INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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24/7/22

Paisajes urbanos de Cieza, X

 .

Cieza de noche vista desde la Atalaya, un gozoso espectáculo

La alta chimenea de la fábrica de los Martinejos lucía, engarzadas en vertical, las tres «M»: de «Mariano Martínez Montiel». En el pueblo había unas cuantas chimeneas de otras tantas industrias, magníficamente construidas de ladrillo, que fueron cayendo con los cambios urbanos y el poco esmero por conservar este patrimonio histórico. Únicamente quedan dos: la de la fábrica del Gallego, en la trasera del Mercadona de la Gran Vía, y la de los Guiraos de la Estación, que si nadie lo remedia, un día de estos se caerá también, pues aparte de la olvidada escombrera municipal en el solar donde se encuentra y las basuras, que proliferan como hongos en derredor suyo, están los movimientos del terreno donde se enclava, ya que tras hundirse la fábrica, el suelo quedó a la intemperie y comenzó a ser afectado por los agentes meteorológicos; de hecho la base de la chimenea ya presenta visibles grietas; y, conociendo el paño, tengo, ¡ay!, nulas esperanzas de que se tome alguna medida de conservación.

El Capitol, el gran teatro de lujo, edificado a mitad de los cincuenta, ocupaba el espacio de un anterior cine de verano llamado «Delicias». Los Martinejos eran unos potentados del momento y quisieron levantar en Cieza el mejor y más rumboso cine de la provincia de Murcia, así que lo hicieron a imagen y semejanza del Teatro Capitol de la Gran Vía de Madrid. En frente del cine Capitol, casi toda la manzana era de ellos, de los Martinejos. Ahí tenían su fábrica conservera, con los muelles de carga y descarga por la calle Duque de Ribas, por donde ahora está el local de la Cruz Roja y, hace cuarenta años o más, la discoteca «Sapporo», ¿se acuerdan de la Sapporo?

La calle Barrio Montiel, era entonces un callejoncico estrecho, donde estaban algunas viviendas de los encargados o los técnicos de la fábrica; de ahí su nombre de «Montiel». Pero de todo eso ya hace un puñado de años, pues el tiempo pasa sin darnos cuenta; y, cuando la furia por hacer pisos en el pueblo, encontraron apetitoso el solarón de la fábrica de los Martinejos, de modo que lo desmantelaron todo, incluida la alta chimenea con las tres «M» arriba, y construyeron ese enorme bloque, cuyos balcones se asoman a la exigua Plaza del Capitol. Por detrás de la fábrica, dando al Camino de Madrid, los Martinejos tenían una pequeña entidad financiera propia: «La Banca de Martinejo», para desarrollar sus negocios.

Mi amigo Manuel Torres —que lo fue hasta cumplir los cien años de edad, cuando el hombre se acostó en su cama, quietecico, para morirse—, siendo joven trabajó de escribiente en la Banca de Martinejo; luego, según me contó alguna vez, pasó a trabajar de contable con los Guiraos, en la fábrica de conservas «Guirao Hermanos, S.A.», del Camino de Madrid, hasta su jubilación y el cierre de dicha industria. Manuel Torres, un magnífico nadador de río en verano y, por la calle, siempre trajeado con corbata, ¡como un pincel!, era de aquellos contables de antes, capaces de realizar sumas de muchos motes con la rapidez de una Casio.

El Capitol aquel, el grande, el lujoso, el que daba gloria entrar para ver las funciones o esperar sentado en su exquisito salón, decorado con cuadros impresionistas (el que mandaron tirar los políticos sin necesidad, ¡qué lástima!, para levantar este otro, más modesto, que hay ahora, y que ya no es el verdadero Capitol), pasaría luego a manos de Aurelio Guirao, quien había construido el primer bloque de pisos altos con ascensores de jaula en Cieza, en la Calle San Sebastián, sobre el solar de la histórica «Casa del Mayorajo de Ascoy».

Aurelio Guirao hijo sería mi profesor de filosofía y francés en el instituto. Poeta local cuando muchos de nosotros andábamos soñando con ser escritores, nos acompañaba, mejor dicho, era el alma, de unas tertulias literarias que hacíamos en el Bar de Isidoro (¿recuerdan el Bar de Isidoro, ahí en la Calle San Sebastián, donde ahora tiene la academia de baile Lola Navas?). Entre los pipiolos estudiantillos que acudíamos, me sorprendía la presencia del zapatero remendón de la Calle Buen Suceso, «Juan el zapatero», el que tenía su tallercico de reparación frente a la barbería del «Fígaro» (¿se acuerdan del Fígaro?), que el hombre —el zapatero Juan, digo—, con gran discapacidad para moverse, llevaba dos muletas de aquellas grandes, de palo, que se apoyaban en los sobacos (¿dejaría algo escrito? Madre mía, cuánta literatura, a veces de calidad, de mucha calidad, muere en los cajones del olvido…).

Un nieto de Aurelio Guirao (dueño del cine Capitol), y sobrino de Aurelio Guirao (profesor de filosofía y francés), era mi amigo y compañero de clase, Alfredo M. Guirao; el cual algunas veces nos invitaba al cine a ver una película; entonces sacábamos las entradas de principal, que eran más económicas, y, con él, nos bajábamos a butacas. El cine entonces era más grande que luego ya en los últimos años, pues además de la cafetería de la primera planta, albergaba otra abajo, según se entraba al patio de butacas, en el lateral de la derecha, que era anchurosa y confortable, la cual tenía una salida por la Calle Doña Adela. Mas al parecer hubo un momento en que el negocio de la proyección de películas decaía, y entonces «recortaron» el enorme local del Teatro Capitol (no sé si con Aurelio Guirao o con el siguiente dueño, Andrés López), y en esa ala de la mentada cafetería de la planta baja, una vez segregada del edificio del cine, construyeron un bloque de pisos con fachada a dicha calle Doña Adela.

El último propietario privado del Capitol fue Andrés López, que lo vendería al Ayuntamiento para que durante muchos años criara telarañas (ya saben cómo van las cosas de palacio). Luego, después de un tira y afloja con los proyectos de remodelación, coincidiendo con el «quítate tú que me ponga yo» de los partidos políticos, todavía siguió criando más telarañas; hasta que decidió poner la pasta la Comunidad Autónoma, con la condición de tirarlo entero (salvo la fachada) y hacer un Capitol nuevo (ya saben, grandes presupuestos, grandes negocios políticos: 12 millones de euros apoquinó la Comunidad Autónoma; como el dinero público no es de nadie… El resto, hasta 15, con las modificaciones del proyecto y los «imprevistos» de la obra, lo tendría que poner el ayuntamiento).

Y mira que les costó a las máquinas derribar la sólida obra de aquel teatro de ensueño, construido en su día a prueba de terremotos, del que presumieron los Martinejos, y nosotros, los ciezanos de entonces.
©Joaquín Gómez Carrillo

2 comentarios:

  1. Un relato muy gráfico. Tu capacidad descriptiva y tu memoria hacen de tus artículos unas bellas obras llenas de recuerdos hacia un nostálgico pasado.
    Un saludo desde un rincón de nuestra Cieza natal.

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    1. Muchas gracias por el comentario.

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"