Mi amigo Ángel Almela dice que “somos el tiempo”. ¡Qué gran verdad que es…! Hoy he visto los rostros de algunos ciezanos de hace ochenta años, han leído ustedes bien: ochenta y uno para ser más exactos, y en poco o nada nos parecemos con aquellas personas.
Les hablo de una película que existe del Día de la Cruz del año 1929, cuando se inauguró el Mercado de Abastos, obra del arquitecto manchego Julio Carrilero y magnífica construcción de José Torres Piñera (Pepón), siendo alcalde Antonio Marín Oliver. El acto fue revestido de solemnidad por la presencia del Santo Cristo del Consuelo, y tuvo su nota de jolgorio popular en el simbólico ágape para pobres que preparó la Tropa de Exploradores en la explanada de la futura Plaza de España.
Hoy he podido ver las caras de aquellos ciezanos (hombres y mujeres), alborozados por el doble significado de aquel momento histórico, y me han venido muchas cosas a la mente.
Fíjense, lo primero que he pensado con tristeza, viendo su alegría en blanco y negro de cine mudo, es que hoy están casi todos muertos. ¡Muertos!, salvo algunos chitos quizá de los más pequeños que se ven enredando por allí en medio (aparece uno tras los músicos con una venda en la cabeza, escalabrado quizá por alguna pedrada). Las autoridades, impecablemente trajeadas y con sombrero, satisfechas todas de salir en la foto, ¡muertas!; los guardiaciviles, con su uniforme de gala, ¡muertos!; los componentes de aquella banda municipal, ¡muertos!; las veinte añeras, riendo a la vida por el simple hecho de ser jóvenes y bellas, ¡muertas!; y los pobres, con su hambre perpetua, ¡muertos todos! Y hasta el mismísimo Cristo, quemado sacrílegamente tan solo siete años después.
Es por eso que he reflexionado sobre cómo somos los ciezanos. Cuál es nuestra idiosincrasia común, si es que existe. Somos sin duda un producto del tiempo que nos ha tocado vivir a cada generación y a cada persona. He observado una y otra vez las imágenes, un tanto borrosas de ésta filmación, que se hizo para proyectarla en el Cine Galindo, y no encuentro rasgos comunes que nos definan a los hombres y mujeres de la Cieza de ahora y a aquellos otros de la Cieza de hace ochenta y un años. Pues al ciezano medio de entonces me lo imagino pobre, paupérrimo, deslomado a trabajar y pasando necesidad, pero al mismo tiempo con deseos de vivir, de disfrutar lo poco que las circunstancias permitían. Al ciezano medio de aquel tiempo, lo veo sumiso y sometido, encorsetado por la perversión de las clases sociales, que entonces eran ley; creyente y respetuoso, no obstante, con los curas y los señoritos; y en último término, resignado, aunque debió de tener sueños modestos y pequeñas ambiciones, que no se resumían sino en trabajar y mantener alejado de su casa el cerco del hambre. Aunque en último término, el ciezano medio, como todos ustedes saben, se vio abocado a la hoguera de las injusticias sociales y a la propaganda maligna de la Guerra, por lo que llegaría a ser revolucionario, rompedor de yugos y en extremo iconoclasta con lo sagrado.
Mas somos el tiempo y, como un río que nos lleva, la Cieza en que vivimos hoy y la sociedad del siglo XXI, nos han hecho de otra manera. El ciezano actual, a mi humilde parecer, es persona orgullosa de su pueblo: le gusta proclamar su ciezanía allá donde va, sin embargo es muy dado a descuidar el entorno privilegiado que le rodea, tanto el urbano como el natural. Al ciezano medio de hoy lo veo un tanto hedonista, un poco conformista, y, aunque por lo general insolidario, que no se implica con facilidad en una causa, se vuelca y disfruta con sus fiestas y sus tradiciones. A los hombres y mujeres de la Cieza de hoy, tenemos que reconocerlo, nos agrada mirarnos, y que nos miren, en el ombligo de nuestro pasado, pero no cuidamos la carga de patrimonio histórico que nos avala.
Amigo y tocayo:
ResponderEliminarNo se ve tu artículo anterior. Tendrás que ponderlo con letras que destaquen del fondo.
Por lo demás, estupendo blog. Un abrazo.