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La gente en Cieza, cuando se quiere referir a la rueda imparable del tiempo, que cada vez parece girar más rápida, cuantos más años vamos cumpliendo, dice: ¡ya está aquí otra vez la Feria!, ¡o la Navidad!, ¡o la Semana Santa! O sea, que para los ciezanos son tres las celebraciones mayores del año, tres las fiestas cardinales en nuestro calendario, y tres los hitos principales que nos ponen de manifiesto la fugacidad cíclica de la vida.
Ahora, también les digo que en donde mejor podemos observar lo rápido que pasa el tiempo es en el crecimiento de los hijos: ¡se hacen hombres y mujeres sin enterarnos! Y ya con los nietos, ni les cuento; con los nietos es que en un abrir y cerrar de ojos pasan de ser una bolita de vida en el moisés a personas que corren de acá para allá, que lo entienden todo, que piden, que exigen y que reparten ternura con cualquier palabra o gesto. Les hablo por experiencia. Mi nieta Paula, que parece que nació ayer, tiene ya veinte meses. No les digo más.
Chimenea fábrica de los Guiraos, Estación |
Luego, después de la campaña de la fruta, donde nos deslomábamos moviendo cajones de aquellos de madera yo no sé cuántas horas al día, que nos daban sólo una para comer y devorábamos el recado por allí sentados en el suelo o donde fuera (hombres y mujeres, no se vayan a creer, que aquello era un río de gente subiendo y bajando por el Camino de la Estacón), aún nos quedaba verano para aburrirnos (bueno, es un decir, porque los del campo siempre teníamos en qué doblar el espinazo); o para dar clases particulares si habíamos suspendido alguna asignatura; o para ir a bañarnos al río, y hasta para marcharnos de campamento algunos (también hablo de mí mismo, por fortuna), y la Feria aún no llegaba: ¡qué despacio pasaba el tiempo entonces!
Y ya, cuando por fin empezaban a aparecer las turroneras, las fiestas estaban encima. Entonces colocaban alrededor de la Plaza de España aquellas casetas de madera, todas repletas de juguetes. Pues la Feria era eso principalmente: juguetes y otras cosuchas para darse uno un capricho, como llaveros, navajas, petacas, pipas, cigarreras, mecheros, etc. Ni que decirse tiene que por aquellos años no instalaban tascas, que lo ponen todo apestado de pringuerío. El ocio era más bien pasear, ir al cine, tomarse un refresco y, tratándose de estos días de feria, ojear algo que le gustase a uno de las casetas y feriarse. Lo de comer y beber la gente en las terrazas como si acabara de salir de una guerra, no se llevaba entonces: cada cual cenaba en su casa y Dios en la de todos. Hasta que un año llegó al pueblo la primera tasca con asador rotatorio de pollos, ¡qué novedad!; y los ciezanos comenzarían a descubrir el placer de devorar aquella carne grasienta tomándose butanos de cerveza sobre unas mesas de madera en tenguerengue, mientras la banda municipal tocaba pasodobles en la Tortada de la Plaza de España. Era el cambio, pues nada permanece siempre igual.
Pero había más días que longaniza, y las ferias también duraban lo suyo, y daba tiempo a que se acabara el presupuesto para montar en los coches de chocar, en la noria, en los rulos o en el tren de la bruja, que se hallaban instalados en el Solar de Doña Adela (¡qué lástima!, nunca debieron hacer pisos en el Solar, y tendríamos ahí un recinto ferial en pleno centro del pueblo; como tampoco deberían haber construido jamás en el Pabellón Municipal de la Gran Vía, ¡menudo local para las verbenas, a donde venían entonces por Feria lo mejorcico de los cantantes: Maritrini, Camilo Sesto, Juan Pardo, Julio Iglesias...!)
Luego un día comenzaban a desmontar las casetas de juguetes de la Feria, pues decían que tenían que marcharse a Murcia, y nosotros albergábamos la sensación de que llevaban ahí mucho tiempo; mas todavía quedaban las turroneras: ¡una eternidad viéndolas en la calle Buen Suceso! Entonces casi deseábamos que empezara el curso pronto, para ir a "c’Aníbal" a por los libros, que tenía entonces la tienda junto a la sombrerería Eslava; para reencontrarnos con los compañeros de clase y con los profesores; y para que en definitiva ocurriesen cambios en nuestras vidas, señas inequívocas de que el tiempo pasaba. Porque hasta la Navidad había un trecho muy largo. No como ahora, que llega en un pispás; y si no, al tiempo.
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Muy buen artículo, como todos. Solo una pequeña reflexión sobre el tiempo. Cada vez somos más prisioneros del tiempo que nos tiene siempre corriendo. Por la mañana deseando que llegue la el fin de la jornada laboral; el lunes deseando que llegue el viernes; desde el primer día de mes deseando que llegue el final para cobrar; después de navidad deseando que llegue la Semana Santa..... Siempre corriendo, con tal ansiedad que no disfrutamos del momento presente...
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