INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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6/2/22

Manantiales: Balsa del Zaraíche

 .

Centro Cultural «Géneros de Punto», cuyo sótano interior alberga el «Auditorio Aurelio Guirao»

Qué les iba a decir, tengo delante de mí una copia del plano de lo que iba a ser Cieza (el «ensanche»), del ingeniero de caminos Diego Templado Martínez, del año 1924 —¡casi cien años hace de eso!—. Y digo «de lo iba a ser Cieza» porque en esas fechas el pueblo apenas había sobrepasado la Calle Mesones, que era entonces la travesía de la carretera nacional Madrid-Cartagena. Sí que se había formado una barriada de casicas techeras en mitad de la huerta, a la izquierda del ya constuido «Paseo de Mariano Marín Barnuevo» (nombre del propietario que cedió los terrenos), compuesta —la barriada, digo— por las calles Padre Salmerón, Santa Gertrudis, Prim y Espartero; y sí que había prosperado por completo el triángulo contenido entre el Paseo, la Calle Libertad (Camino de Murcia) y la Calle Reina Regente (Carreterica de Posete), donde ya estaba construida la cárcel del partido judicial de Cieza, cuyo territorio se extiende por el Valle de Ricote y llega hasta Fortuna y Abanilla. También habían avanzado desde la Cuesta del Chorrillo, por la parte de abajo del Camino de Murcia, las callecicas Santa María y San José, hasta llegar esta última a la Calle Daoiz y Velarde. Y pare usted de contar. Amén, claro, de la manzana del Cocodrilo y la vieja plaza de toros, ya en desuso, en cuyo solar se edificaría luego el Teatro Galindo.

La cosa es que mirando este plano, encargado hacer a dicho ingeniero por el ayuntamiento para «ensanchar» el pueblo (por esas fechas Cieza aún no era ciudad, que lo fue por decreto real en el año 1928), pues veo que el hombre señala ciertas regueras, que venían de la Fuente del Ojo, para el riego de los huertos de Anaya y de los Frailes; también marca la Acequia del Fatego, por supuesto, que nacía tras mover el «Molino de Capdevila» la cola de la Acequia de Los Charcos; la noria para regar el Huerto de Jordán, situado entre las Morericas y la Cuesta de Cosme. (Ya les conté que cuando descuajaron el terreno para la construcción del Centro de Salud, yo pude ver la galería, entibada con piedra seca, que conducía el agua desde la acequia hasta el pozo de la noria, entonces lo puse en conocimiento de personas competentes, que alertaron a la Comunidad Autónoma; desde Murcia mandaron parar la obra hasta que viniesen unos técnicos y salvar ese bien cultural. ¿La pararon ustedes?, pues el contratista tampoco: estuvo echando camiones de hormigón a descansaarriero todo el fin de semana y aquí paz y allá gloria). Y también señala en el plano este del ensanche —como les iba diciendo—, un par de balsas de riego con sus manantiales; estas eran la «Balsa de Ciprián», debajo justo de la Calle Ronda de Levante (hoy República Dominicana), y la gran «Balsa del Zaraíche», que caía justo en lo que ahora es la manzana entre las calles Velázquez y Zaraíche, pegadica al Camino de Murcia (en 1924 aún no existía la fábrica de Géneros de Punto).

Por ese tiempo, y después, la capa freática bajo el pueblo estaba muy somera y muchas casas tenían su pozo en el corral para abastecimiento de agua para los animales y otros menesteres (en casi todas las casas había entonces animales, ¡ojo!). En la zona que va de la Plaza de España hasta la Gran vía sólo tenías que excavar unos metros y dabas con la capa freática, o sea, el acuífero del subsuelo. Aún hoy en día, cuando se excavan sótanos para construir edificios nuevos, en algunos puntos aparece el agua; sin ir más lejos, en el Solar de Doña Adela ocurrió eso y el constructor hubo de gastarse bastante más del presupuesto inicial para atajar aquella vena, que cuando volvían al día siguiente había formado un pequeño lago. Pues esta capa hídrica del subsuelo —les vengo a decir—, plena por entonces (principios aún del siglo XX), se desbordaba a través de manantiales naturales, como los dos citados anteriormente y que constan en el mentado plano de Diego Templado. Por cierto, en el año 1924, el matadero estaba junto a la Balsa del Zaraíche, y así lo dibuja este ingeniero; aún no se había construido el nuevo matadero municipal en lo que llegaría a ser con el tiempo la Avenida de Abarán, edificio donde actualmente tiene su sede la Jefatura de la Policía Local, como todo el mundo sabe.

Posterior a aquellas fechas a las que me refiero se instalaría en Cieza la importante industria textil «Géneros de Punto», y cuyas naves se levantarían junto al Camino de Murcia, precisamente en la zona del Zaraíche y en la Calle Arquitecto Muguruza (en esta última estaban las calderas del tinte, con su alta chimenea de ladrillo, hundida y eliminada); por tanto desaparecida aquella gran balsa y también el viejo matadero. No sabemos cómo drenarían entonces el flujo del agua; pero lo que sí sabemos es que cuando fue alcalde de Cieza Ramón Ortiz Molina, durante la legislatura de 1983 a 1987, se acometió el acertado proyecto de aprovechar y acondicionar las infraestructuras de la ya cerrada industria de Géneros de Punto para construir un gran Centro Cultural. ¿Por qué les digo esto? Porque siendo en esas fechas arquitecta municipal Doña Rufina Campuzano, proyectó hacer un auditorio dentro de dicho centro de cultura: el que ustedes conocen hoy en día como «Auditorio Aurelio Guirao». Ella, que dijo haber viajado por Italia para inspirarse en la construcción de teatros, lo concibió excavando en el subsuelo del gran edificio. ¿Y qué pasó? Pues elemental, «querido Watson»: dio con los manantiales del Zaraíche y aquello parecía el «paño de Penélope»; de día achicaban el agua para seguir trabajando y de noche se volvía a llenar la laguna. ¡Un desastre!

Luego, sin haberse podido terminar dicha obra, Ramón Ortiz pasó el bastón de mando a Paco Escribano; la mentada arquitecta se fue y, en relación con el Centro Cultural, algunas cosas se quedaron a medio (no les cuento más porque es largo), entre ellas la terminación del auditorio, en cuyo inmenso hoyo bajo el nivel del suelo, tuvieron que instalar unas bombas automáticas para que sacaran el agua que amenazaba con embalsarse y parecerse aquello a la «Laguna Estigia»; eso hasta que años después acometieron la finalización de dicho teatro (supongo que con un adecuado drenaje que irá a parar al alcantarillado).

Mientras que el otro manantial que les decía, que aparece en el plano, el de la desaparecida Balsa de Ciprián, pues allí ahora, en un riconcito oscuro del sótano de los edificios de pisos de la Calle República Dominica, se oye caer el chorrico del agua que nace, y que por una conducción, va al sumidero del alcantarillado.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"