De la Constitución y otras cosas

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Alcalá del Júcar, castillo perteneciente al marquesado de Villena

Ahora, en el permanente desaguisado político de esta España nuestra, parece estar de moda el meter por medio la Constitución. ¡Venga! Los unos, que la solución de todos los males pasa por reformarla de pies a cabeza; los otros, que mejor no tocarla porque como ya los ricos están saliendo de la crisis, mejor dejar las cosas como están; y los de más allá, que les importa un bledo, porque no quieren federalismo, sino la secesión política por las bravas, con la “manutención” económica permanente por parte de la “nación madre”; es decir, me gasto las perras del presupuesto autonómico en crear “embajadas” en el extranjero (cosa absurda, pues el ministro Margallo ofreció en su momento las magníficas sedes de las embajadas de España para que las comunidades autónomas establecieran despachos para el desarrollo de su política exterior), y me gasto otras partidas en inútiles simulacros de referendos “nuevedenoviembres” al filo de la ilegalidad, pero, eso sí, que papá Estado me eche un cable cada vez que no tenga para pagar los sueldos a los mozos de escuadra y demás funcionariado de la Generalidad, por ejemplo.

No obstante uno reflexiona: ¿Se puede cambiar sustancialmente la Constitución?, ¿ponerla al día según los vientos que soplan...? Hombre, como poderse, se puede, y dentro de ella misma se hallan establecidos los mecanismos para llevarlo a cabo. Pero, ¿sería bueno destapar la caja de Pandora de la reforma constitucional en estos momentos...? Pos mirusté, por qué no, siempre que se haga con cabeza y sea para bien de todos, no hay que tener miedo a nada: lo que los hombres hacen, los hombres lo deshacen (¿no se acuerdan cómo se gastaron un porrón de millones en poner aquella chimenea enrobiná en San Juan Bosco, y luego, cuando ya nos habíamos hecho a ella y casi nos gustaba verla ahí, se gastaron otro porrón de millones en quitarla. “Hacer y deshacer dan de comer”).

Mas uno también se pregunta: ¿Se perdería un poco el norte de la buena marcha política hacia puntos de mira sociales y de crecimiento en puestos de trabajo de nuestra economía, que tanta buena falta nos hacen, en rifirrafes dialécticos sobre unos pretendidos cambios en el articulado de la carta magna, que al fin y al cabo no nos iban a sacar de pobres...? ¡Vaya pregunta! Pues seguramente sí. Pero oiga, para eso cobran los parlamentarios, ¡que trabajen y echen horas y atiendan todo al mismo tiempo! (mi abuela decía que entre el día y la noche no hay pared).

Por otro lado, a nadie se le oculta que la sociedad ha cambiado a pasos gigantes en pocas décadas y la Constitución es un texto legal de los setenta de siglo pasado. Pero hay que dejar claro que la vigente es una constitución bien hecha y presenta en su contenido la ambigüedad calculada para desarrollos legislativos que puedan responder a las necesidades del país, no sólo en 1978, sino en 2014 y en años venideros (¡como los discursos de Nochebuena del rey, vamos, donde lo dicen todo sin meterse o comprometerse en nada!) ¿Que el artículo 8 atribuye al ejército la competencia de “defender la unidad de España”...? Bueno y qué. Este es uno de los países más antiguos de Europa que siempre han tenido en riesgo su fractura, qué le vamos a hacer... Pero eso no quiere decir que los generales puedan motu proprio meter en vereda al díscolo Arturito Mas. No, no. Las fuerzas armadas están a las órdenes del gobierno y santas pascuas. ¿Que en el “corta y pega” tomado de otras constituciones anteriores metieron en ésta en título II de La Corona la supremacía del varón sobre la mujer para la sucesión dinástica? No es ningún problema. ¿No recuerdan lo que hizo Fernando VII para que reinara su hija Isabel II? Pues lo mismo; cuando llegue el momento y sea necesario. (Eso si no se proclama antes la tercera república y ya no hace falta, pues la vida da muchas vueltas y el futuro es siempre incierto.

Resumiendo, porque ustedes dirán: entonces, en qué quedamos, ¿se cambia la Constitución o no? Pues yo creo que falta, falta, no hace ahora. Pero que tampoco es algo intocable que tenga que ir a misa. Recuerdo cuando el Señor Mendoza nos daba FEN en el Instituto y nos decía que las “siete leyes fundamentales” eran “inamovibles” (se trataba nada menos que de la “constitución de Franco”, con sus referendos y todo, en los que el partido único rozaba el 100% de apoyo en las urnas. ¡Adhesión popular que le tenían a “Paco de los sellos”...!) Sin embargo luego fueron abolidas de un plumazo y no pasó nada. ¿Qué va a pasar? Lo mismo que con la chimenea de San Juan Bosco: La pusieron, la quitaron, y el pueblo sigue

©Joaquín Gómez Carrillo

(Publicado el 20/12/2014 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")