INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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22/8/20

Las noches junto al Valira

 .
El río Garona, a su paso por Viella (la capital del Valle de Arán), camino de Francia, para desembocar en el Atlántico por Burdeos
De aquel viaje recordaríamos luego muchas cosas emocionantes, y una de ellas fue nuestra estancia en un camping precioso de Seo de Urgel, a orillas del río Valira. Aquella misma mañana habíamos salido de Barcelona en dirección al Valle de Arán, pero como no llevábamos prisa y nos íbamos deteniendo por el camino, a media tarde llegaríamos al histórico pueblo pirenaico, que había sido recientemente sede olímpica en los «juegos de Barcelona-92», con su parque artificial de aguas bravas en el cauce del Segre. Pues han de saber que en Seo de Urgel (provincia de Lérida) confluyen dos ríos: el Segre, que viene de Francia atravesando el municipio de Llivia (este es un enclave español perteneciente a la provincia de Gerona dentro de territorio francés; una de esas rarezas que ocurren cuando dibujan las fronteras de los países), y el otro río es el Valira, que baja de Andorra por el mismo valle que sube la carretera nacional hasta el país medieval del «tabaco y las gasolineras» (nunca vi más plantaciones de tabaco en todos los rinconcitos de tierra cultivable, ni más gasolineras, una al lado de otra, tras pasar la aduana andorrano-española).

En la ruta, mucho antes de llegar a túnel del Cadí, que es el más largo de España, exceptuando los de Viella (el viejo, que mandara construir el rey Alfonso XIII y que fue acabado en 1948, y el nuevo, que se inauguró en el año 2007), nos habíamos desviado a ver Monserrat, que costaba cuatrocientas pelas el subir por la carreterica hasta el aparcamiento que había antes de llegar al monasterio (en Cataluña, paso que das, paso que te cuesta dinero). Como es natural, aquello estaba abarrotado de gente y no se podía encontrar una información en español ni por casualidad. «Me gustaría comprar un librico del lugar», dije a una de las chicas que atendían los kioscos y tiendas que hay para sacar las perras a los turistas, «pero es que no encuentro ninguno en español, y yo soy de Murcia, oiga» (había en todos los idiomas, no se lo pierdan, ¡hasta en búlgaro!). Ella se encogió de hombros y, como era educada, respondió que es que no les quedaba nada en español; lo cual que como no me cayó mal aquella dependienta, le compré uno en catalán, que también es una lengua española y deberían enseñarla en los colegios, así como el eusquera, el gallego, el bable, el panocho, o el andaluz cerrao, para ver si con paciencia podía entenderlo y de paso aprender la lengua de Pujol (por entonces gran amigote del rey), pero que si quieres a Ros, Catalina, no entendía nada; por ahí andará en algún cajón o en algún estante de mi biblioteca muerto de risa.

Nada más llegar al camping de Seo de Urgel, que estaba en un prado verde salpicado de árboles, nos pusimos a clavar las tiendas (una para mis tres hijas y otra para mi mujer y yo) y a sacar del maletero los apichusques que nos permitían tener cierta comodidad en estos lugares: una mesita, unos sillones, unas esteras, el equipo de iluminación, el hornillo de butano para calentar la leche, etc. Mientras tanto, nuestras hijas, ávidas de aventura y acostumbradas a bañarse en las piscinas de Barcelona (el camping en esta ciudad estaba cerca del aeropuerto del Prat, que cuando pasábamos por la carreterilla de acceso a éste, veíamos de cerca los enormes jumbos rusos de la «Russian Airlines» en cabecera de pista, esperando la orden de la torre de control para volar a Moscú), echaron a correr y se fueron hacia la piscinita del nuevo camping con insaciables deseos de baño. Contaron después que no había nadie dentro de aquella agua cristalina, solo unos cuantos alemanes o ingleses o lo que fueran, allí aprovechando el sol como lagartos. «¡Por qué no nos habéis avisao!», se quejaron las tres, tiritando como pingüinos. «¡El agua está fría como si hubieran echao cubitos a la piscina!» «Claro hijas, esto es el Pirineo». No habíamos caído.

Por el pueblo corrían regueras, canales, fuentes, torrentes, de agua. Era por el mes de agosto y, cuando salimos por la noche a cenar algo, sus calles y plazas eran una delicia para pasear. No pudimos entrar a ver su «Seo», su catedral, cuya diócesis (otra rareza antigua de la organización episcopal española) abarca parte de la provincia de Lérida, parte de la de Gerona y las parroquias de Andorra (la división territorial de este mini país es precisamente por parroquias). Y además, como ya sabrán ustedes, siendo Andorra un principado, el obispo de Seo de Urgel es, junto con el presidente de la República Francesa, copríncipe de esta nación pirenaica.

Al día siguiente, como es lógico, nos daríamos una vuelta por Andorra la Vella y otros pueblecicos de alta montaña, agarrados a las laderas de los valles andorranos. Allí no había moneda propia, ni servicio de correos, que se lo prestaba España, y utilizaban por entonces, tanto el franco francés, como la peseta; y me di cuenta que la mayoría de los precios de los artículos, incluido el tabaco rubio americano, que lo vendía por palés en la puerta de las tiendas (por eso había tantas plantaciones de tabaco, me explicaron, para destruirlas después y que les permitieran importar cigarrillos americanos; un truco comercial), la mayoría de precios, digo, estaba en pesetas, salvo las botellas de bebidas alcohólicas, que tenían su precio en francos (ya se imaginan por qué; y sigue ocurriendo igual: en todos los pueblecicos españoles cercanos a la frontera francesa tienen los escaparates a rebosar de coñá Soberano y güisqui DYC, y los franchutes pasan la frontera a llenar los maleteros de sus coches para ponerse piripis con pocas perras).

Antes de dormir aquella primera noche fuimos, por gusto, con una linterna, a ver el cauce torrencial del Valira. Luego nos metimos en los sacos y tuvimos por arrullo el rumor del agua del río.
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"