Alto de la Higuera. Abajo la Presa del Cárcabo y al fondo el Almorchón |
Me dice una compañera del trabajo que en la manifestación que se realizó el otro día en Cieza, como repulsa hacia la violencia contra la mujer, iban cuatro gatos. Yo, que no asistí, le respondo que esas manifestaciones, con la presencia de más o menos gente, poco o nada van a influir en la conducta de los maltratadores y asesinos de mujeres. Me señala mi compañera con mucha razón que, sin embargo, cuanto más nutridas sean estas manifestaciones, a quien sí pueden influir es al Gobierno; y es verdad, reconozco; si saliéramos a la calle cientos de miles, millones de personas, en toda España para hacerle ver a nuestros gobernantes que esto no va bien, que las cosas no se están haciendo de la manera más acertada, que algo falla; y no una vez al año porque toca, porque es el día fijado para recordar que esos asesinatos se están cometiendo, sino todas las semanas, como las “madres de mayo” en Buenos Aires, a lo mejor nuestros políticos caían de la burra y se ponían a pensar cómo atajar este vergonzante problema que nos atañe a todos.
Yo, señor Presidente, entiendo que no es fácil dar con la solución, pero resulta evidente que la cosa no va bien. Hay un montón de personas trabajando en las administraciones para el asunto de “la mujer” (ministerio, consejerías de las comunidades autónomas, concejalías de los ayuntamientos…, con los correspondientes empleados: políticos, cargos de confianza, funcionarios de carrera, técnicos…; unidades policiales, juzgados…) Un montonazo de sueldos públicos; multitud de personas cobrando del tema, y trabajando lo mejor que saben y pueden, no me cabe duda. Pero a pesar de ello las mujeres siguen muriendo; y los medios llevan la cuenta (eso parece ser importante; no sé si harán una muesca en algún sitio, una raya en la pared; no sé tampoco si usted, señor Presidente, tiene una libretica y las apunta para no perder el hilo de esta vileza). Pero lo cierto y verdad es que los medios dan más importancia a otras cosas; y no es que otras cosas no sean importantes, pero esta lacra social de las mujeres muertas es capital, ¿no cree usted, señor Presidente? No se puede decir la noticia en veinte segundos y a otra cosa mariposa (“…no consta que hubiera denuncia de malos tratos”; “…presuntamente ha sido degollada por su pareja, ex pareja, novio o marido”; “…ha ocurrido en presencia de sus hijos menores”; “…el fulano se ha intentado suicidar después sin éxito”; “…la víctima era rumana, o marroquí… (o de cualquier parte, qué importa).” Y ya está; dan paso a otra noticia como la cosa más normal del mundo, y hasta el siguiente episodio.
Es cierto, señor Presidente, que al gobierno de la nación le crecen los enanos: cuando no es la crisis, que todo lo ha recortado en los últimos años (salvo los rescates al sistema financiero), es el paro que no cesa, que parece que va a crearse empleo, pero al final es precario y es mentira; y cuando no es el desacato a la ley y la intentona de secesión en Cataluña, es el desvalijo de la hucha de las pensiones, que se está quedando más pelá que mano de mondongo. Y ahora, ni que decirse tiene, que en Moncloa están más pendientes de las elecciones catalanas que de otra cosa. Pero eso es lo que tiene presidir un gobierno, que siempre hay varios frentes a los que acudir. Sin embargo, este problema de la violencia contra la mujer no le da al gobierno mucha guerra, porque en este país se suele levantar el populacho más por otras cosas. De modo que, con todo respeto, señor Presidente, este tema tan peliagudo de las mujeres asesinadas, no parece que le produzca un grave quebranto político en su acción de gobierno. Porque parece que hay una aceptación generalizada, implícita en la forma de dar las noticias, de que algunas muertes son inevitables: “…no había denuncia previa”, dejan claro los medios, y eso da a entender que la víctima, de alguna manera, no colaboró con el sistema, no llamó al 016, no se desplazó al cuartelillo, y, claro, ahí la administración, los poderes públicos, salvan su honrilla.
Mire, señor Presidente, esto hay que darle la vuelta. Los que saben y los que cobran por pensar tienen que estudiar la aplicación de otros protocolos. Este sistema que se está llevando a cabo no da buenos resultados y usted debe darse cuenta de ello. Sin embargo, parece que hay un consenso general en lo de la educación. Nadie niega que esto se solucionaba con una buena educación. Es cierto, pero cómo. ¿Cómo se educa a los hombres desde niños para que no ejerzan violencia ni malos tratos contra las mujeres? ¿Y cómo se educa a las mujeres desde niñas a que no deben pasar ni una? ¿Cómo se les inculca a ambos sexos que hay rayas rojas en la convivencia o en la ex convivencia que no se pueden sobrepasar jamás? ¿Y cómo se enseña a la mujer, desde niña en la escuela, que en relación con la violencia machista (física o psíquica), en cuando se traspasa una raya roja hay que poner en marcha todas las alarmas, y no hay que esperar enmienda o arrepentimiento del presunto?
Ahora, el cómo hay que educar a la sociedad para afrontar esta forma de terrorismo es tarea de todos, pero responsabilidad suya, señor Presidente, no lo olvide.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
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