Ría de Tina Menor (Cantabria) |
Fuente De, en Cantabria, es un impresionante circo de montaña en plenos Picos de Europa. Un entorno natural de ensueño colonizado por los hayedos, donde tiene su nacimiento el río Deva y donde se halla un parador nacional y un vertiginoso teleférico, que funciona desde el año 1966, y que asciende en un santiamén hasta las peladas crestas rocosas.
Como les contaba en el artículo anterior, después de haber disfrutado el día antes, Mari y yo con nuestras hijas, en la maravillosa playa de Suances, a unos diez minutos de Santillana del Mar, donde estábamos acampados, decidimos marchar a la montaña. Es por lo que desayunamos temprano, contemplando las suaves colinas de prados verdes que había enfrente del camping, en las que pacían libres o rumiaban confiadas las vacas como si hubiesen estado allí toda la vida.
Después tomamos la carreterilla costera (la autovía del cantábrico aún no tenía abierto el tramo de Torrelavega a Oviedo) y pasamos sin detenernos por la señorial Comillas y por la marinera San Vicente de la Barquera, y, en llegando a Unquera, famosa por sus riquísimas corbatas de hojaldre, cogimos el desvío hacia Potes. Las chicas aún iban soñolientas en el coche, aunque el viaje en sí era un placer indescriptible: a un lado, se veían aquí y allá las vaquerías, rodeadas de verdes prados y hacinas de heno que perfumaban el ambiente; al otro, aparecía y desaparecía el espectáculo de la costa cántabra, a trechos pacífica de rías mansas y playas suaves, a trechos brava de acantilados donde rompe la pleamar enfurecida.
Luego, la carretera, estrecha y curvosa, comenzó a ceñirse a contra corriente al curso del Deva y cuando llegamos a la bonita localidad de Panes, nos habíamos salido de la provincia de Santander y estábamos de lleno en el Principado de Asturias; después bordeamos durante un rato el límite entre ambas comunidades autónomas, hasta encarar definitivamente el desfiladero de la Hermida, que con sus más de veinte kilómetros es el más largo de España. Éste, con cumbres casi verticales de hasta 600 metros de altitud que se te echan encima a cada paso, es la única puerta natural de la comarca de la Liébana para entrar o salir a la costa del Cantábrico.
A partir de ese momento, el río y la carretera se enzarzan en una estrecha rivalidad intentando superar la interminable angostura. Luego, a mita del opresivo trayecto, las montañas parecen conceder un respiro y se separan un poco para dejar espacio a la localidad de La Hermida, donde no proliferan más de 15 ó 20 casucas montañesas de piedra y madera. Después la estrechez del desfiladero ya no concede tregua alguna hasta descubrir con la vista el gran valle lebaniego donde se asienta Potes, uno de los pueblos más bellos de toda Cantabria. Aquí nos detuvimos a comprar comida en los puestos de un mercadillo con la idea de hacer un picnic.
Más tarde, fascinados por la majestuosidad del paisaje en Fuente De, nuestras hijas corrieron a la estación del teleférico con la ilusión de subir en él. Las cabinas rojas, repletas de público, se hacían pequeñitas a medida que las veíamos alejarse trepando por el cable de forma inverosímil, casi rozando las paredes rocosas de la montaña, hasta empotrarse en la cota superior como si fuera en un nido de águilas. Así que sacamos los tiques y en poco más de tres minutos, con los oídos zumbando, habíamos ascendido los casi los 800 metros de altura que hay desde la estación inferior del teleférico al Mirador del Cable, un balcón saliente en el abismo desde donde todo Fuente De se puede abarcar con la vista.
Arriba anduvimos contemplando la grandiosidad de los Picos de Europa y sentimos la fortaleza que dan al espíritu las montañas (nos quedamos embelesados viendo algunas personas que se lanzaban con parapente desde aquella altura para ganar el cielo con las térmicas del medio día). Luego, a punto ya de descender, en el restaurante-tienda que hay agarrado al borde del precipicio, Mari se encaprichó de unos zuequitos de madera, pero el vendedor le corrigió casi ofendido, que “zuecos les llamaban en Galicia; en Cantabria eran madreñas”.
Poco más tarde, y antes de regresar a Potes, donde estuvimos paseando y haciéndonos fotos por sus callejas y de compras por sus tiendas típicas, nos sentamos a comernos los bocadillos en un prado de hierba a orillas del río Deva, cerca de Camaleño, municipio que acoge en su término el monasterio de Santo Toribio de Liébana, uno de los cinco lugares santos de peregrinación que hay en la cristiandad, junto a Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Caravaca de la Cruz.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 27/04/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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