INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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9/11/22

Paisajes urbanos de Cieza, XXIII

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Nocturno de los puentes «de Hierro» y «de los Nueve ojos»

Hace muchos años, las casetas de los «aforaores» formaban parte del paisaje urbano en las diversas entradas al pueblo; lo mismo que también eran elementos paisajísticos, en calles y plazas, los kioscos de pipas, caramelos y tebeos, todos con un mismo modelo arquitectónico.

Los ayuntamientos ahora perciben dinero a brazados (gastándolo a veces sin ton ni son), del Estado, de las comunidades autónomas o de la Unión Europea, además de los cuantiosos recursos propios, que no son pocos, como el impuesto de vehículos o la contribución, por citar alguno. Pero hace muchos años esto no era así; se trataba de tiempos de mucha austeridad y pobreza. Entonces nuestro ayuntamiento tenía que arañar de aquí y de allá para disponer de fondos (sépase que los alcaldes y los concejales no cobraban sueldo, y algunos empleados hacían de bombero, de electricista y de lo que hiciera falta). ¿De dónde sacaba el dinero? Principalmente del esparto que se recolectaba en los montes públicos, y de las cortas de pinos que eran subastadas a las empresas explotadoras de la madera, entre otras cosas. Luego había algunos arbitrios que venían a ser peccata minuta en el monto presupuestario, como el de «carruajes», a los carros; el del «hielo», a los fabricantes de hielo; o el de «consumos», que lo cobraban por los campos. Por eso, y para sacar algunas perricas, estaba gravado el tránsito de ciertos productos, como el de animales, cuyos puntos de pago eran las «casetas de los aforaores».

En tiempos tardíos, cuando algunos kiosqueros habían innovado vendiendo polos, cigarrillos al por menor, o revistas y períodicos, el de la puerta de Correos apostó por otra vía muy distinta. (Me acuerdo ahora de Manolo «el Rey», un pacífico represaliado tras la Guerra Civil, donde había recibido un bombazo que le tiró un moro y estuvo nueve meses en un hospital de monjitas entre la vida y la muerte; eso contaba el hombre sin rencor.) Manolo «el Rey» decía que el kiosquero de la puerta de Correos era su sobrino; a saber… El caso es que el «sobrino del Rey», como el negocio de las pipas había decaído en beneficio de la «Casetica de Cartón», que estaba enfrentico de la tienda de «Ramón García», y de la Casetica de Carmelo, en la Plaza de España, pues el hombre se hizo «amanuense».

En 1932, según consta en un acta de pleno, se construye la «caseta de arbitrios del Parque», por un coste de 106’20 pesetas (¡menos de lo que se le da hoy a un pobre!). Pero esta caseta, según los muy viejos, estuvo en la esquina de la Calle Santiago con la Gran Vía (que aún no existía). Luego la quitarían de ahí y construirían la que conocemos aún en pie, más allaica del Hogar de los Pensionistas. Solo quedan dos casetas de arbitrios o de «aforaores»: la mentada de la Gran Vía y la del Puente de Alambre. Pero hubo algunas más en las entradas al pueblo, como la del Puente de Hierro, al pie del terraplén del Muro; la del Camino de Abarán (ahí enfrente del Bar Olimpia), o la de la Carretera de Las Ramblas, junto al que fuera muchos años «el Bar Rana», al laíco del Puente de la Isla. Las dos únicas casetas de «aforaores» que quedan —como ya he dicho— deberían protegerlas y añadir algún panel explicativo de su historia y su función. Si desconocemos nuestro pasado, mal caminamos hacia nuestro futuro.

Ahora no queda más que un kiosco original de los muchos que había por el pueblo; este es el que está, bajando por la Calle Zaraíche, con el cruce de la Calle Doctor Fléming, y está cerrado. Los demás los fueron modificando en su fisonomía y dimensiones o los quitaron de un plumazo, como el de la puerta de Correos, cuyo último kiosquero que lo regentó fue el mentado «sobrino del Rey». Este se sacaba una banquetica fuera del kiosco y atendía a las personas que necesitaban escribir una dirección en un sobre o rellenar el impreso para certificar una carta o para poner un giro postal. Ese fue el exiguo negocio que le quedó al hombre cuando ya ni los zagales cambiaban tebeos. Pues hubo un tiempo en que los kioscos hacían el papel de «bibliotecas prestamistas»: los «Mortadelos» y los «Jaimitos» se cambiaban por una peseta, y las novelicas del Oeste, de Marcial Lafuente Estefanía, a duro; el especialista en novelas del Oeste era el «Coque», que tenía su kiosco al laíco del taller de carpintería de «los Cocos», en la Calle la Tercia).

Los «aforaores», en sus casetas, tenían cierta autoridad; eran «agentes» municipales y «recaudadores» del correspondiente arbitrio por el paso de ciertas mercancías, que estaban gravadas por su valor. Y, como la gente se andaba lista para ocultar estos productos, pues los «aforaores» desplegaban los recursos a mano según su experiencia; poseían unos pinchos finos y largos con los que atravesaban los serones de pleita de las bestias o las bolsas de los carros. Aunque algunas veces se les escapaban cosas porque la gente del campo estudiaba mucho para burlar los controles, como hizo un día una mujer que venía al pueblo andando desde el Ginete.

El en Paseo de los Mártires había dos kioscos, uno en cada punta; en la esquina del parque, otro; en la Plaza de los Toros, esquina con Azorín, otro; en la esquina de la Cárcel, frente al estanco de Pulga, otro; en San Juan Bosco, la casetica del Salva; el que más vendía de todos, era el de Carmelo (luego de Matías), en la Plaza de España. La «Casetica de Cartón» no tenía la arquitectura de los kioscos, y en ella vendían mayormente pipas.

El «sobrino del Rey», no es que manejara muy bien el boli, pero él se esforzaba sacando su lengua y, por una o dos peseticas, rellenaba aquellos impresos amarillos de Correos, que a algunas personas les parecían un mundo cuando adentro se los daban sin más explicaciones.

La mujer del Ginete que les decía, con falda ancha, refajo y delantal, llegó al Puente de Hierro y el «aforaor» le preguntó si llevaba algo que «declarar». «¡Como no sea el conejo que llevo entre las piernas…!», respondió ella. El otro dijo «¡anda, anda, fulanica, que tienes una boca…!». Luego, alejándose, la mujer sacó de debajo de su delantal un hermoso conejo que colgaba oculto entre sus piernas y, riéndose, lo mostró en la mano.
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"