El otro día me dijo un señor por la calle: «¡te leo con gusto!» Pues lo mismo digo: con gusto les escribo yo a ustedes. No tengan la menor duda que para mí es un placer sentarme un ratico todas las semanas a escribirles «El Pico de la Atalaya». La única preocupación a veces es elegir el asunto, pues hay tanta tela que cortar...
«Moños» de mazorcas desperfolladas |
Esta semana, como comprenderán, de buenas ganas echaría unas cuantas parrafadas sobre el «incómodo vecino del Sur», al que, con salvedades no muy meritorias, como cuando se movilizó poco menos que la Armada Invencible para desalojar del islote de Perejil a cuatro sarracenos, nuestros gobernantes prefieren seguir pasándole la mano por el lomo, no vaya a ser que se enfade y nos largue un millón más de inmigrantes para que, sin trabajo, deambulen con sus chilabas y se beneficien de nuestros derechos sociales, que aquí reclaman con todas las de la ley, pero que allí son incapaces de pedir al dictadorzuelo cuyos generales se postran ante él de rodillas y le besan las manos como si fuera un preboste divino.
Pero en lugar de eso, el presente artículo lo dedicaré al modo de hablar de los ciezanos, comentándoles algunas palabras y frases propias de este pueblo, las cuales no debemos desconocer ni olvidar. Yo, durante algunos años, he ido recogiendo ciertos vocablos, sobre todo de las personas mayores, y he ido confeccionando una especie de «diccionario». Se titula «Palabrario Ciezano y del Esparto» y consta de unas doscientas páginas, en donde se ordenan y definen un montón de palabras, tanto de nuestra cultura y modo de vida, incluido el periodo del esparto, como las correspondientes a tareas, oficios o herramientas, que han quedado relegados por los cambios sociales de las últimas décadas. Dicha obra, que iré enriqueciendo con sucesivas revisiones, la pueden ustedes consultar en este blog, pulsando la pestaña «Palabrario».
Como ejemplo, les voy a citar a continuación sólo tres palabras; un adjetivo: «Bolichero»; un verbo: «Desperfollar»; y un sustantivo: «Pancharra».
«Bolichero» era la calificación que se le daba en Cieza al pequeño empresario de la espartería, que con ansias de buscarse la vida en tan floreciente negocio, instalaba un «boliche» (a penas una rueda de hilar colocada en cualquier parte: por mitad de las oliveras, en la orilla del río o junto a cualquier camino) y se ponía a trabajar con ahínco en condiciones bastante precarias.
«Desperfollar» es la acción de quitar a mano las perfollas u hojas que envuelven la mazorca del maíz tras haberla recolectado. En otro tiempo, en las casas de campo ciezanas, se tenía ésta como una actividad gozosa, que reunía por la noche a muchos jóvenes de ambos sexos. La clave estaba en que, por azares de la genética, de vez en cuando aparecía en el montón una panocha roja, y entonces se producía la parte lúdica de aquella tarea: el descubridor o descubridora tenían derecho a dar un beso, abrazo o achuchón a la persona deseada entre las allí reunidas.
Y »Pancharras” fue la denominación que se dio en el pueblo a los billetitos de papel moneda, cuyos valores eran de 0’10, 0’25, 0’50, 1 y 2 pesetas, que con un valor total de 250.000 pesetas fueron emitidos por el Ayuntamiento de Cieza en octubre de 1937, con la intención de paliar la desastrosa economía de tiempos de guerra. El jocoso nombre con que se conocía este dinero de ámbito local tenía su origen en el apodo que le decían al alcalde (Pancharra), que a la sazón era Antonio García Ros.
Además de palabras, el léxico ciezano también posee expresiones que a lo largo de los años han echado raíces en nuestro lenguaje. Como por ejemplo «Olivica comía, güesecico tirao», que significa asegurarse de dar bien los pasos para concluir con éxito un negocio o rematar con buen tino un trabajo, pero que en la actualidad presta cierta base filosófica al concurso ese de escupir huesos de oliva que todos ustedes conocen.
«Estar bien apargatao» es otro dicho ciezano, que utilizamos para dar a entender que una persona cuenta con bastantes posibles, lo cual si no le garantiza la felicidad, sí que le descarta de la pobreza. El origen viene del argot de los carreteros, cuyos carros debían «apargatar» o «alpargatar» colocándoles suelas de calzado viejo (de alpargates) en los batanes o piezas del sistema de freno. Llevar el carro bien «apargatao» era sinónimo de previsión y garantía de buen funcionamiento.
Y termino con la palabra «ferrete». El ferrete era una herramienta que utilizaban los hiladores para el corchado de la cordelería. Primero hilaban la filástica o cuerda primaria, siempre caminando hacia atrás; luego con la gavia (de madera) y el ferrete (de hierro) unían dos o más filásticas para conseguir cuerdas de mayor diámetro y resistencia. Pero no se sabe por qué, a los muchos eufemismos que se utilizaban para nombrar el órgano genital femenino, en Cieza se agregó el de «ferrete», con lo cual dicha palabra adquirió una carga de erotismo. Entonces, en los malos tratos (verbales y físicos) que se solía dar a los menores, a veces niños, que trabajaban en la industria espartera, la frase más suave era: «¡Nene, anda y tócale a tu madre el ferrete!».
©Joaquín Gómez Carrillo
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Ese señor no es la única persona que le lee con gusto. Somos muchos.
ResponderEliminarAmeno y perfectamente documentado en los asuntos que trata, tiene usted un exquisito estilo escribiendo, cosa que en este desierto cultural y literario, (pese a autocomplacencias varias) se agradece y valora.
Gracias por el comentario. Un saludo.
EliminarDoy fe. A este blog y a su autor hace tiempo que les sigo y les hago alguna visita. Exquisita lectura y exquisito gusto para escribir.
ResponderEliminar¡Ojalá aprendiera yo algo!
Un abrazo muy fuerte Joaquín, de Toni de "Lengua churra", y a seguir....que no paras, je,je.
Gracias Toni, hacemos lo que podemos. Yo también sigo tu interesantísimo blog.
EliminarUn saludo.