.
¿Saben lo que menos me gusta de ir cumpliendo años, una vez superado el punto de no retorno? Pues que toda la gente comienza a llamarle a uno de usted; y, claro, no puede uno estar constantemente pidiéndole a la gente que cambie el chip, porque además, hay quienes son muy estrictos en el tratamiento y no te lo apean fácilmente; en cuanto te ven el pelo canoso, ya está: de usted a piñón fijo.
Esta foto me la hizo mi buen amigo Fernando Galindo con mi propia cámara |
En cambio, lo mismo que les digo una cosa, les digo otra: tampoco me hace ninguna gracia que cualquier chito o chita, que no te conocen de nada, se dirijan a ti por la calle con un tuteo ineducado e irrespetuoso, por ejemplo: “¡oye, tú, échanos la pelota!” o “¡tú, dime la hora que es!” Entonces me entran ganas de corregirle: “se dice: Oiga, ¿me puede decir la hora, por favor?” Pero no lo hago: le digo la hora de mala gana y, cuando veo que se da media vuelta sin responder ni pío, añado: “¡gracias!”, por si alguno, o alguna, cae en la cuenta de que hay que tener modales.
Pero en fin, con salvedades, a mí me gusta el tuteo. El tuteo con el natural respeto, que eso se nota. Miren, una de las cosas por las que el inglés se está consolidando como la primera lengua del mundo es por su sencillez y su sentido práctico. En inglés, la mayoría de palabras tienen un solo golpe de voz; escritas son cortas, pero habladas son más cortas aún, y no digamos las frases: se pronuncian de tal manera que sólo se oyen una o dos palabras a lo sumo. Pues bien, el asunto del tratamiento lo tienen perfectamente resuelto los ingleses: a todo el mundo le dicen “you” (pronunciado “iú”), y no hay en ello falta de respeto alguna.
Sin embargo a mí me gusta mucho más el español. El español le da cien patás al inglés en riqueza de matices (¿sabían ustedes que Sigmund Freud, el de la “Interpretación de los sueños”, aprendió español sólo para poder leer El Quijote en nuestra lengua?)
Pues bien, en lo que respecta al tratamiento hay gran diversidad de modos y connotaciones, tanto en el español de España, como en el de América. ¿Han oído hablarse entre ellos a los ecuatorianos? Una madre, por ejemplo, le dice a sus niños pequeños: “¡vayan ustedes por la acera!” (chocante, ¿no?) Pero eso también es propio del habla canaria: los canarios no dicen “vosotros”, sino “ustedes”: “¡váyanse ustedes al carajo”, aunque sea entre amiguetes; incluso en algunas partes de Andalucía también usa el “ustedes” en lugar del “vosotros”.
Pero dejando a un lado las matizaciones geográficas, también hay diversidad en el uso del tuteo y el “usteo” si atendemos al contexto temporal. ¿Ustedes recuerdan cuando la Guardia Civil le llamaba a todo dios de usted, aunque fuera para ponerle un correctivo? (entiendan la palabra "correctivo" como un eufemismo piadoso de "soltarle al individuo un par de ostias") Así como también se acordarán de que los padres antes enseñaban a sus hijos a llamar de usted a todas las personas mayores, a ellos mismos incluidos.
Una vez, hablando Juan Manuel Serrat del respeto a los mayores y, en especial, de la figura paterna, contó que él, a su padre, siempre le había tratado de usted, tal como le habían inculcado en su casa desde niño; pero siendo aquél muy anciano, llegó el momento en que el hijo tuvo que limpiarle el culo (limpiarle el culo a su padre es un grado que algunos hombres alcanzan en la vida); entonces el pobre viejo le dijo: “Juanito (a Serrat, en su familia no le decían Joan Manuel, sino Juanito, como suena), ahora que ya me tienes que limpiar el culo, llámame de tú, hijo mío.”
Yo, en la universidad tuteaba a mis profesores, pues todos éramos mayores de edad (yo era ya treintañero), y, dentro de unos límites, el trato era coloquial. Actualmente, a personas mayores que conozco desde hace muchos años, les tuteo como prueba de mi cariño y confianza hacia ellas, de otro modo estaría poniendo un muro en nuestra amistad. Ahora bien, hay lugares, como la escuela y el instituto, en que jamás deberían permitir el tuteo al profesor en clase, pues la relación entre el docente y el alumno debe estar presidida, no sólo por el mayor de los respetos entre ambos en las dos direcciones, sino por la elemental distancia que separa la posición del educador del plano en que deben mantenerse los alumnos.
He de decir también que hay tuteos hipócritas y sin fuste: los que utilizan ciertos trabajadores de la sanidad o de residencias de ancianos con algunos pacientes mayores, ¿a qué viene tutear de buenas a primeras a una persona de ochenta o noventa años como si fuera un niño?
Por otra parte hay “usteos” que denotan inferioridad de quien los usa; en estos casos, inmediatamente invito a igualarnos en el “tú”. Y hay “usteos” por la razón contraria: el mantenerse distantes en su presunta superioridad; yo, en estos casos les sigo la corriente: ¿quieres distancia?, pues toma distancia.
Para terminar, a ustedes mis lectores del Pico de la Atalaya, como no les veo, prefiero “ustearles” de forma literaria. Pero cuando me encuentren por la calle, tutéenme, por favor; creo compatibles el respeto y la llaneza en el trato.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario