobre personas sencillas. Y por el contrario, gobernantes que profesaban la idea de Dios y que se creyeron guardianes de una tardía “cruzada”, hacían purgas, también “genocidas”, sobre otras personas no menos humildes que ansiaban tan solo la libertad.
Ahora, algunas gentes de chilaba que conviven con nosotros, que en el fondo de su credo detestan la cultura occidental y solo desean establecerse aquí para beneficiarse de todas nuestras conquistas sociales y de nuestra tolerancia democrática de raíces cristianas, condenan los recientes atentados de los malditos yihadistas de la faca, la bomba y el fusil, pero “comprenden” un grave “fondo de la cuestión”. Dicen para sí y sus familias, en sus casas y en sus mezquitas (los niños lo oyen y luego lo exteriorizan en los colegios): “El terrorismo es malo, matar es malo, sí, pero es que Francia ha ofendido a Alá”. De modo que algunos creen interpretar los “enojos de dios” (en minúscula pues no miento la Deidad única) e implícitamente están admitiendo las “razones de un dios iracundo” y de sus “instrumentos” contra una sociedad libre. (¡Qué peligro!, porque el enemigo quizá se halle dentro de casa y no le conocemos...) “¡Nuestra legítima defensa no va contra ningún credo!” –expresan los políticos de Occidente–. “¡Nuestra guerra y nuestra lucha contra el terrorismo radical no es religiosa!” Pero en cambio, su “guerra santa” de estos fulanos que utilizan perversamente la palabra “dios”, o “alá”, que lo mismo tiene, sí. Ellos se erigen en “verdugos de dios” y golpean de forma cobarde e insidiosa, sin regla alguna de moral. Solo les guía su estrecho concepto de dios y su maldad intolerante de entender la diversidad de culturas.
Qué duda cabe también, que a lo largo de los siglos los hombres y las instituciones eclesiásticas han interpretado la palabra “dios” a su “imagen y semejanza”. Por lo que en absurda e inútil salvaguarda de dios, se torturaba, se quemaba en la hoguera o se practicaban los llamados “juicios de dios” (pruebas inhumanas que solo podrían superarse con una supuesta intervención divina, como cuando el rey Darío echó a Daniel a los leones).
Los sabios griegos de la antigüedad habían explicado un concepto más amplio del ser supremo (a mí me lo enseñó en la asignatura de Filosofía mi profesor Aurelio Guirao), que las religiones han ido “moldeando” y encorsetando hasta el límite semántico donde toparan las ideas, que no era otro que el término “dios”. Y en esas estamos todavía, porque hay gentes que usan la palabra “dios” para condenar, para destruir e invocar la guerra contra todo lo que no se ajuste a la “estrechez” de su mentalidad integrista y atrasada. Muy lejos de las actitudes solidarias de los primeros cristianos bajo la unión fraternal de la palabra “dios”; y lejos también del uso noble y científico de Einstein cuando al parecer buscara el hombre las claves del universo en su “formula de Dios”.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 28/11/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
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