Barrio de San Juan Bosco, con sus dos edificios más identificativos: la iglesia y el Instituto |
El otro día me dice un amigo: “Oye, tú tendrás que pensar mucho todas las semanas sobre de qué vas a escribir el artículo, ¿no?” –Sí, pero porque son tantos los temas que se me vienen a la cabeza, que a veces me cuesta centrarme en uno, le respondí. Y es verdad; me pasa con esto como cuando tenía que atrapar una perdicica en el monte entre una pollada, para criarla con cerrajas y grillos, y, si salía macho, regalarla a algún cazador de reclamo, como el cura Don Antonio, el cual me confesó que “había mucha poesía” en eso de arrearle escopetazos a las perdices macho en el campo, cuando se acercan al cimbel “colecteando” confiadas.
El caso es que hoy he dicho: me centraré en el asunto de los barrios ciezanos. (Mi padre, con lo de las perdices, que es difícil pillarlas, me aconsejaba: “Tú fíjate en un solo pollo, porque si los miras a todos, no cogerás ninguno.”) Así que en lo referente al tema elegido, me estoy dando cuenta de que cada vez adquieren más identidad los barrios del pueblo, con sus fiestas, sus asociaciones y, lo que es más importante, su participación democrática en las vida municipal. Eso está muy bien. La democracia no es sólo votar cada cuatro años (o cada seis meses, por desgracia, ¿pues qué me dicen ustedes de los fulanos estos que nos piden ahora que les votemos de nuevo, ¡a los mismos! ¡Tendrán valor…!, cuando se ha visto que en sacándolos de las mayorías bipartidistas, no saben ni quieren dialogar entre todos ellos...? ¡En blanco se merecen que salgan los resultados!)
De modo que los vecinos de nuestros barrios, cada vez se sienten más unidos y más a gusto compartiendo una identidad: De San Juan Bosco, de San José Obrero, de Santa Clara... Es curioso, en los tiempos del laicismo galopante –que no está mal para ser neutrales con todos los credos, ya que cada día hay más población musulmana en nuestro país–, los barrios siguen llevando nombres religiosos: de San Joaquín, de la Asunción de María... Por cierto, ¿sabían ustedes que en Andorra, su organización territorial está conformada por parroquias? Siete, en concreto. Pero es que el Principado de Andorra es un reducto político originario de la Edad Media, donde la jefatura del estado, meramente ornamental, está compartida entre dos “copríncipes”: El presidente de la República francesa y el obispo de la Seo de Urgel.
Yo creo que el primer espacio urbano que comenzó a tener identidad de barrio en Cieza fue el de la parroquia de San Juan Bosco. Lo demás era “el pueblo”, y algunas gentes que vivían por aquella zona, cuando tenían que venir para lo que hoy llamamos “el centro”, decían que venían “al pueblo”. Es cierto que había otras barriadas, con nombres laicos, miren por dónde, como el Zaraiche o las Casas Baratas, pero con esa denominación no prosperó la identidad del vecindario (“…soy de las Casas Baratas”; pos como que no) y toda esa zona pasó a formar parte de la Parroquia de San José Obrero, ahora en pleno auge como barrio. Sin embargo yo me acuerdo de los albores del barrio de San Juan Bosco, cuando la triste iglesiucha estaba en un viejo almacén de esparto y el cura era tan humilde como aquellos pescadores que Jesús reclutara en el mar de Galilea. Por entonces todo eran calles de tierra a medio allanar, barrizales en invierno, carreras de hilaores, donde los hombres caminaban todo el día revés, hilando esparto y corchando cuerdas con la gavia y el ferrete, o ganados de cabras sesteando bajo las oliveras; y los zagales jugábamos a la pelota en un bancal que había más arriba del instituto, al que llamábamos “el Campo de los Caballones”; ya se imaginarán ustedes por qué.
También hay que decir que sí que hay un barrio de nuestro pueblo que nunca llevó nombre de ningún santo: el de Los Casones, aunque más que un barrio, aquello era en otro tiempo una reserva de pobreza, sobre la cual, mi colega de artículos, Ángel Semitiel, ha escrito y descrito muy bien cómo se vivía en aquel lugar y la solidaridad de sus gentes.
Debo apuntar también que existe por otra parte el heterogéneo barrio de Ascoy, que aunque tiene por patrón a San Isidro el labrador, es conocido por todos con el toponímico del paraje, cuya finca originaria dicen que gozaba en la antigüedad de prerrogativas de mayorazgo.
Pero termino ya apuntando que el más joven de los barrios ciezanos, con su asociación de vecinos funcionando en toda regla, es el de Santa Clara, antes parroquia de la Ermita, cuya feligresía era de gente humilde (ya les hablaré otro día del Cabezo de la Estación), pero que a cuyo servicio ha habido párrocos tan carismáticos como Pedro Hernández, el cura Joaquín o Mariano Caballero. ¡Ahí es nada!
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 07/05/2016 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
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