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Flores blancas no ofenden
Hay una verdad triste, descarnada, incuestionable: las mujeres siguen muriendo a manos de hombres miserables, cobardes y despiadados. Punto. Hay otra verdad, a los hombres miserables, cobardes y despiadados, no les afecta en absoluto el que a su violencia que ellos llevan a cabo contra las mujeres se le ponga un nombre u otro, y mucho menos les importa el que entre políticos se tiren los trastos a la cabeza por el nombre de la violencia que estos fulanos, miserables, cobardes y despiadados, perpetran contra las mujeres. ¿Estamos? Pero es más, a estos asesinos hasta les favorece el que los políticos gasten sus energías y el tiempo en criticarse unos a otros por el nombre de la violencia en lugar de invertirlas en estrategias para cortarla y erradicarla de la sociedad.
No sé si en democracias de individuos más cultos pasa lo mismo, pero aquí todo se politiza, hasta las palabras, los fonemas, como apreciarían los lingüistas. Se politizan las etiquetas, los sambenitos, los atentados, las huelgas, las manifestaciones, las desgracias. Se politizan los símbolos, las banderas, las pancartas, las pegatinas, las pulseras. Se politizan los medios de comunicación, los actos públicos de repulsa y hasta las leyes y sus intérpretes. A todo se le aplica la visión parcial y demagógica de las ideologías políticas.
Pero todo eso sería anecdótico, banal, de chiste, si los poderes públicos hubieran conseguido atajar la violencia de los hombres cobardes contra las mujeres, pero no es así. Ellas siguen muriendo, y ellos siguen con sus conductas perversas. Porque no se ataca el mal de raíz, y la cosa viene de años y décadas atrás. Da igual si el gobierno es blanco o si es colorao. Da lo mismo. Y para colmo pierden el tiempo echándose en cara una cuestión de semántica, de nombres, de etiquetas, aplicables a esa parcela grave de la violencia; esa parcela que la ley ha reducido y discriminado. Miren un ejemplo, hace un tiempo, a un fulano, maltratador y machista, se le cruzaron los cables y mató a su ex mujer, a la hermana de su ex mujer y a la madre de su ex mujer. La ley entonces excluyó a la ex cuñada y a la ex suegra de ser víctimas de «género». ¿Cómo que las excluyó, si les dio muerte a las tres al mismo tiempo, el mismo día y con la misma ira a la puerta de su casa? Ya, pero para la norma solo entraba la ex esposa, y fue la única que se contabilizó como víctima de esa parcela de la violencia; a los otros dos crímenes se les aplicaría otra norma y formarían parte de otro censo de asesinatos. Increíble. De manera que la lista de mujeres muertas a manos de desalmados es mayor de lo que nos dicen en los informativos. Porque la violencia contra las mujeres es más amplia, y la cuenta que llevan se queda corta.
¿Cuál es la raíz de este mal? Pues las cosas hay que abordarlas siempre de lo general a lo particular. ¿Y qué es lo general? Lo general es la falta de respeto, a las personas (mujeres u hombres), a los bienes públicos y privados, a las instituciones, a las autoridades, a los profesores, al diferente, etc. Falta de respeto a todo. La sociedad, en términos generales, se está volviendo irrespetuosa hasta lo delictivo. ¿Y por qué? Por falta de una educación integral en valores. Los valores se han ido tirando a la papelera, y con los valores, el respeto. A un chaval, no solo hay que enseñarle a respetar a las chichas, a la novia, a la pareja, sino que hay que inculcarle valores positivos desde pequeñico, en la familia, en la escuela, para que sea respetuoso en general: que sepa respetar a sus padres, a sus hermanos, a sus compañeros de colegio, a sus maestros, a sus convecinos, a su círculo de amistades y, por supuesto, qué duda cabe, a las chicas con quienes entable relación afectuosa o íntima. Es un error parcelar la educación, parcelar el respeto o, en caso extremo y grave, parcelar la violencia. De poco sirve gastar recursos para apagar fuegos; es mejor siempre invertirlos en evitar los incendios.
¿Cómo no va a proliferar el machismo y los delitos sexuales, si está toda la pornografía, libre y gratuita, al acceso de cualquier criatura con un móvil en la mano? ¿Qué aberración social es esa? ¿No se les cae la cara de vergüenza? Y mientras tanto los políticos enfrascados en si unos partidos admiten «género» o no admiten «género», para ponerlos de vuelta y media, y acusarles de negacionistas, terraplanistas. Nada más inútil que obviar el fondo de la cuestión con disquisiciones semánticas, al tiempo que los maltratadores se siguen reproduciendo como hongos y las mujeres siguen muriendo asesinadas. Esa es la realidad, el fondo del asunto. El nombre de esa parcela de la violencia da igual, eso es accesorio. El maltrato machista y la violencia hay que atacarlos de raíz con una buena educación en valores y en respeto. Me dirán, ¿y los que ya están creciditos o vienen de otros países con su machismo y su violencia a cuestas? Esos son fuegos que hay que apagar, desde luego; mas en nuestra masa de jóvenes se está a tiempo de actuar y prevenir.
Las preguntas son, ¿cuánto están los poderes públicos dispuestos a invertir en educación para el respeto, en programas de educación en valores? ¿Consideran verdaderamente grave la violencia contra la mujer y la violencia en general? ¿Hacen balance de los actuales medios disponibles o en acción y de los resultados obtenidos? El balance es malo, desolador, porque en los casos más graves, la actuación es a posteriori, cuando no hay remedio; y entonces se machaca mucho que hay que denunciar y usar la línea del 016. Eso es correcto; a la más mínima hay que «salir corriendo», como advierte Amaral en su canción. Pero ojo, hay que saber identificar las líneas rojas, para no traspasarlas o, en su caso, para advertir que han sido traspasadas y denunciar de inmediato.
¡Pónganse a trabajar los poderes públicos! No basta con salir a los medios e informar, y constatar, que cada vez proliferan más las «manadas» de depredadores sexuales juveniles, de menores, de adolescentes, que delinquen de rositas. ¿Cómo no las va a haber señores míos? Miren las redes y miren toda la basura porno que se halla a toque de dedo en los móviles. El porno en los niños y adolescentes es el germen más depravado del machismo; es como un gusano del mal que anidará en su cerebro; es el peor patrón de cosificación de la mujer, de objeto de «consumo» sexual por parte del varón. No me vengan luego a darse por sorprendidos del aumento de estos delitos entre menores. ¿Se pueden evitar? Sí. ¿Se quieren evitar? Tengo dudas. Mientras tanto andamos entretenidos con las palabras, los símbolos, las banderitas, las colgaduras, las pancartas, las lonas. Y la sangre derramada de las mujeres, ¿qué? Ese es el fondo de la cuestión.