¿Tiene derecho el Islam a vivir su Edad Media? |
Pues resulta que para esta semana les había escrito a ustedes un artículo sobre los fulanos estos de la yihad, estos morazos del kalashnikow y el cuchillo jifero, que son capaces de cometer horrendos crímenes en nombre de no sé qué dios ni de qué profeta. Pero después he pensado no publicarlo, mantenerlo ahí quietecico en el disco duro (ahora ya no se dejan los escritos por los cajones, sino en una cosa que hay dentro del ordenador con capacidad desmesurada para guardar documentos y libros enteros). ¿Por qué hago tal cosa? No sé, quizá me ha parecido que en estos casos es mejor nadar y guardar la ropa, pues enseguida salen por ahí diciendo que cuidao con la “islamofobia” o que si tal y que si cual. De hecho, en toda la movida esta “parisino-europea-mundial”, pocos se han atrevido a sacar pancartas diciendo, por ejemplo, “¡malditos terroristas!”, ni mucho menos: “¡fuera el integrismo!”, o “¡no a la yihad!”, sino solamente “yo soy Charlie”, un eslogan rotundo y solidario con las víctimas y demás damnificados de la matanza, pero que no molesta en nada a los sectores del Islam profundo. (Ahora recuerdo que mi abuela, cuando a un pernil ya le quedaba poca magra que sacar, decía que se trataba del “zancarrón de mahoma”. ¡Madre mía!, qué incorrecto era aquello de relacionar al profeta musulmán con la pata de un marrano. Desde luego, si mi abuela viviera, tendría que llevar mucho cuidaico con la boca).
Bueno, ya les he apuntado de qué va el artículo que hoy dejo en el tintero. Al principio comienzo en él planteando una duda sobre quienes serían más perversos, si Nerón, aquel romano depravado con cetro de emperador que se lo pasaba pipa echando cristianos a leones en el circo, o estos tipos del pretendido “estado islámico”, que allá donde dominan con la fuerza de las armas practican la “limpieza religiosa” en la población inocente, y allá donde pueden golpean con su terrorismo más salvaje.
También se critica en el artículo una desgraciada hipocresía: que mientras los muertos estén lejos y sean además de esos países, empobrecidos y mal gobernados, aquí no se mueve ni dios. Y si no, vean ustedes mismos la diferencia. Con este atentado de Francia, nada menos que en el corazón de la vieja Europa y en la ciudad paradigma de las libertades, todo el mundo se ha echado a la calle, los políticos se tentaban la ropa y los telediarios se convertían en monotemáticos, no se hablaba de otra cosa. Doce personas asesinadas por ejercer su libertad de opinión. Un crimen ignominioso, desde luego, y aunque solo fuera una víctima, sería igual de repudiable. Pero hace muy poco tiempo, los mismos morazos de la faca y el fusil, entraron a un instituto de enseñanza en Pakistán y masacraron a más de 170 alumnos. ¡Ay!, qué penita, dijeron los mandamases internacionales, y en la tele daban más tiempo a las declaraciones del Cholo Simeone, por ejemplo, que a crear conciencia sobre el peligro de una violencia atroz con tintes religiosos que corta cuellos y jura venganza en nombre de no sé qué dios ni de qué profeta.
En otro párrafo del artículo que he decidido no publicar (quizá también un poco por autocensura, pues nunca se sabe, ya que occidente, aunque digan lo contrario, es obvio que se está islamizando y el desislamizador que lo desislamice buen desislamizador será), hago también una referencia histórica a nuestra España del treinta y seis, recordando el terror que infundían las tropas moras traídas de África por el general Mola. Hay un libro muy bueno titulado “El holocausto español”, de Paul Preston, en donde se relatan fielmente estos hechos. Y la cosa viene a colación porque la crueldad con que aquellos moros mercenarios, al servicio del ejército rebelde, combatían en su avance por Andalucía y Extremadura, iba más allá de la ira de las batallas (omito detalles, documentados en dicho libro). Luego, Franco, en agradecimiento a su ferocidad, mantuvo durante años aquella famosa “escolta mora”.
Pero finalmente hay también en este artículo dejado en el tintero un párrafo para la esperanza, pues en él se comenta que, tras el execrable atentado de París, los líderes agarenos de muchas mezquitas comienzan a abrir la boca. Menos mal, pienso yo. Dicen éstos que el Islam respeta la vida. ¡Hombre!, eso lo tenemos claro nosotros: lo manda la Ley de Dios: No matarás. Y tampoco dudo de la convivencia en paz entre todos. Por cierto, el título de dicho artículo inédito, y en referencia al torcido proceder del integrismo, desde el punto de vista de ciudadano perteneciente a una sociedad con raíces culturales cristianas donde cabe el respeto al diferente y el precepto del perdón, es, simplemente, “¡Los infieles son ellos!”
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 10/01/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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