INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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24/8/13

La ciudad y los ruidos

 .
En este pueblo había fábricas con muchos puestos de trabajo
Los sonidos pertenecen a las épocas y cada tiempo, cada cultura y cada sociedad tiene sus ruidos propios. Esto lo pensé el otro día oyendo las inquietantes melodías de los móviles, que suenan por todas partes, ¡hasta en misa! Y lo peor es que se te meten en el cerebro y parece que oyes móviles a todas horas y en todos los lugares y te echas mano corriendo a ver si es el tuyo, cuando resulta que es el de la mujer gorda de la cola del súper o el del tipo barrigón que fuma en la puerta del bar. Yo creo que las musiquillas esas son insidiosas para nuestras castigadas neuronas y, como una plaga bíblica profetizada crípticamente en el Apocalipsis de San Juan, deben de estar sonando en el mundo entero noche y día; lo mismo que en España no se ponía el sol en tiempos de Felipe II, cuando era el imperio más grande de la Tierra, pues algo parecido debe ocurrir con esas melodías del demonio. Pero éste es sólo uno más de los ruidos que nos perturban en nuestra época, y los hay peores.

Si echamos la vista atrás, Cieza sonaba antes de otra manera. Había otros ruidos provenientes de las calles, de las casas, de las fábricas o de cualesquiera lugares en los que los ciezanos de entonces desarrollaban su actividad o su ocio. Piensen que donde ahora está el rumor constante del tráfico: los motores de los automóviles, el rodar de los neumáticos sobre el pavimento y los cláxones inmisericordes; y donde ahora está ese maldito ruido de las motos de baja cilindrada que nos martiriza los tímpanos, y ese bullicio de los jóvenes que se aglomeran en tropel dionisiaco hasta altas horas de la noche frente a los pubs, antes había otro panorama sonoro.

En primer lugar, el día estaba jalonado por los pitos o sirenas de las fábricas (porque en este pueblo había fábricas con multitud de puestos de trabajo, no como ahora que sólo quedan bares con las terrazas llenas de gente a todas horas, que es algo inexplicable a no ser que a muchos les caiga el dinero por la chimenea). La gente estaba entonces tan acostumbrada a los pitos que los tomaba como señales horarias para sus actividades; y algunos de ellos, como el de Manufacturas o el de Géneros de Punto, eran tan fiables que servían para poner en hora los relojes.

Y ya, recordando los años de la “fiebre del esparto” (por cierto, no dejen ustedes de visitar el Museo del Esparto, en el Club Atalaya, pues no debemos olvidar jamás lo que supuso la espartería en la historia moderna de Cieza), uno de los ruidos constantes y omnipresentes era el de las fabricas de mazos, “¡pom-pom y pom-pom!”, las veinticuatro horas del día..., en la fábrica del Precioso, en la del Gallego, en la de Zafra, en la del Nene Torres, en la de Zamorano, etc. El sonido áspero de las vigas de madera de carrasca golpeando sobre las picaderas de piedra, era el ruido infernal que soportaban las mujeres picadoras que asistían cada mazo sentadas en el suelo y con las piernas cruzadas durante largas jornadas.

Otro de los sonidos, más pacífico si cabe, que se podía escuchar por las calles adoquinadas del casco antiguo o por el resto de calles sin asfaltar, era el del tránsito de los carros, con su chaveteo característico de los ejes o con el rodar de sus aros de hierro partiendo las chinas del suelo; eran los carros cargados de esparto de las tendidas, de grava de las graveras, de piedra de las canteras, de ladrillo de las tejeras, de paja de Cajitán o de vino del Tomelloso. Nos remontamos, claro está, a cuando el transporte se hacía habitualmente por este medio rodado (los últimos carreteros transportistas serían el Parralo y el Chusco, que se resistieron valientemente a los cambios de la vida y recorrían las calles de Cieza al trote cascabelero) o con bestias de carga herradas y aparejadas con un serón de pleita, cuyo paso tranquilo igualmente se oía por doquier.

En los ambientes domésticos, aun cuando ya empezaban a funcionar aquellas radios a válvulas, de mueble de madera de ébano y botones dorados de purpurina, que vendían el Ortuño y el Chuchubeo, y en las que nuestras abuelas aún llegarían a tiempo de aficionarse a escuchar por las tardes radionovelas como “Ama Rosa”, “Simplemente María” o “Lucecita”, se podía advertir también la presencia de los animales, pues no sólo varios cabreros tenían sus corrales en mitad de la población, que daba encanto el ver regresar a la postura del sol los rebaños de cabras, casi arrastrando éstas su tetas plenas de leche, sino que de muchas de las casas salía el gruñido de los cerdos, el rebuzno de los burros, el balido de las chotas, el cacareo de las gallinas y el canto de los gallos al amanecer. Y aun en el silencio profundo de los hogares se percibía, impertinente, durante la siesta, el vuelo alocado de las moscas, la cuales había que combatir a muerte con azúcar venenoso, con tiras pegajosas de papel o echando Flit con aquellas maquinillas de hojalata.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 24/08/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"