INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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17/8/09

Cieza, 1871

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Foto de un cartel del Club Atalaya, donde se aprecia una imagen de Cieza del último cuarto de siglo XIX
A lo mejor muchos de ustedes ya han visto la fotografía esa tan antigua del pueblo. En realidad son tres las fotos, que al parecer fueron tomadas por un tal J. Laurent, un fotógrafo francés que iba en el tren de pueblo en pueblo y nos dejó esos valiosísimos documentos de la época.

Las fotos de que les hablo son de 1871, o sea, que tienen la friolera de ciento treinta y ocho años, que se dice muy pronto, y las han recuperado los del Club Atalaya con motivo de su certamen de Cine Mágico. Y el otro día, hablando por teléfono con mi amigo Agustín el Pavo, me dijo vente luego por aquí a verlas. Y eso hice.

Les aseguro que impresionan, y cada una de ellas revela más cosas que un millón de palabras. Hay dos que se centran más en el Puente de Hierro (el original, el que era de hierro y duró hasta los años cincuenta del siglo pasado, cuyo suelo era de tablas de madera, salvo dos vigas metálicas gigantes, sobre las cuales tenían que pasar los carros con mucho tino), no obstante, a través de dichas fotografías se descubren otras cosas, como la construcción de la Ermita del Santo Cristo (una de las torres se encuentra a medio levantar), o como el estado de la Fortaleza, cuyos restos de muralla, junto a la que fue casa del Peseto, están muy deteriorados en la actualidad; o algo tan inaudito como que no existía aún el Muro ni el Puente de los Nueve Ojos, y, una vez cruzado el de Hierro, se abocaba en un terraplén por el que maltrechos caminos descendían a la huerta para continuar hacia Mula; o como que el Arenal, castigado entonces por las constantes riadas y “no apropiado” todavía por las fincas lindantes, se ve inmenso. A lo lejos, se aprecia también la Máquina fija y el Puente del Asensao, con el ferrocarril, inaugurado apenas 5 ó 6 años antes bajo el reinado de Isabel II, Reina de las Españas.

Pero la fotografía más importante es la que han ampliado y la tienen puesta en la fachada del Club. Se trata de una vista del pueblo con la Atalaya al fondo. Al principio, les confieso que no reconocí que era Cieza y pensé: ‘estos muchachos han hecho una composición como otros años con algún poblado del Tíbet o de por ahí’. Pero después me dije: ‘no, este es mi pueblo’. Claro, nuestro pueblo, pero de hace casi siglo y medio.

Lo primero que uno busca es la torre de la iglesia y ¡no está! Aún no la habían construido. Y luego, cuando miramos la Atalaya, ese magnífico telón de fondo de Cieza que tan maravillosamente pintaba en sus cuadros Jesús Carrillo, nos damos cuenta que se halla totalmente desnuda de cualquier signo de vegetación. ¡Una lástima!, pues se ve maltratada por la erosión, con marcadas regueras de cuando había tormentas y las aguas escurrían por la pendiente. De por qué estaba la Atalaya tan pelada como mano de mondongo es fácil averiguarlo: todo el combustible que se utilizaba en las casas provenía de la leña. Cualquier materia leñosa era codiciada, apropiada, transportada y quemada en los hogares, bien para espantar el frío en invierno, bien para cocinar durante todo el año. De modo que, primero por los musulmanes de Siyâsa y luego por los cristianos de Cieza, la Atalaya era el monte que tenían más a mano para esquilmar cualquier árbol, arbusto o matojo y alimentar sus hogares u hornos.

En la citada fotografía, de una calidad impresionante para la época, podemos descubrir alguna casa que todavía existe, y, donde ahora hay un barrio entero (la zona de la Cuesta del Molino), sólo se ven huertas divididas por encañizadas.

Parece ser que el franchute, con su cámara de cajón a cuestas, se paró por alguna parte cercana al Camino de Madrid, y, desde algún pequeño altozano con las huertas de riego de portillo al pie, siendo las 10 ó las 11 de una mañana soleada, en la época del buen tiempo (se ven unas higueras en todo su esplendor), disparó su máquina.

En la distancia, y por el natural deterioro de la imagen, no se aprecia la gente que pudiera haber en ese instante en el campo visual. Pero si se fijan ustedes, de la primera casa de la Cuesta del Río sale humo por su chimenea. A esa hora y en esa época del año, lo más probable es que una mujer hubiera encendido la lumbre soplándole o avivándola con un baleíco de esparto, hubiera puesto una olla de barro sobre los trébedes y estuviera cociendo un puñado de alubias; luego, cuando el marido volviese al medio día después de haber cavado el panizo o embancado las patas, ella atizaría la lumbre y echaría el arroz; pondría después una mesica en medio de la casa con el piso de tierra y abocaría la comida en una fuente de barro, donde todos metería la cuchara, tanto los mayores, como los chitos.
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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"