Palabras para Paula

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Paula y yo, el 31/10/2012

Querida Paula, hoy te escribo estas palabras porque eres para mí lo más importante del mundo, alguien especial, ya que no encuentro nada más bello que tu alegría, que tu rostro angelical, que tu actitud cariñosa, que tu boca cuando me hablas o que tus besicos de azúcar en mi mejilla. Tú aún no sabes de la soledad de los hombres solos, ni del dolor por la ausencia de la persona amada; no sabes de los retortijones del alma sufridos cuando hubo de llegar la mala hora, hace cinco meses, y tuve que afrontar lo irremediable del destino, la partida cruel de quien había sido conmigo durante tantos años una sola carne. No lo sabes, querida Paula, porque todo en ti ahora es felicidad e inocencia. Porque vas a cumplir tan solo cuatro años el próximo día 5 de diciembre y, para todos nosotros que te queremos, no eres otra cosa que la felicidad misma.

Cuando soples la vela de la tarta alguien pedirá un deseo muy grande por ti. Alguien estará a tu lado sin saberlo, y un recuerdo nos helará un poquito el corazón, aunque lo disimulemos muy bien con sonrisas. Tendrás tu fiesta de cumpleaños con tu familia, con tus amiguitos del cole; tendrás tus regalos; te haremos fotos y algún vídeo para el recuerdo y los guardaremos junto a los de años anteriores, en los que aparece junto a ti la abuela Mari, que te adoraba con todas sus fuerzas y que tú también la querías mucho desde que empezaste a descubrir el mundo. Y a ese amor tierno y puro se agarraba ella en sus últimos días, cuando se rebelaba ante la terrible verdad de los oncólogos: “... es que tengo tres hijas y una nieta que me quieren mucho”, decía abriendo sus hermosos ojos rasos de lágrimas, como si esa fuera una razón poderosa para retrasar en lo posible la partida. Pero ellos, que eran como ángeles enviados del Cielo para hacerse cargo de los seres torturados por la enfermedad, sólo entendían que las horas estaban contadas y sus pronósticos eran como el evangelio. “No sufrirás”, le respondían por todo consuelo y ella lo aceptaba.

Tú, querida Paula, vas a cumplir cuatro años en un entorno familiar de amor y muchas cosas de esta vida aún te son ajenas, mientras que valiosos recuerdos de cuando eras más pequeñita los tendremos presentes por ti para cuando tengas más uso de razón, como el recuerdo dichoso de cuando bailaste con la abuela Mari en una boda; sólo tenías dos añicos y todos los invitados quedaron sorprendidos y admirados; o como cuando jugabas con ella al cuento de Blancanieves, que tú repartías los papeles y a la abuela le dabas siempre el del príncipe para que te despertase del hechizo con un beso, y la abuela Mari se acercaba entonces al sofá, donde te habías dejado caer tras comer la manzana de mentirijilla, y te daba un beso de verdad y tú abrías los ojos con una sonrisa digna del paraíso, que a ella la llenaba de dicha.

Luego, cuando vayas creciendo y contemples, como testimonios del tiempo vivido, todas las fotografías y vídeos, te explicaremos que el día en que cumpliste los tres añicos, la abuela Mari estaba ya gravemente diagnosticada (ella lo supo todo desde el principio), esperando el aviso para la intervención por la que los doctores intentarían salvarla, y sin embargo aún estuvo jugando contigo como si nada le pasara. Comprenderás el ejemplo que nos dio a todos de cómo vivir con alegría y de cómo morir con dignidad. Comprenderás por qué tantas amistades y tantas personas buenas han sentido en el alma esta tragedia que nos ha pasado; personas que me dicen todavía que rezan por ella, que es lo único que ya podemos hacer. Fíjate, que hasta el cirujano que la operó me dio sus condolencias de corazón el otro día, pues ella “...era de los enfermos que se lleva uno a casa”, me dijo el hombre apenado.

Tú, querida Paula, aunque eres una niña lista e inteligente, todavía no entiendes bien qué ha pasado, por qué la abuela Mari, que era lo mejor que teníamos en nuestras vidas, tuvo que marcharse tan lejos, donde nos estará echando de menos a todas horas, pues eso fue lo que me dijo en sus últimos momentos: “...os voy a echar mucho de menos”. Eso le dolía a ella más que la muerte misma, el estar en un más allá sin nosotros, sobre todo sin ti, querida Paula, que cuando naciste, hace ahora cuatro años, ella lloró de alegría al verte: “¡...preciosa, es preciosa!”, decía emocionada.

Yo no sé si nuestras vidas están escritas en alguna parte, en algún libro de Dios, pero tú quizá llegaste temprano para que ella te conociera, te amara y te gozara. Luego, cuando comprendas mejor las cosas, te enseñaré el vídeo que os hice a las dos jugando en el salón de casa el día antes de ingresarla para empezar la terrible cuesta abajo sin retorno, pues todas las terapias tras la operación habían resultado en vano.

Ahora tenemos la obligación de seguir viviendo la vida y tú, querida Paula, eres el motivo más principal para consolarnos y lograr esos pequeños momentos de felicidad. Es lo que a la abuela Mari le hubiera gustado: que sigas jugando, creciendo y aprendiendo, y que tengas un feliz cumpleaños rodeada de todos nosotros que tanto te queremos.

©Joaquín Gómez Carrillo

(Publicado el 01/12/2012 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")