Fuente de San Juan Bosco (al fondo, el atrio de la iglesia) |
Hablo de la fuente esa nueva que han inaugurao estos días atrás en la Plaza de San Juan Bosco. No está mal. A mí me gustan las fuentes ornamentales de agua porque son signo de vida, paz y prosperidad (a los moros, cuando estuvieron en España, les encantaba, y si no, vean ustedes las fuentes tan maravillosas que hay en la Alhambra, y claro, como somos medio morunos...) Desde luego, me gusta más la fuente de San Juan Bosco, aunque sencillica, que el cascajo de la chimenea enrobiná que había antes; y eso que ya nos habíamos acostumbrao a ella y la habíamos aceptao como un elemento más del barrio; y a los forasteros que venían la primera vez a Cieza (mejor que llegaran al pueblo por ahí, que no por el Asensao, porque anda con dios, cómo está aquella entrada...) les explicábamos: “Cuando llegues a una chimenea de hojalata enrobiná, tira p’arriba, o tira p’abajo, o tira p’alante..., etc.” En fin, que aquel adefesio metálico servía para algo; hasta que un día fueron y ¡zas!, la arrancaron de cuajo y se la llevaron a Los Praos (allí parece más pequeñica y más cutre, fíjense lo que son las cosas...), y entonces fue cuando publiqué aquel artículo titulado “El hacer y el deshacer dan de comer”, porque hacía na de tiempo que s’habían gastao una milloná en poner aquella marranería, que también decían que era una fuente de agua, pero que no supieron hacerla y en vez de dar agua, daba pena, y después se gastaron otra milloná en quitarla (claro, como el dinero público no es de nadie, según dijo una ministra lumbrera, ¡pos venga...!)
Yo creo también que lo que nos pasa aquí en este pueblo, es que somos un poco “culo de mal asiento” y no aceptamos que las cosas perduren y se conviertan en referencia histórica del paisaje urbano. Si no, miren ustedes la Plaza de España: ya va por la tercera remodelación, que en poco o en nada se parece cada una a la anterior. ¡Hombre!, si ya nos habíamos acostumbrao a la “Tortada”, tan bonica y tan singular como era, con el Oasis debajo pa que los críos que jugaban a la pelota entraran a pedir vasos de agua...; ¡pos na!, van y se la cargan; ponen la plaza patas arriba y levantan en su lugar el obelisco ese bífido (o “Pirulí”, aunque más bien parece un chuzo de punta p’arriba); al mismo tiempo, las cuatro fuentes de piedra que tenía la plaza con esculturas de Planes, pos ya no las rehabilitan pa que funcionen ni na. (Ah, y que no se les encapuruche dentro de poco y digan de hacer aparcamientos subterráneos, y la vuelvan a levantar...)
La Esquina del Convento, tres cuartos de lo mismo: lleva ya varios cambios desde que había ahí una glorieta típica ajardinada con el busto de José Antonio (o de Franco, no me hagan mucho caso); luego hicieron una fuente redonda muy bonica con luces y peces de colores, y con rosales alrededor (eran los tiempos en que tiraban en ese lugar el “segundo castillo” de la Feria, ¡qué emocionante!, y decíamos “el que mire p’arriba, le cae la caña”, pues las cañas caían encendías sobre el Palacio de Justicia, el Asilo o la Telefónica, o entre la muchedumbre envuelta en el humo de la pólvora). Y ahora ya ven como está esa plaza, con una pérgola más bien poco cuidá, y con las escaleras inservibles de bajada al aparcamiento subterráneo allí en medio: un meadero perfecto pa los borrachos.
El paseo también ha ido cambiando de aspecto y de nombre cada periodo de tiempo (aquí nada perdura ni crea solera muchos años). Cuando se llamaba “de Marín Barnuevo”, tenía una verja de hierro alrededor y estaba flanqueado por majestuosos pinos; cuando le pusieron “de los Mártires”, con la cruz de lo caídos en la punta de abajo y una estatua que la gente le decía “la Rumba”, y dos kioscos de pipas, uno en cada extremo, adoptó una imagen más desolada, no obstante, toda la juventud del pueblo iba allí los domingos cuando salía del Capitol o del Galindo, a dar vueltas y vueltas y “sacar agua”; ahora ya sin nombre, de estilo Pepeluquiano, cada vez están más deterioradas sus pinturas decorativas y no pasarán muchos años en que lo levanten entero y le den un nuevo look. (Es nuestro sino).
Pero volviendo a San Juan Bosco, también la primera plaza, recuerden que era distinta (anterior a ella la Avenida de Italia estaba sin asfaltar y toda aquella zona de frente a la iglesia era un desastre y un barrizal cuando llovía, y únicamente estaba enlosá la acera del Instituto hasta la casetica del Salva, frente al atrio de la parroquia). Entonces hicieron una rotonda con jardines en el centro: dos palmeras, unos arbolicos y muchos rosales, ¡precioso!; pero como cuando el diablo no tiene na que hacer, con el rabo mata moscas, pensaron ‘vamos a poner aquí la chimenea más fea del mundo’ e hicieron una fuente que no manaba agua, aunque servía de hito para los forasteros. En fin, pa qué vamos a seguir...
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 10/08/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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