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Pozo del Grillo, en La Parra |
Cieza es un pueblo que lo tiene casi todo: paisajes de gran belleza natural, fértiles huertas regadas por el Segura o montañas con bosque mediterráneo donde abunda el pino común, la chaparra o el romero. Mas su término municipal, cuya extensión tiene tantos kilómetros cuadrados como días el año (¡qué coincidencia!, ¿no?), encierra en la actualidad otra riqueza mayor que da de comer a mucha gente: los extensos campos de cultivo con modernos regadíos.
Hace bastantes años, aparte de algunas haciendas con manantial propio, como Ascoy, la Fuente del Rey o el Madroñal, estaban por un lado las tierras de “riego de portillo” bajo los quijeros de las cuatro acequias (dos en cada ribera), y por el otro los secanos: bancales en su mayoría dedicados a las sementeras: trigos, cebadas, jejas, avenas o centenos.
De entre los manantiales que se agotaron y cuyos sistemas antiguos de regadío se perdieron, sólo les cito dos por su importancia histórica: la Fuente del Ojo y la Reguera del Mingrano. Del primero tenemos muchas referencias, pues su abundante caudal surtía el lavadero público, movía un molino harinero: el Molinico de la Huerta; llenaba varias balsas de cocer esparto y regaba por tanda un montonazo de tahúllas de oliveras que dieron fama a Cieza y que se extendían desde la Plaza de España hasta el Cementerio y desde la Horta hasta la Arboleja. De la Reguera del Mingrano, en cambio, sólo les puedo decir que recogía un generoso manantial en el límite del término municipal de Jumilla y, curveando por barrancos y ramblizos, llegaba hasta el paraje de La Corredera, donde llenaba un rudimentario “pantano” con fines agrícolas. (Yo recuerdo este pequeño “embalse” por los años sesenta, ciego ya de lodos y carrizos; mientras que de la kilométrica reguera, que en sus tiempos era vigilada por un guarda, aún se pueden ver claramente los vestigios no lejos de los taludes laguenosos de la Rambla de Judío).
Por otra parte, hace en torno a cien años, algunos pensaron que con ingenio se podía vencer la fuerza de la gravedad y elevar el agua de las acequias y convertir terrenos de secano en fértiles huertas de riego; entonces idearon la instalación de norias, artilugios maravillosos de la ingeniería artesanal cuyo rastro aún podemos ver en diversos parajes de Cieza, como en la Hoya de García, en La Gurulla, o la más grande de todas: la Noria de Liberato en Barratera. Un caso especial lo constituía la Balsa de la Herradura, en el Maripinar, construida a base de sillería de piedra para regar la finca de las Delicidas, pues el agua de la Acequia de Don Gonzalo era elevada a través de un profundo pozo de base rectangular con ayuda de la fuerza eólica: una especie de molino de viento, cuyo torreón cilíndrico todavía se conserva, hacía girar un “arte” o rueda catalina en el interior de dicho pozo.
Sin embargo, en torno a la mitad del siglo XX hubo otro avance cuantitativo en lo que se refiere al cultivo intensivo de la tierra. Se permitió excavar pozos a 101 metros del río y bombear el agua de la capa freática de éste hacia los campos sedientos. Surgieron por tanto las grandes explotaciones: la Finca de las Lomas, propiedad entonces de los Mateos (dueños del casino y de la almazara que había en el sótano de éste), la Carrichosa, Fomento Agrícola, etc. Donde siempre había habido secanales labrados con mulas, comenzaron a crecer grandes arboledas de frutales.
Gran embalse del Grillo |
Años después surgió una gran empresa explotadora de acuíferos, y claro ejemplo de insostenibilidad: la NEASA. Ésta obtuvo concesión para perforar el subsuelo alrededor de la Sierra de Acoy, cuyo corazón profundo albergaba desde milenios un inmenso lago. Entonces, desde la Serrana hasta la carretera de Calasparra, o desde Ascoy hasta el Castillico del Mayorajo, pasando por El Quinto, El Elipe, la Corredera o la Venta del Olivo, se extendía la inmensa ramificación de conducciones de agua de la mencionada empresa. Pero, ¡ay!, todavía no se había cambiado el “chip” del concepto de riego, y éste se hacía por el método tradicional de inundación, de modo que miles, millones, de metros cúbicos de agua se despilfarraban hasta el empobrecimiento y la esquilmación de los acuífero subterráneos.
En la actualidad siguen funcionando los pozos del río (¡inagotables!), más otros bombeos que enganchan directamente de las acequias. Se han construido multitud de embalses de plástico (uno de los mayores es el del Grillo), de donde el agua –oro transparente en los campos de Cieza– se reparte en tuberías a presión con contadores para los goteros. ¡Ni una gota se desperdicia en los vastos melocotonares, orgullo y fama de este pueblo!
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 02/06/2012 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
Magnífico trabajo.
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarEl agua como elemento determinante de la historia de los pueblos y, por extensión, de la Historia...
ResponderEliminarMe gusta tu blog.
Gracias Anotonio por tu comentario. Hacemos lo que podemos.
ResponderEliminarSaludos.
Pedro,hijo del grillo .
ResponderEliminarGracias a mi padre todo el secano del Acho covertio en regadío,después le pagaron subastando el pozo.
Qué interesante lo que escribes (una Ciezana)
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