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Puente del ferrocarril sobre la Rambla de Judío |
Con horror hemos ido conociendo estos días pasados la magnitud de esa tragedia ocurrida en Santiago de Compostela la tarde del 24, víspera del día del Apóstol en Galicia.
Mas recordando ahora un poco la historia de nuestro pueblo, les quería hablar de otro gravísimo accidente de tren ocurrido en Cieza en plena Guerra Civil. Me refiero al choque del Correo, repleto de pasajeros, con un camión de bombas en el paso a nivel de Los Prados.
Este es un asunto poco recordado, salvo por personas mayores de nuestro pueblo que vivieron aquellos tiempos convulsos. Y es también poco conocido aquel desastre (menos aún con el paso de las generaciones) porque la noticia fue tratada en su momento con el rigor de una censura de guerra: había que evitar que trascendiera al enemigo, pues los males que sucedían a media España, eran una victoria para la a la otra media. (No obstante, Luis Lisón Hernández, historiador y cronista oficial de Alguazas y Ojós, tiene elaborado un excelente trabajo, publicado en 2008 en la revista Murgetana, sobre tal hecho. Asimismo, Guillermo del Madroñal, escritor y agricultor ciezano, dedica un relato a aquel suceso en su libro “El Madroñero y la Piedra del Gallo”).
Bien, pues sin entrar en detalles, les hago una semblanza de la situación geográfica de entonces: la carretera nacional Madrid-Cartagena, que atravesaba el pueblo entrando por el Camino de Madrid, subiendo por la calle Mesones, pasando por la Esquina del Convento y saliendo por el Camino de Murcia, cruzaba la Rambla de Judío por el hondo de la misma, es decir, no había puente (sí lo tenía, por supuesto, el ferrocarril: el mismo que existe hoy en día: uno de hierro). De modo que para descender por el margen izquierdo de dicha rambla, la carretera curveaba y atravesaba la vía mediante un paso a nivel, en cuya casilla de la Renfe habitaba como guardabarreras un matrimonio con hijos.
En cuanto a la situación social (sin entrar en el clima de crispación política propio de aquella maldita contienda, del cual no se libraba Cieza aun siendo un pueblo de la retaguardia republicana), las autoridades locales hacían esfuerzos por librar del hambre a la masa obrera y por extender la educación a los ambientes rurales, ejemplo de ello fue la instalación de una escuela en una casa tomada en alquiler por el Ayuntamiento en el paraje de Los Prados, cerca del mentado paso a nivel.
Por otra parte, hay que tener en cuenta la cercanía de Archena, donde había numeroso ejército por ser su balneario de aguas termales lugar de descanso de la oficialidad y jefes que luchaban en los frentes de la zona leal al gobierno, además de poseer un aeródromo militar en la pedanía de Campotejar y un importante polvorín, abastecido de explosivos por las industrias Santa Bárbara. (En Archena también estaba la brigada internacional de carros de combate soviéticos, muchos en reparación por tanquistas rusos tras la defensa de Madrid).
Bajo este panorama, un convoy militar repleto de material bélico para “consumir” en los frentes avanza la media noche del 14 de julio de 1937 hacia la zona centro. Cieza huele a esparto cocido; algunas fábricas de mazos no descansan y están las 24 horas “pom-pom y pom-pom”, donde las picadoras, en un ambiente enfermizo se turnan en largas jornadas.
En la Esquina del Convento, un camión cargado hasta los topes de mortíferas bombas con destino a Cuatro Vientos, para ser arrojadas por aviones franceses sobre objetivos rebeldes, se detiene para comprar su conductor una bebida en el Bar de Isidoro. Lo cual obliga después a éste a acelerar al máximo para alcanzar la caravana.
Cuando el vehículo (un “Tres Hermanos Comunistas” ruso) corona el alto del Buho, el jefe de la estación de Cieza da salida al tren Correo con destino Madrid. Por lo que en el momento en que el camión llega al paso a nivel de los Prados, el hombre que lo guarda ha echado las cadenas. Al parecer se produce un forcejeo y, pistola en mano, el militar obliga al ferroviario a dejarle pasar. Mas como el demonio nunca descansa, justo en el instante en que el camión va atravesar las vías, aparece el tren a toda máquina (en esa zona, la vía discurre por una trinchera del terreno).
Lo demás es fácil de comprender: la violenta explosión hizo caer los platos de las alacenas en un radio de 5 kilómetros y parte del tren se precipitó a la Rambla del Judío. La escuela fue destruida y de la casilla no quedó piedra sobre piedra. Más de un centenar de heridos y un considerable número de muertos habrían de ser rescatados de ente la chatarra por numeroso personal de auxilio llegado de diferentes pueblos de la provincia.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 03/08/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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