Aeropuerto de Manises Valencia |
Son las 7.00 h del día 6 de enero de 2014, cuando bajo la cremallera de la crisálida de mi saco de dormir y echo los pies al suelo. Pues, nonagenario mi padre, necesita compañía por la noche y me ha tocado esta pasada montar la guardia en el sofá. Me despierto de forma natural, ya que la llegada del día se barrunta poco a poco por un tragaluz que hay sobre la escalera; no obstante, compruebo que todavía quedan algunas telarañas de oscuridad cuando abro «a cuchillico» la puerta del patio para coger mis zapatillas, dejadas al relente. Más tarde le preparo una infusión en el microondas y le realizo algunos menesteres personales antes de marcharme, ya que mi hermana Jose está al llegar para retomar el siguiente turno de acompañamiento.
Mi padre, siempre con su envidiable lucidez mental, decía del suyo, cuando aquél se hallaba ya muy cascado por la vejez y por el mucho trabajar: «¡Yo, que le he visto montarse en la yegua de un salto...!». Ahora, cuando me doy cuenta de que los años obligan a las personas a adoptar la postura de las hojas secas, puedo recordar que a mi padre, cascado ya por la edad y por el trabajo penoso del campo, también le he visto en su juventud subirse de un salto a una mula. (Mis hijas, en cambio, ¡qué lástima!, no podrá afirmar eso de mí cuando me halle cascado, pues a lo máximo que he llegado en mi vida ha sido a montar en burra, y no de un salto como los indios de las películas, sino arrimándola a un altillo).
Ya en casa, recibo la bendición de una ducha caliente resbalando por cada centímetro de mi piel, y me acuerdo que tengo en el armario, perfectamente empaquetados, los regalos de reyes para los míos (casi mejor dicho: «las mías»). Mas después de tomar una jarra de naranjas exprimidas y unas tostadas con aceite de oliva —de mis naranjos y oliveras que cultivo—, pienso que debo dejar el coche listo para el viaje; así que voy al lavadero y le doy un pasavolante, a la vez que le pongo combustible.
Habíamos quedado para la entrega de los regalos poco antes del medio día. (Nosotros siempre hemos observado esta tradición, sin hacer caso de ese San Nicolás «bastardo» vestido de muñeco de la Cocacola y promocionado desde USA a través de Hollywood). De modo que alineo los presentes sobre la cama y espero que llegue mi nieta Paula para que los reparta con emoción.
A las 12.15 h salimos para Valencia mi hija Victoria y yo, pues ella debe tomar un vuelo para irse a trabajar a Suiza, en el Cantón del Ticino. Estos gobiernos de España están haciendo un pan como una torta en relación a los titulados universitarios; pues se están yendo los mejores a dar de sí en países extranjeros, cuando aquí nos ha costado un riñón formarlos con carreras en la universidad pública. ¡Así nos correrá el pelo en los próximos años...!
Busco en la radio del coche alguna emisora que no hable de fútbol y me topo con una que está poniendo la arenga del Rey a los militares. Entonces recuerdo que hoy es la Pascua militar (mi abuela Teresa decía: «Ya ha pasado Nochebuena, San Silvestre y año nuevo; ahora queda que pasar Pascua de los caballeros»). Por la voz pienso que este hombre debe de estar cascado; ¡ay, el tiempo no perdona ni a reyes ni a emperadores…!
Despido a mi hija en la puerta de embarque con el corazón en un puño. Y a las 17.50 h, el aeroplano de la Ryanair toma carrerilla por la pista y levanta el morro a 300 km/hora. Lo veo elevarse como una pluma llevándose en su vientre de hojalata un montón de sueños, como los de mi hija: una excelente arquitecta que ejercerá su saber en la ciudad de Lugano. En muchos países conocen la buena formación de nuestros jóvenes y se aprovechan de ello en todos los sentidos, ¡vaya si se aprovechan!
De regreso ya está anochecido, y cuando doy vista a Játiva, veo por el valle la serpiente luminosa de la autovía, cuajada de vehículos en ambos sentidos. Al frente, bien iluminado, se columbra el castillo de dicha ciudad. (Játiva dio a la cristiandad dos papas: los Borja: Calixto III y Alejandro VI, éste último fue el que otorgó las “Bulas Alejandrinas” a los todo poderosos Reyes Católicos para la conquista de América).
Luego, en una emisora que casualmente no hablan de fútbol, oigo con desgana que están con la matraca de si el Rey, visiblemente cascado en el acto de la mañana, debe abdicar o no. ¡Hombre —pienso yo—, hay que tenerlos muy bien puestos para hacer como hizo Carlos I, que entregó a su hijo Felipe II el gobierno de un imperio donde no se ponía el sol y, lleno de gloria, tomó la senda de los elefantes hacia el monasterio de Yuste!
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 11/01/2014 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
Este artículo me lleva a recuerdos de momentos como hijo, como padre, como ciudadano de este país nuestro que pide a gritos: "queremos trabajar, queremos dejar lo mejor de nosostros mismos, queremos demostrar que somos capaces de enseñarle a nuestra sociedad que somos jóvenes con ansias de soñar, de vivir, de dar lo mejor de nosotros mismos, y sobre todo que no queremos que nuestros sueños vuelen a países que no nos pertenecen, que no son parte de nosostros mismos"
ResponderEliminarMuchas gracias, Joaquín, por este artículo en el que a muchos, especialmente a mí, nos has hecho recordar que estamos en un país, que como bien dice mi hija, no hay esperanza.
Saludos y sigue escribiendo así, yo te seguré leyendo.
Me ha gustado mucho el comentario. Desearía poder agradecértelo de forma personalizada, pero no sé quién eres.
ResponderEliminarSaludos.