INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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16/7/23

El oasis perdido de Cieza

 .

Una de las balsas, perdida ya y en ruinas, de las varias que había en la huerta de Cieza, las cuales proporcionaban el riego por tanda a través de kilómetros de canalizaciones y regueras

El río Segura, con sus cinco acequias, proporciona desde hace siglos excelentes tierras de cultivo en nuestro pueblo, son las llamadas de forma tradicional «de riego de portillo». Luego, con los motores elevarían caudales de agua y convertirían en vergeles muchos secanos donde anteriormente solo había sementeras de cereales. El río, desde que, procedente de Calasparra, escapa  del profundo Cañón de Almadenes, hasta que abandona el término municipal por el Menjú, es el «padre» de una preciosa riqueza agrícola, además de proporcionar otras formas de bienestar a ciezanos de todas las épocas. El río es lo mejor que tenemos, aunque no lo valoremos mucho porque lo vemos ahí siempre; se ha hecho consustancial con nuestra manera de entender la vida, se ha fundido con nuestro paisaje interior; el río Segura es un cordón umbilical histórico que nos une, de generación en generación, a los habitantes de Cieza.

Pero hay algo que sí hemos perdido, «la huerta». No la huerta que conforman el río y las acequias, que esa, modificada para bien o para mal, sigue estando ahí. La huerta a que me refiero es la que se regaba con manantiales naturales, entre los cuales el más importante de todos era la Fuente del Ojo; esa gran huerta que abarcaba desde la Fuensantilla hasta Bolvax, y desde las faldas de la Sierra de Ascoy hasta la mismísima Plaza de España: la gran e importante «huerta de Cieza», con sus olivares y sus cultivos agrícolas de toda clase; con su riego por tanda mediante varias balsas, la más grande de todas, «el Pantano», que era redonda y recogía el caudal de agua que movía la rueda del Molinico de la Huerta.

Manuel de Ollas, «Ollicas»,  que había sido mediero de una señorita por la zona de la Isla, pudo conseguir luego tierra propia. Había medrado algo con otras actividades y adquirió una casa en el ensanche y un par de taullicas en la huerta, no lejos del Camino de las Zorras. Él era no muy alto, algo achaparrado, y vestía de pana con sombrero de fieltro, y los domingos, despacioso, se llegaba a veces hasta «el Bullas» (el viejo, que era una taberna a la antigua usanza, con mostrador de madera y mucho olor a vino «cristianado») y pedía un chatico con un puñado de cacahuetes.

El Camino de las Zorras, hoy abandonado y destruido, cuando no apropiado por las fincas lindantes, era el atajo perfecto para ir andando al Cementerio Nuevo, es decir, el actual, porque el viejo fue desmantelado y  desacralizado para construir en su suelo el grupo escolar «Pablo Iglesias» (cambiado su nombre a «Cristo del Consuelo» tras la Guerra). Toda la zona de la huerta cercana al Cementerio era el paraíso de las oliveras mollares. De ahí que se tenía por lema: «¡De Cieza, las olivas!». Mas ahora cunde el erial, pues oliveras, con sus troncos centenarios, van quedando cada vez menos y proliferan en cambio los matorrales, signo de tierras perdidas. Lo que fue un oasis de fertilidad y riqueza agrícola, es ahora abandono.

Todos los días, con su burra blanca y su cabra negra, pasaba «Ollicas» por la calle Calderón de la Barca, en dirección a las obras que  estaban levantando los curas Salesianos en un imponen te solar en mitad de las oliveras; entonces tomaba una senda, a cuyos lados, aquí y allá, había carreras de hiladores con sus hombres andando del revés, y llegaba a su tierrecica, donde tenía plantado un poco de cada cosa. Las calles del ensanche eran aún de tierra y las mujeres las barrían todas las mañanas con escobas de palmas y las humedecían después asperjando con sus manos el agua de un caldero. Entonces decían: «ahí va “Ollas” con su burrica y su cabra». Llamaba la atención, pues delante iba la bestia con su serón de pleita, detrás caminaba él, fumándose un cigarro liado a mano con tabaco de su petaca, y varios pasos más descolgada, pero suelta, venía la cabra.

Hoy en día aún se hallan vestigios de lo que fue el regadío de la huerta: kilómetros de regueras que interconectaban manantiales y balsas, llegando hasta los huertos de las monjas clarisas o de los Anaya (eso cuando Cieza finalizaba en la Calle Mesones y el Paseo de Marín Barnuevo se acababa de construir sobre uno de los caminos que se adentraban en la huerta). Esa red de canalizaciones, bien de obra, bien de tierra, ya no existe, pues todo se empezó a venir abajo cuando la hermosura de la Fuente del Ojo dejó de manar su glorioso caudal de agua. ¡Qué canallada! Habían concedido permiso a una sociedad explotadora de aguas subterráneas para que llenase de perforaciones la profunda capa freática de la Sierra de Ascoy, un inmenso acuífero que había acumulado el agua durante millones de años y que se desbordaba de forma natural por los diversos manantiales, siendo el mentado de la Fuente del Ojo el más importante.

A la tarde regresaba Manuel de Ollas de sus tahullicas de la huerta por la Calle Calderón de la Barca, y de la misma manera que había ido por la mañana, delante caminaba la burra, cargada con algunos esquilmos en el serón, o con o alfalfa para los conejos, que entonces se criaban animales en los corrales de las casas del pueblo; detrás iba él, con su caminar pacífico, y veinte pasos más atrás, la cabrica, que venía con las tetas plenas y le costaba trabajo andar, por lo que «Ollicas» volvía la cabeza de vez en cuando y la llamaba por su nombre para animarla a seguir.

La explotación de las aguas del subsuelo, se veía a todas luces que era insostenible, hasta que todo aquel vasto sistema de nuevos regadíos se arruinó, por agotamiento de los pozos y por la consiguiente salinización del agua, pero ya era tarde; la gran riqueza que suponía el acuífero subterráneo de la Sierra de Ascoy, el cual daba vida al «oasis» de la huerta de Cieza, se había esquilmado. Se secó la Fuente del Ojo, se hundió el Molinico de la Huerta y se destruyó «el Pantano» y los kilómetros de regueras que mantenía vida la huerta.

Manuel de Ollas, cuando regresaba de la huerta, cansado tras su jornada, y descargaba la burra en la puerta de su casa, aún tenía la cachaza de montar en ella a sus nietos y pasearlos un ratico calle arriba y calle abajo. Y las criaturas, aun haciéndose daño con las cucarras de esparto del serón en sus muslicos desnudos, iban contentas, sonrientes, pletóricas de gusto.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"