INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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24/4/21

Memoria de una fábrica perdida

 .

Grupo de alumnos de 2º F de la ESO, del IES Diego Tortosa, rodeando con dificultad la base de la chimenea de ladrillo (fotografía de Manuela Caballero)

Si quieren que les diga la verdad, se me cae el alma al suelo cuando veo algunas cosas; cuando compruebo la dejadez, el abandono, la desidia, en la conservación de ciertos bienes de nuestro patrimonio histórico. Construcciones, vestigios, lugares, que podrían ser icónicos de nuestro pasado; que quizá tengan el valor definitorio para entender cómo era Cieza hace tan solo unas cuantas décadas; para comprender cuál era el modo de vida de su gente y de qué manera se ganaban el pan las mujeres y los hombres de este pueblo; restos de industrias que yacen hoy en el más absoluto olvido, las cuales en su día aglutinaron los afanes, las ilusiones, los proyectos y los sueños, de cientos de trabajadores de ambos sexos; Quedan, eso  sí, recuerdos de los viejos —ya casi convertidos en bienes inmateriales— sobre importantes empresas, cuyo marchamo traspasaba fronteras y era orgullo de una ciudad industrial donde las sirenas de los centros de trabajo llamaban en horas en punto a las masas obreras.

¿Por qué les digo esto? Porque el otro día pude ver con mis propios ojos el lamentable estado en que se encuentra el solar de la que fuera una gran industria ciezana: la «Fábrica de conservas de los Guiraos», en la Estación. Ya recordarán que esta firma del ramo de la conserva, «Guirao Hermanos», cuyo símbolo era «la campana», tenía dos enormes centros de trabajo: el del Camino de Madrid, cuya alta chimenea cayó como resultado de una sospechosa negligencia al excavar la cimentación para construir pisos (y no solo la chimenea, sino también un edificio lindante de seis plantas donde vivían doce familias; ¡al promotor le apodaban «Jomeini», y, encima, hizo negocio redondo con los damnificados!). Y el otro centro era la citada «fábrica de arriba», frente a la Estación del ferrocarril. Pero ahora allí no hay nada, y solo se yergue, resistiendo el embate de todos los vientos, su imponente chimenea octogonal de ladrillo macizo; y junto a ella, además de una escombrera con miles de toneladas de residuos de obras municipales, depositados con impunidad a lo largo de los años, además —digo— un inmundo vertedero incontrolado.

Pero les cuento: Pascual Santos, profesor de Tecnología del «IES Diego Tortosa», está llevando a cabo un interesante proyecto educativo de investigación con alumnos de 2º de la ESO, denominado «Ruta de Arqueología Industrial y Comercial de Cieza», con la importante finalidad de sacar a la luz una memoria en vías de extinción, u olvidada en muchos casos, sobre nuestra industria y el comercio de hace décadas en este pueblo; pero está haciendo algo más: está poniendo en estos chicos y chicas la semilla vital, que podría dar fruto en el mañana, para que de una vez por todas se invierta la tendencia de este mal endémico nuestro de dejar que se destruyan y se olviden los rasgos y vestigios de lo que fuimos. Es un proyecto ambicioso, pero necesario; laborioso, pero apasionante; difícil quizá, pero digno de tesón y, por supuesto, de elogio.

Así que por motivo de una visita del mentado profesor, en una de sus clases al aire libre, al lugar donde existió dicha «Fábrica de Conservas de Los Guiraos», es por lo que yo citaba el estado deplorable que presenta hoy el lugar. Pues dada la amistad que nos une y el interés de su proyecto, accedí encantado, cuando Pascual Santos me lo propuso, al encuentro con un grupo de alumnos y evocar por unos momentos aquellos recuerdos adolescentes y juveniles que perviven en mí.

Miren, allí trabajé tres veranos (era costumbre ganar unas perricas para la economía familiar al terminar los exámenes finales en el instituto), y algunas de las mujeres y los hombres con los que coincidí ya han muerto. El tiempo es implacable. La chica, bella como las golondrinas, con la que hice amistad el primer año en la máquina de los calibres, ya se fue al otro barrio; Lucas, el encargado, moreno y con bigote a lo Fernando Sancho, que me hablaba siempre con respeto, tiempo ha que se marchó a «los cipreses»; y la novia mía (eso fue en el tercer verano), que yo vislumbraba llegar por el Camino de la Estación, con su vestido amarillo, entre cientos de mujeres, y que me amó después cuarenta años, ya no está en esta vida.

Ahora es difícil ubicar los espacios de la fábrica. Manuela Caballero, interesada siempre en el rescate del pasado, estuvo haciendo fotografías durante la visita a los pocos detalles que quedan aquí y allá: unos adoquines en el suelo, un bordillo de piedra, un girón de pared que desafía la gravedad y la gran chimenea, exenta en el erial desangelado. Yo señalé los matorrales para indicar dónde descargaban a brazo las cajas de fruta de los camiones (entonces no había palés ni carretillas elevadoras); bajo toneladas de escombro, supuse que habrían estado las máquinas de calibrar el albaricoque o las cintas donde las mujeres lo partían y sacaban los huesos. (Por un momento vi la muchedumbre, desperdigada, que con tan solo una hora para comer, busca asiento en el suelo con sus viandas o hacía cola en la cantina de la Estación para comprar un refresco.)

A duras penas esquivamos el vertedero indecente de basuras (¿cómo puede ser que esa práctica perversa desde hace muchos años en Cieza no se corrija y constantemente surjan basureros en cualquier parte?) y llegamos a la base de la gran chimenea; estas construcciones de ladrillo las solía realizar un experto maestro en el oficio, un artesano perteneciente, bien a la «escuela valenciana», bien a la «escuela murciana»; en nuestro caso en concreto de esta chimenea, parece ser que está hecha según la valenciana, pues era la que realizaba los fustes octogonales, mientras que la murciana los hacía redondos. En ambos casos, se construían por dentro, con su plomada y ladrillico a ladrillico, y todo el izado de materiales, mediante poleas, se llevaba a cabo igualmente por el interior. (Se supone que en nuestra chimenea seguirán colocados por dentro los peldaños metálicos para subir hasta la corona).

El profesor en prácticas Manuel Piñera acompañaba al grupo; los chicos y chicas, alegres por ley de vida, se situaron junto a la sobria construcción, una joya arquitectónica que hoy corre peligro de ser devorada por la peor de las carcomas: la del abandono; pues hay que tener en cuenta que está edificada al borde de un considerable desnivel del terreno, entre lo que era la planta de envasado de la conserva (arriba) y la sala de calderas (zona inferior); y hay que reseñar también que una vez demolida la fábrica y sus cubiertas, todas las aguas pluviales, obviamente, se filtran en el terreno circundante, y ya se aprecian dos líneas de hendijas en la base de la chimenea.
 
Apenas eran trece alumnos, los del curso 2º F: Alba, María, Pilar, Silvia, Jorge, que sorteaban con cuidado los escombros puntiagudos con trozos de pavimentos y pedazos de antiguas conducciones del alcantarillado arrancados de las calles. Observamos que abajo se mantiene milagrosamente en pie la «sala de calderas»; de allí sube una galería o conducto de ladrillo, desportillado en algunos puntos, hasta la base de la chimenea, donde entronca junto al «cenicero» de esta: era el conducto de los gases, que al tener un tiro tan potente por la altura de la chimenea, favorecía el poder calorífico en la combustión. Ismael, Marcos, Javier, Toñi, se hicieron a un lado para tener mejor perspectiva y descubrir la línea de argollas con aisladores por las que descendía el cable del pararrayos (alguien lo arrancaría para llevarse el cobre, al igual que la placa de toma de tierra). Maricarmen, Andrea, Desiré y Alfonso, completaban un inusual auditorio, al que, para terminar, referí los versos de aquella canción que las mujeres entonaban en su defensa cuando el abuso de la «chorrá» era insoportable al final de la jornada. («…Sufre corazón, sufre y aguanta la carga; sufre que tienes por qué. …/… Sufre corazón “que ya se han pasao de la raya”.»)
 
Por favor, no dejen que se pierdan valiosos elementos de nuestro patrimonio histórico. Luego sólo caben las lamentaciones.
©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"