INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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16/8/20

La aventura de andar por Cieza

 .
Guillermo del Madroñal cumpliendo la normativa de llevar bien colocada mascarilla en todo espacio público (fotografía de Fernando Galindo)
Muchas personas cumplimos con las normas; nos tomamos en serio la gravedad de la pandemia y procuramos evitar todo contagio, por nosotros mismos y por los demás; por nuestros mayores sobre todo, que son los más vulnerables. Cumplir con las normas es fácil: en casa nos lavamos las manos con jabón a menudo, desinfectamos en la medida de lo posible el calzado y las prendas que hayan podido estar expuestos a la contaminación del virus, y siempre nos ponemos y quitamos la mascarilla tomándola por los cordoncillos que van a las orejas, nunca toqueteando la tela que ha de cubrir la cara; en la calle, siempre y en todo momento, guardamos las distancias interpersonales y, muy importante, llevamos bien colocada la mascarilla, esto es cubriéndonos boca y nariz.

Muchas personas lo hacemos, pues pensamos que es un método sencillo para parar los contagios; ya saben que estamos casi entrando en la temida segunda ola, la que ha de venir, la que está por llegar; de forma que cuanto mejor preparados estemos, será menos dramático superarla; cuanto más nos cuidemos nosotros mismos, más estaremos cuidando a los demás; se trata casi de un ejercicio de solidaridad: cuando somos observadores de las normas, beneficiamos a quienes nos rodean, a quienes se nos cruzan por la calle o a quienes comparten espacio con nosotros en los supermercados y demás comercios. ¡Si nos cuidamos, cuidamos a los demás!, qué cosa más sencilla, ¿no?

Pero, ¡ay!, una parte de la población no hace las cosas bien. ¿Por qué? Pues por pasotismo, por indolencia, por necedad, por incredulidad… El otro día, haciendo cola en la caja del súper, se me pone un fulano a echarme el aliento en el cogote y le pido que guarde distancia porfa; ¿saben que me respondió?, que todo esto era mentira, que era un bulo del gobierno para tenernos «acoj.» y hacer con nosotros lo que le dé la gana. O sea, que hay gente que piensa que cuarenta mil muertos no son nada, que son un invento del gobierno; en fin... Luego hay otras muchas personas que creen que con ellas no va nada, y no les importan en absoluto los demás; esas piensan, si es que tienen en su cabeza algo de seso, que no les va a ocurrir nada, que no se van a contagiar, que en la ruleta rusa de la epidemia nunca les tocará la posición del tiro en la cabeza, y como son cero solidarias, pues los demás que se apañen. Estos individuos, mujeres y hombres, son los que portan la mascarilla en el codo o debajo de la barbilla. Yo me pregunto si lo hacen porque piensan que eso mola, como los fulanos que llevan en el coche música perronera o gitanera a todo volumen y encima bajan las ventanillas (la imbecilidad existe), o es que creen que protegiéndose la papada es suficiente para espantar el coronavirus, puede ser: «hay gente pa to», como decía el torero. Puede que estén en la creencia de que la mascarilla les protege de sufrir paperas, por eso la llevan a modo de barboquejo. Es lo que tenemos…

El problema es caminar por el pueblo, cumpliendo con las normas y evitando a los incumplidores; porque, claro, uno no puede ir corrigiendo a los otros o pidiendo que le dejen pasar porfa. Uno lo que puede hacer, y a veces no le queda más remedio, es bajarse de la acera, cambiarse al otro lado de la calle o transitar por mitad de la vía pública con mucho ojo a los autos. A veces no queda más remedio. Como tengo que ir todos los días a casa de mi padre, pues observo los puntos molestos para pasar peatonalmente, como pueden ser terrazas de bares: está claro que los camareros cumplen y colocan las mesas a su distancia debida, pero ¿y los clientes?; lo primero es que van casi todos sin mascarilla, pues piensan que al sentarse alrededor de una mesa con varias personas no convivientes, hay bula para quitársela, y no es así: según la norma del gobierno de la Región de Murcia, y con toda la lógica del mundo, la mascarilla hay que llevarla puesta en las terrazas: te la apartas para echarte el trago y te la vuelves a colocar de nuevo; y lo segundo es que en muchas terrazas por motivos de «no pérdida de lucro» dejan el pasillico peatonal con la misma anchura que antes de la pandemia, o sea, que están todos los clientes sin mascarilla y uno tiene que pasar a dos palmos de sus morros. Claro, la alternativa es lo que ya he dicho: el cambio de acera o ir por en medio de la calle. Una aventura.

Pero te dejas las terrazas y te agarras a la gente que se empantana en las aceras estrechas y solo dejan para pasar el espacio justo, si eres delgado. Hay varios puntos donde ocurre eso: uno de ellos es en la puerta de una tienda árabe que hay frente a la confitería de la Clementa; siempre hay dos o tres fulanos en la acera, con las mascarillas en el cuello, allí plantados. ¿Qué les dices, que se ponga la mascarilla para que pases tú junto a ellos, o por en medio de ellos, pues la acera no tiene más de metro y palmo?, ¿o les dices que, como van sin mascarilla, se aparten y te dejen distancia, porfa? Mejor no les digas nada, pues te pueden mirar mal, cuando no colocarte el socorrido (para ellos) adjetivo de racista. Mejor me bajo de la acera, espero que no pasen coches, y hago un «by-pass» por mitad de la calle. Otro punto a esquivar es la cafetería esa donde celebran los cumples de los críos. Allí, como es natural, acuden los papas y las mamas de los cumplientes más los papas y las mamamas de los amiguitos invitados; ¿qué hacen los «papas and the mamas» cuando se cansan? Se salen a la puerta a fumar; ¿cómo fuman? Con las mascarillas en el cuello y en buena armonía, charlando y taponando la acera. Es lo que hay. Esperemos que el Señor sea bueno y no lleguemos a los niveles de contagios y de morgues hasta el techo de antes.
©Joaquín Gómez Carrillo

4 comentarios:

  1. Interesante artículo Joaquín. Es una buena crítica al uso de la mascarilla. Ya que has mencionado a los papás y mamás, quiero aprovechar como docente que soy,que es lo que va a pasar el día que se vuelva al cole, ahí no podremos cruzar a otro lado, ni esquivar a esas personitas tan pequeñas que necesitan nuestro apoyo no sólo académico, sino emocional. Cómo le dices a un niño de 3,4,5....10 añitos que no toque nada, que use la mascarilla, que no se la quite en un aula con 25 niños y niñas? En fin, sé que tú también tienes hijas docentes y espero y deseo que la suerte nos acompañe.
    Es muy importante que se escriban artículos cargados de realidad social como el que tú has escrito.
    Espero que entre todos y todas podamos construir una nueva normalidad sin tanto sufrimiento.
    Un saludo, Joaquín.

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    1. Muchas gracias por esa reflexión tan interesante. Sin duda es la gran preocupación: la vuelta a los centros educativos dentro de cuatro días. Esperemos que "el Señor sea bueno" y no haya que lamentar demasiados brotes, tanto en el alumnado como en los docentes. Un saludo afectuoso.

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  2. Totalmente de acuerdo. Estoy en otra ciudad y sucede lo mismo que en Cieza. Y que te parece lo de los corredores y ciclistas que circular por las aceras exalando junto a nosotros, peatones, y tienen carta blanca, bula para ir sin mascarilla? Desde mi punto de vista es una barbaridad de las "mentes pensantes privilegiadas" de los gobernantes y sus asesores que han establecido estas normas. Son unos irresponsables.
    A ver si tú que tienes ese verbo, esa facilidad para comunicar,ves oportuno un artículo sobre este asunto.
    Saludos.
    P.S.: me congratulo de ver la foto de tu padre tan bien, a pesar de su edad.

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    1. Muchas gracias por tu mención a mi padre. Y gracias por el comentario donde pones de relieve la falta de solidaridad de algunas personas en cuanto a respetar las distancias aconsejables y el uso de la mascarilla. Pienso que algunas cosas, como la práctica del deporte, son socialmente compatibles siempre que se tenga sentido común y respeto hacia los demás. Un saludo afectuoso.

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"