Que el año nuevo nos traiga al corazón la paz de las montañas. |
Dos mil quince no puede ser un año malo. Por tanto, esperemos que nos permita algo de prosperidad en todos los sentidos, y no solo en lo económico. Creo que es importante tener buenos deseos para un tiempo nuevo que empieza, aunque sólo se trate de un ciclo sideral (¡nada menos!), uno más de los miles de millones de giros que nuestro planeta Tierra ha dado alrededor del Sol desde el “día de la Creación” del universo, y uno más de los tantos que le restan por dar, pues al sistema solar, según dicen los astrónomos, todavía le queda cuerda para rato.
Así que, durante este año nuevo que comienza, tengamos la esperanza de que las cosas nos vayan un poquico mejor; y hagamos también el propósito de ser mejores nosotros mismos, pues todo no nos lo van a poner a güevo, sino que debemos hacer proyectos personales y esforzarnos en que se hagan realidad; por ejemplo: ser más pacientes, más amables, más cumplidores, más fieles, más sencillos, más buenos, en el buen sentido de la palabra bueno; más trabajadores, más justos, más honestos, más leales, más tolerantes, más solidarios, más amigables, más respetuosos... En resumen, más perfectos; y, en todo momento, procurar también ser más felices, aunque sea solo a raticos. La felicidad completa no existe, pero sí los momentos de alegría y de paz, que pueden hallarse en cualquiera de los minutos de nuestra vida, incluso en mitad de las dificultades, de las preocupaciones o de las penas; porque, no se olviden nunca, la verdadera felicidad es la que nace de dentro del ser humano.
Por otra parte, si nos paramos a pensar, dos mil quince es ya un año que pertenece al futuro, al que hace tiempo alcanzamos los que hemos nacido en el siglo anterior; y si no, hagan la prueba: retrocedan con el pensamiento a la década de los sesenta o de los setenta, y, desde allí vean dónde quedaba el 2015: ¡lejos, en el futuro!, ya que éste es subjetivo y cada persona o cada generación tienen el suyo, su propio futuro. Para Orwell, el famoso escritor británico nacido a primeros del siglo XX, la década de los ochenta representaba un lejano futuro, por eso data y titula su más famosa novela futurista en “1984” (en ella imagina y describe un mundo gobernado por los totalitarismos, donde los seres eran vigilados hasta en sus propias casas mediante unas pantallas de televisión en las que estaba siempre presente el “Gran Hermano”).
Sin embargo, 2015 es una cifra bonita, que ya estaba prevista en los cálculos matemáticos de nuestro calendario Gregoriano, el cual se puso en uso en 1582, a la muerte de Santa Teresa de Jesús, continuando la secuencia iniciada desde el nacimiento de Cristo (más o menos) y corrigiendo los diez días de más que arrastraba el calendario Juliano (por eso consta en los libros que la santa de Ávila murió el 4 de octubre del mencionado año y fue enterrada el día siguiente, el 15 de octubre).
Y ya, como es legítimo albergar esperanzas e ilusiones, pues de éstas también se vive, ahí van unos cuantos deseos para los próximos 365 días: Que los que tienen carencias básicas de subsistencia, encuentre remedio a su pobreza, para que no suframos la vergüenza de verlos hurgar en los contenedores de la basura. Que los que padecen enfermedades, mejoren la salud, aunque sea a pesar de haberse precarizado el sistema sanitario público de unos años a esta parte. Que los desposeídos del bien del trabajo, lo hallen pronto para que se sientan dignos ganándose el pan con sus manos y su mente. Que los que sufren abusos empresariales, mejoren su precariedad laboral. Que los bancos no echen de sus casas a las familias en quiebra económica, pues si ellos, por su mala cabeza y administración, han tenido que ser “rescatados” por los gobiernos con el dinero de todos, en justa correspondencia deberían ser comprensivos con las personas que han recibido un duro revés en la vida y no pueden afrontar las hipotecas. Que quienes se han corrompido con dinero público, expíen su culpa en el trullo y devuelvan lo robado. Que los políticos se bajen el sueldo para que puedan conocer mejor la realidad social. Que tengamos una democracia verdadera de listas abiertas, para que los elegidos en las urnas nos representen con legitimidad. Que no se maten más fetos de niños, para que sus madres no tengan que cargar en sus conciencias la sombra de haber privado a sus hijos del derecho de nacer. Que cese de una vez por todas la violencia y los malos tratos de género machista, para que no mueran más mujeres a manos de hombres desalmados. Y que no prosperen en el corazón de nadie las políticas intolerantes y las religiones perniciosas que originan las guerras en el mundo.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 03/01/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
Un artículo lleno de buenos deseos, ojalá que todos ellos se cumplan.
ResponderEliminarY para ti, especialmente, mis mejores deseos y que tu pluma nunca cese de escribir.
Un saludo.
Gracias por el comentario. Un saludo.
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