Casilla (reconstruida) junto a la cual estaba el paso a nivel donde explotó un camión de bombas en 1937, al chocar contra el Correo a la media noche |
La Estación de Cieza ya no es lo que era. Antes pasaban trenes, más que ahora, de mercancías y de viajeros. Hace años se viajaba mucho en tren, pues no había tantos coches como en la actualidad y por el ferrocarril se llegaba casi a todas partes, casi a todos los pueblos (mis abuelos se iban a los Baños de Mula en tren). En realidad, en la Estación había dos estaciones: la de Renfe y la del Chicharra, que era un trencillo que hacía el recorrido de Cieza a Villena y viceversa, pasando por Jumilla y Yecla. Yo no sé si este tren de vía estrecha llegó a utilizar locomotora diesel, o funcionó hasta que lo desmantelaron con máquina de vapor, pero el edificio de su estación terminal, cochambroso y “okupado” aún está en pie, y pone en la fachada: “FEVE. FERROCARRILES SECUNDARIOS DEL SUD DE ESPAÑA”.
En relación con la vía del Chicharra, hace tiempo que el ayuntamiento se interesó por crear una “ruta verde” en lo que fue el trazado de ésta, como en otros lugares, aunque en gran parte de su recorrido por nuestro término municipal, los particulares se han apropiado del terreno y no queda ni rastro de por dónde pasaba. Yo pequeñico, recuerdo tres apeaderos del Chicharra, en donde la gente de los campos podía bajarse o coger el tren: el de los Prados (justo en mitad de lo que ahora es el polígono industrial), el de la Corredera (frente a la Thader, por donde va la autovía) y el de la Loma de la Fonseca, cuya casilla aún se mantiene en pie a orillas de la carretera de Jumilla, donde había un paso a nivel. Por cierto, bastantes años después, tuve amistad con la guardabarreras, ya anciana, y Ortuño de las teles, como era hombre inteligente y con gran sentido del humor, me decía delante de ella: “¡Juaqui, la Antonia, aquí donde la ves, era la única mujer de Cieza, que en los tiempos más duros del franquismo salía todos los días a la calle con una bandera roja y no le pasaba nada!”
Creo que el ayuntamiento, con o sin vía verde, debería interesarse al menos por el edificio de la estación del Chicharra, para que no tengamos que estar siempre lamentando a posteriori el haber dejado perder las cosas que han formado parte importante de la historia de nuestro pueblo.
En cuanto a los trenes de Renfe que circulaban repletos de pasajeros, uno de los más importantes era el Correo, que pasaba todos los días por Cieza a las 6 de la mañana en dirección a Cartagena, y luego retornaba hacia Madrid pasando por aquí a las 12 de la noche. Antes, en los trenes de viajeros de largo recorrido se diferenciaban muy bien las clases sociales y había vagones de primera, de segunda y de tercera, como explica Azorín en su “Diálogo de los dos canes”. Cuando los trenes paraban en las estaciones, según el escritor de Monóvar, solo la gente que iba en segunda sacaba los brazos por las ventanillas para comprar refrescos y bocadillos que vendían con cestas de mimbre a pie de andén; no así los pasajeros de primera, que visitaban el “restorán” del tren; ni tampoco los de tercera, que portaban sus propias viandas traídas de casa, las cuales compartían con otros viajeros en las bancadas de madera del vagón.
El tren Correo fue el que en el año 1937, en plena Guerra Civil, chocó con un camión de bombas a media noche en el paso a nivel de los Prados (por ese paraje, tanto la vía de Renfe como la del Chicharra, iban casi paralelas y ambas cruzaban la carretera nacional). Lo cual originó una catástrofe ferroviaria de gran magnitud, haciendo que parte del tren cayese a la Rambla de Judío y originado un montón de víctimas, asunto que silenció todo lo que pudo la censura de guerra para no dar alas al enemigo.
El Correo siempre solía pasar por Cieza a sus horas y, cuando no todo el mundo tenía reloj ni la vida se vivía con las prisas y la exactitud de ahora, la gente se guiaba por los pitos de las fábricas y también, cómo no, por el silbato del Correo entrando y saliendo de la estación (mi padre, en invierno, solía levantarse por las mañanas con el segundo canto del gallo o con el pito del Correo). Bastantes años después, cuando yo estudiaba COU en el Instituto, algunas noches me iba con mi compañero Juan Manuel a subir las sacas de cartas a la Estación, pues su padre, Manolo de la Gabina, tenía esa responsabilidad, que por eso era el nombre del tren: “Correo”.
Y otro asunto anecdótico relacionado con dicho tren de pasajeros, fue el de Perico Quisquillas, cuando éste hizo creer al pueblo de Cieza, clero incluido, que se iba a efectuar una aparición divina en la Ermita a la media noche un determinado día. Tanta publicidad tuvo aquél “milagro anunciado”, que Renfe optó por detener el Correo en la Estación por el tiempo necesario para que los viajeros pudiesen bajar y contemplar aquel portento del Cielo. Ni que decirse tiene que la cosa fue un fiasco tremendo y solo la Guardia Civil pudo librar al infeliz de un “casi linchamiento” por parte del público defraudado.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 26/07/2014 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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