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Bajada a Calle Capitana (justo ahí hubo una fuente pública de agua). Al fondo de la imágen noctura vemos un corro de sillas vacías, quizá estaban haciendo lía algunas mujeres y se han ido a cenar.
En tiempos pasados, hubo varias décadas en las cuales se hacía lía en nuestro pueblo. Sobre todo, las mujeres hacían lía en casi todas las casas: en los patios, en los poyos de las puertas, en las aceras, o frente a lumbre en invierno; hacían lía en los carasoles, en los corrillos laboriosos que formaban en algunos lugares, y, desde luego, en los locales llamados «puestos de lías», como el de Antoñico de la Cochera, en la Cuesta de la Villa; o como el de la Piedad «la Pachorra», en la Cuesta del Chorrillo. También hacían lía, en sus ratos libres, las sirvientas o criadas de los señoritos —con el generoso permiso de estos—, en un rincón del patio y entrando el esparto por el postigo, pues sus exiguos salarios, en el caso de chichas jóvenes, no les llegaban para conseguir el ajuar. ¿Pero qué era eso de «hacer lía», porque el tiempo ha pasado y las generaciones nuevas no lo han visto? Era sencillamente la realización de un «trabajo a domicilio»; el empresario, o persona intermediaria, proporcionaba la materia prima: el esparto cocido y picado, y la trabajadora entregaba después el producto acabado. «Entregar», por cierto, era un verbo sobreentendido entre la gente. Se decía «voy a ir a entregar», «vengo de entregar»; incluso había un dicho ciezano referido al cansancio extremo del cuerpo, que rezaba: «Estoy más entregado/a que una arroba de lías» (tanto el esparto, como el producto acabado: las lías, se medían por arrobas, que una arroba son 11’5 kilos).
Echando mano a mi obra «Palabrario ciezano y del esparto», publicado en internet, voy a la entrada de la palabra «lía» y copio a continuación el texto siguiente :
«LÍA. Labor de esparto cocido y picado, compuesta de tres ramales en forma de trenza, que se hacía para ser utilizada como atadura, e incluso para fabricar esteras o suelas de calzado. Hubo un tiempo en que en Cieza se confeccionaba lía en casi todas las casas. Era una especie de trabajo a domicilio sin contrato formal, que normalmente realizaban las mujeres, y en algunos casos los hombres, como medio de subsistencia. El empresario proporcionaba la materia prima: el esparto, y las trabajadoras manufacturaban el producto. El pueblo entero olía entonces a esparto cocido, pues se hacía lía en los patios o corrales, en las puertas de las casas, en las aceras, en los carasoles del invierno, en las cuestas, en las casas de la orilla de la acequia y en las casas de las calles de «carrera» (hasta en las casas de los señoritos, las mozas o sirvientas, en sus ratos libres, hacían lía en algún rincón del patio o en algún camaranchón). También existían «puestos de lías», que era cualquier local donde se juntaban mujeres, y algunos hombres, para hacer este trabajo mientras se mantenía animado el cascaero (en los puestos de lías también se suministraba el esparto y se tomaban las lías). Posiblemente, si estuvieran juntas todas las brazas de lía que han hecho las mujeres de Cieza, llegaría para darle varias vueltas a la Tierra. La unidad de la lía, como la de la guita, era la madeja de veinticuatro vueltas, medidas desde la planta del pie hasta medio muslo, excepto para las especiales o «sobrecargas», que eran más gruesas y se cogían hasta la cadera con dieciocho vueltas. Pero la unidad de trabajo, que se hacía por peso, no era otra que la arroba: las trabajadoras retiraban arrobas de esparto y tenían que entregar arrobas de lía, sin que fuera posible la sisa de este. Llegó a ser tal la dependencia de las familias ciezanas con el trabajo del esparto en general y con el de la lía en particular, que el verbo «entregar» tuvo significado propio para miles de personas en el pueblo, y en frases como: «voy a entregar», «vengo de entregar» o «tenemos que ir a entregar», se sobrentendía que era llevar el trabajo realizado: la lía, al empresario, a los puestos de lías o a la propia fábrica. Había una frase hecha para indicar cansancio extremo: «Estoy más entregao que un’arroba de lías».
Las clases de lías que se hacían en Cieza eran las siguientes:
- Especiales (las más gruesas).
- Sobrecargas, de 1ª y de 2ª (gruesas).
- Aceiteras (menos gruesas).
- Alpargateras, para confeccionar suelas de alpargates.
- Lías de 1ª, de 2ª y de 3ª.»
En Cieza constituía paisaje el esparto y toda la actividad referida al mismo. Hubo décadas en que existía una forma de vida en nuestro pueblo: la vida del esparto. Y no solo se veían por las calles los ganados de cabras lecheras cuando partían al campo por las mañanas y cuando regresaban al atardecer con las tetas casi arrastrando, plenas de leche, y las burras con serón de pleita que iban o venían de la huerta, sino que también predominaba la visión laboriosa de las mujeres haciendo lía.
Pero no hay que olvidar que aquel paisaje urbano tenía además un componente oloroso: el del esparto cocido y picado, que se transportaba por arrobas para la confección de las lías, y el del tufo hediondo de las balsas de cocer esparto que rodeaban el pueblo; y todo eso, aparte de la visión de los carros cargados de esparto, que venían de las tendidas con un colmo de bultos de manadas, para alimentar las industrias y fábricas de mazos, que no cesaban de golpear. Ese era otro paisaje, el sonoro: el ¡pom-pom y pom-pom! de las líneas de mazos cayendo sobre las picaderas de piedra, asistidas por las «picaoras», y el chaveteo de los ejes de las ruedas de los carros, cuyos aros de hierro partían las chinas del suelo cuando entraban al pueblo tirados por reatas de mulas, por calles sin asfaltar.
La lía tenía diversas utilidades, y una de ellas era el montaje de andamios de tablones en la construcción. Hace muchos años que eso se ha olvidado, pero los albañiles, para levantar una pared, para edificar una fachada o para echar un tejado, se valían de estructuras improvisadas con tablones de madera, los cuales se unían con ataduras a base de madejas y madejas de lías; asimismo, en la confección de los cielos rasos con cañizos o los techos de revoltones, era muy necesaria la utilización de lías. Y eso sin olvidar que con las lías también se confeccionabas las suelas del calzado pobre de la época.