INTRODUCCIÓN

______________________________________________________________________________________________________
JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

Buscador por frases o palabras

Buscador por fechas de publicación

Traductor de esta página a más de 50 idiomas

25/9/22

Paisajes urbanos de Cieza, XVIII

 .

El Sol, incendiado el crepúsculo vespertino, se esconde tras la cara oculta del Almorchón; mientra tanto el Segura, que nunca es el mismo río, fluye a los pies de la Atalaya

Junto a las tapias del «Cementerio Viejo» pasaba una sendica, entre las oliveras,  que llevaba a la Fuente del Ojo. A muchas mujeres les daba un poco de «yuyo» cuando tenían que ir a lavar de noche. Pues el lugar del lavadero público, diseñado por el arquitecto Justo Millán (el mismo que hizo la plaza de toros de la Condomina, en Murcia), lo eligieron pensando más bien en ahorrarse metros de tubería: pegaíco al caudaloso manantial del «Ojo». Pero no pensaron en las pobres mujeres que tenían que desplazarse hasta allí cargadas con los barreños de ropa desde el otro extremo del pueblo.

Por los años veinte del siglo pasado, ya existía el «Cementerio Nuevo» (por cierto, bien estaría cuidar un poquito los cipreses centenarios del Camino del Cementerio para que no enfermen y se sequen; ya que antes éstos podían extender sus raíces a las fincas lindantes, regadas y cultivadas, pero ahora éstas se encuentran perdidas y convertidas en un secanal, donde es imposible que medren los viejos árboles; ¡una lástima!). Cuando construyeron el Cementerio Nuevo, trasladaron a él los muertos más frescos, los más ilustres, y los restos de los más ricos. De manera que durante unos años, el viejo, quedó como un solarón municipal (no sé si desacralizado como «ex camposanto»), donde aún permanecían muchos restos pobres en fosas olvidadas o nichos medio caídos. Aun así, a las mujeres que tenían que pasar a altas hora de la noche por la sendica de junto a la tapia para ir a lavar, se les ponían los vellos como escarpias si oían adentro ruidos extraños.

El antiguo lavadero de la Fuente del Ojo, ahora medio reconstruido para salir del paso (algo es algo, no nos quejemos), lo habían dejado perderse, arruinarse, caerse y ser enterrado entre basuras; y así estuvo durante años de desidia y abandono de lo público, ¡qué pena! Coincidió esto con la esquilmación, consentida por el ayuntamiento, de la inmensa capa freática que existía desde millones de años bajo la Sierra de Ascoy (hablo de los años sesenta): extrajeron, mediante numerosos y profundos pozos, cientos de miles, ¡millones!, de metros cúbicos de agua para negocio de unas explotaciones agrícolas desmesuradas, y, lo que es peor, al estilo de la antigua usanza del riego de los bancales por inundación. ¡Insostenible, por dios¡ Aquello fue el ejemplo más patente, y dañoso para los ciezanos, de una actividad agraria insostenible; ello hizo que se secara La Mina del Agua y la Fuente del Ojo. Así que por entonces, y porque ya las mujeres no se desplazaban a lavar a mano, empezaría a caerse el lavadero, y el ayuntamiento no levantó ni un dedo para repararlo y mantenerlo en pie.

La red de regueras, que cubría toda la huerta de Cieza, llegaba hasta la actual Plaza de España. En mi plano de 1924 se observa ese detalle: regueras principales se bifurcaban para regar el «Huerto de Anaya» (en la actual manzana entre las calles Santa Ana y General Ruiz) y el convento de las Claras. De entonces y antes, proceden aquellos «derechos» a los que las religiosas apelan en la actualidad cuando el ayuntamiento les pone las peras a cuarto y les dice que agua para todos, sí, ¡pero pagando, que es gerundio! La red de regueras, para el riego por tanda, procedía la gran balsa redonda que había más abajico del Molinico de la Huerta, a la cual llamaban «el Pantano». (El Molinico de la Huerta, como es muy típico en nuestro pueblo, lo han dejado caerse a cachos.)

En tiempos de la República inauguraron el «Grupo Escolar Pablo Iglesias» (he dicho inauguraron). ¿Dónde? En el solarón del Cementerio Viejo. Un gran colegio para Cieza, con la fachada principal dando a una calle que se quedó sin abrir: la prolongación de la actual Salvador Seguí, que debería llegar, según el plano del ingeniero Diego Templado, hasta la actual Calle Santiago. En la explanación del terreno dicen que retiraron los huesos grandes y las calaveras, pero donde hay siempre queda, y luego, cuando jugaban los críos en los patios de recreo, hallaban algún pedacico de cráneo o falanges, falanginas y falangetas, de los dedos de los antiguos finados.

Las sufridas mujeres, trabajadoras diurnas en la espartería, con los barreños de ropa a la cabeza, caminaban de noche por sendas zigzagueantes entre olivos para ir a lavar a la Fuente del Ojo. Allí, bajo una techumbre de armazón de madera y tejas de cañón, soportada con pilares de ladrillo moruno (lo que hay ahora, metálico, tras la honrosa reconstrucción por una Escuela Taller, en nada se parece al original), colgaban unas bombillas desnudas de 125 voltios, que un guarda tenía la misión de encender y apagar. El brazal de agua que manaba el «Ojo», antes de que existiera la puñetera NEASA, compañía de explotación abusiva de las aguas del subsuelo, alimentaba las pilas del Lavadero, y circulaba por un reguerón, cruzando bajo la vía, para mover la rueda del Molinico de la Huerta y desembocar después en «el Pantano».

Con el cambio de régimen de gobierno tras acabar la Guerra Civil (de república a dictadura), cambiaron los nombres de muchas calles (eso siempre es recurrente; eso gusta mucho a los ayuntamientos). Y también pensaron que un colegio con el nombre del histórico fundador del PSOE, el asturiano Pablo Iglesias (no confundir con el homónimo de «la coleta»), no quedaba bien a los ojos de la nueva autoridad gubernamental. ¿Qué nombre le ponemos?, pensaron. Pues el de una de las «tres cosas que tiene mi pueblo y no las hay en España…[el Santo Cristo del Consuelo, el Castillo y la Atalaya]». Llevaron  con toda solemnidad al nuevo Cristo, pues al viejo le habían pegado fuego los «quemaiglesias» bajo el terraplén de la Ermita, y reinauguraron (lo de atrás no valía) el gran colegio, levantado sobre el solar del viejo cementerio, y lo rebautizaron con el nuevo nombre que todos conocemos: «Grupo Escolar Cristo del Consuelo», poniendo en una fachada lateral ese mosaico tan bonico con la imagen del venerado Cristo «…gloria de Cieza».

Pero antes, mucho antes, cuando ya se habían llevado los muertos más frescos, los más ricos y los más ilustres al Nuevo, el Cementerio Viejo no era más que un corralón desangelado, donde el enterrador echó unas borregas para que comieran malvas, que es la yerba que crían los muertos. Mi bisabuela Piedad Guardiola, una noche que la pobre se había desplazado desde la Cuesta de la Villa, donde vivía, a lavar a la Fuente del Ojo, y volvía ligerica, pues tenía tres criaturas pequeñas, al pasar junto al cementerio, oyó tras la tapia unos golpes de todos los demonios, que ella creyó de ultratumba o más allá; eran, sin embargo —se supo luego al otro día—, dos tercos borregos que se disputaban el liderazgo del harén a topazo limpio a luz de la Luna.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

EL ARTÍCULO RECOMENDADO

LOS DIEZ ARTÍCULOS MÁS LEÍDOS EN LOS ÚLTIMOS TREINTA DÍAS

Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
.
* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
_____________________________________________________

Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"