INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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12/11/23

Los tesoros del mar

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Réplica del «Santísima Trinidad» en el puerto de Alicante. El navío español original, construido en la Habana (1769) y hundido en la Batalla de Trafalgar (1805), fue el más grande galeón jamás conocido, de ahí que se le denominara como «el Escorial de los mares»

Qué les iba a decir, el otro día visité por tercera o cuarta vez el Museo ARQVA, en Cartagena. Les aconsejo que, si no han estado en él y tienen la oportunidad, no dejen de ir a verlo. En este, que se encuentra bajo el nivel del suelo en la explanada del puerto, se pueden apreciar sorprendentes tesoros arqueológicos hallados en el fondo del mar, con detalladas explicaciones.

Cartagena ha cambiado mucho desde que, en 1976, hice la mili allí. Entonces todo era bastante cutre, incluido el propio edificio: el «Cuartel de Antígones», enfrentico mismo de la plaza de toros, que ahora, remodelado, es sede de la Universidad Politécnica de Cartagena. Por esos años, el teatro romano, ni se conocía ni se le esperaba; y lo que ahora es el parque arqueológico del Molinete, entonces era la zona más sórdida de la ciudad, con sus tugurios de mala muerte y sus casas de lenocinio.

Ni que decir tiene que la joya de la corona del Museo ARQVA es el tesoro de la fragata «Nuestra Señora de las Mercedes», hundida a primeros del siglo XIX en una refriega con los ingleses (¿cómo no?), frente al Cabo de Santa María de la costa portuguesa. ¿Ustedes saben lo que son diecisiete toneladas de monedas de plata y oro? ¡Un tráiler de dinero de alto valor, acuñado en América, en la riquísima España americana de la época?

El capitán de mi compañía padecía úlcera de estómago, según decían; cuando pasaba revista con un rictus de mala leche en la cara, malo. Aunque los capitanes no maltrataban a los soldados: no les pegaban ni les vejaban de palabra, para eso estaban los sargentos y brigadas, y si eran chusqueros, mejor. El capitán te miraba de arriba abajo y decía con suavidad: «sargento, tómale el nombre a este», y ya se te había caído el pelo.

En el recorrido del Museo de Arqueología Subacuática (ARQVA) de Cartagena, se pueden ver los distintos tipos de embarcaciones y sus cargamentos a lo largo de buena parte de la historia de la navegación: desde los fenicios, los griegos, los romanos y los españoles hasta el siglo XIX, cuyos barcos de madera (los nuestros) eran verdaderas maravillas; y todo gracias a los hallazgos submarinos. Un elemento a destacar son las ánforas de barro que se han podido rescatar de cientos de naufragios en el Mediterráneo. Roma se llevaba el mejor aceite de Hispania metido en ánforas, las cuales no lavaban para un segundo viaje: las rompían en el punto de destino; de manera que hay en la ciudad de Roma una colina, el «Monte Testaccio», que hasta no hace muchos años guardaba un gran secreto: está formado por cinco o seis millones de ánforas rotas.

Aquel verano, el capitán se tomó unas vacaciones, o quizá una baja por su afección gástrica, y vino otro oficial a sustituirlo. Luego caímos en la cuenta de que al fulano le gustaban los tíos, pues nada más llegar dijo al cabo de cuartel: «¡que forme la compañía solo con los calzoncillos!», y nos pasó revista a placer, uno a uno, fijándose bien, y aún mandado al sargento tomar nota de algunos que no los llevaban bien puestos, o no eran los reglamentarios; había que llevar el calzoncillo castrense, blanco, recio y grande como las bragas de la Bridjes Jones.

El azote de España siempre ha sido la Inglaterra, la «Perfida Albión». Pero a principios del siglo XIX, reinando en España el peor rey del mundo, el bobalicón de Carlos IV, nuestra nación mantenía una paz endeble y quebradiza con los britis; una paz firmada mucho tiempo después de que el catolicón Felipe II, no pudiendo matrimoniar con Isabel I, la «Reina Virgen», para unir los reinos, mandara la Armada Invencible a tomar Inglaterra por las bravas, que ya saben que fue un fracaso por la cosa de la mala mar, y el rey diría aquello de que «mandó sus barcos a luchar contra los hombres, no contra los elementos».

El capitán me llamó al despacho un día y me mandó que le escribiera un poema, una canción, para himno de la compañía; eludí como pude el encargo y, cuando tenía que llevarlo a alguna parte con el Land-Rover (yo era conductor), el bribonazo se sentaba al lado y me decía: «a quince». De forma que él no quitaba ojo del cuentakilómetros, y yo tampoco, para conseguir que la maldita aguja no se moviera de 15 por hora, no fuera a ser que me metiera mano.

Cuando Napoleón entró a saco con la república revolucionaria en Francia, y se autoproclamó emperador y empezó a rearmar su ejército, los ingleses le declararon la guerra por si acaso, y, como el corso estaba a partir un piñón (por conveniencia) con la «familia de Carlos IV», le pidió a España ayuda material; mejor, perras, acordaron. Es por lo que cuatro fragatas, en misión de estado, venían de América con el cargamento de monedas. Cosa que, enterados los ingleses (pensaron matar dos pájaros de un tiro: evitar que cobrase el franchute y apropiarse del dinero ellos), las esperaron al sur de Portugal con otras cuatro fragatas, pero con más cañones y mejor dotación bélica, y, como «Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos», nos robaron tres fragatas y se cargaron sin querer la «Nuestra Señora de las Mercedes», que era donde iba el dinero para Napoleón: 500.000 monedas de metal precioso, muy bien embaladas, que fueron a parar al fondo del mar.

La noche antes de que me asignaran el Land-Rover (me acababa de sacar el carné en la mili), a un soldado se le cruzaron los cables y se fue con un fusil y cien balas, y se atrincheró en el Castillo de los Patos. El anterior conductor de ese mismo vehículo que me iban a dar a mí, de Cieza el muchacho, llevó a los oficiales para dirigir la operación; y la policía militar, cercado el «insurrecto», sin escapatoria, lo acribilló a tiros.

Casi dos siglos después, la empresa cazatesoros Odyssey localizó el pecio de «Nuestra Señora de las Mercedes» a más de un kilómetro de profundidad, extrajo a lo bestia las moneda y se las llevaron a Estados Unidos. Luego, tras varios años de lucha en los tribunales, España pudo demostrar con documentos de la época que las fragatas cumplían una misión de estado, por tanto el barco con la valiosa carga era territorio español; así que el tesoro volvió a España en avión y, felizmente, se encuentra ahora en Cartagena, en el mentado museo. 

Tras dicho ataque, a traición, contra las cuatro fragatas españolas por parte de Inglaterra, se rompió el manido acuerdo de paz. Así que luego, para colmo de nuestros males, vino la batalla de Trafalgar, donde los jodíos ingleses nos cañonearon hasta en el carné de identidad y nos robaron unos cuantos barcos de guerra y hundieron, entre otras naves, el «Santísima Trinidad», el galeón más grande que jamás ha surcado los océanos. No lo olviden, los ingleses, que se jactan teniendo en el centro de Londres «Trafalgar Square».

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"