El Capitol, herido de abandono hasta su hundimiento para hacer otro nuevo y distinto |
Primero fue el Cine Gran Vía, cuya espaciosa sala de verano estaba embellecida en sus laterales por una serie de arcos y ajardinada con jazmines y damas de noche. Allí, cuando aún existía en Cieza una cultura cinéfila del ocio (había en el pueblo varios cines funcionando todos los días a pleno rendimiento y alguna gente salía de uno y se metía en otro), daba encanto entrar a ver sesiones nocturnas bajo las estrellas. El Gran Vía ocupaba todo lo que ahora es ese enorme edificio donde está la Tesorería de la Seguridad Social y los electrodomésticos del Rubio, y la pantalla en la que se proyectaban las películas se hallaba en la parte de abajo, dando a la actual calle Pablo Iglesias, que entonces tenía otro nombre (muchas cosas, que ahora son distintas, antes incluso se nombraban de otra manera; así es la vida...). Yo creo que en la nostalgia por todo lo que hemos ido perdiendo a lo largo del tiempo, ocupará siempre un lugar preferente el recuerdo de aquel amplio cine de verano, perfumado por el aroma nocturno de las flores, mientras galopaba John Wayne en el telón.
Pienso que la vida ha cambiado mucho, y lo ha hecho en unos aspectos para bien y en otros para mal. Pues no solo se fueron perdiendo los cines y teatros que había en este pueblo, sino toda una cultura del ocio y la diversión centrada en ver películas. La gente iba al cine porque le gustaba y era bueno; conocía mundos extraños, vivía otras historias y hallaba un mucho de felicidad cuando se apagaban las luces y se encendía el proyector. El primero que tiraron fue el Teatro Borrás, para hacer pisos; mientras que la sala de verano Delicias, propiedad de los Martinejos, fue convertida por los años cincuenta en un fabuloso teatro, hecho a imagen y semejanza de los grandes de la Gran Vía de Madrid: el Capitol, ¡un lujazo de cine como no había otro igual en la provincia!, el cual ha perdurado, ya sin uso, hasta que recientemente, como ustedes conocen bien, ciertos políticos, que no sabían en qué gastarse el dinero público de una de las comunidades autónomas más endeudadas de España, decidieron tirarlo y construir otro nuevo y distinto en su lugar, ¡pos venga, quién dijo miedo! En el camino también fueron cayendo, el Cine Galindo, un teatro coqueto edificado en lo que fuera la primera plaza de toros de Cieza, y el cine de verano Avenida, en el solar interior de lo que fue la antigua Posada de las Monjas, frente a las Clarisas (el “Cine Morcilla” le decían, porque era de los Olleros, los que tenían el matadero de cerdos enfrente del instituto).
En cuanto al Gran Vía, años después construirían en su lugar el mentado edificio, pues no entraba en la planificación urbanística municipal el conservar ciertos espacios para otros usos públicos; como el caso del Solar de Doña Adela, que durante años fue utilizado para poner las atracciones de Feria y que hoy en día, ajardinado y ornamentado convenientemente, hubiese sido un lugar de esparcimiento maravilloso entre el Paseo y el Camino de Murcia (nada más conveniente que conservar espacios públicos y jardines en el centro urbano de los pueblos y ciudades); pero no fue así, y auque la tal Doña Adela, dicen que no legó precisamente dicho solarón con la intención de que hicieran pisos en él, lo convirtieron, me temo que con criterios puramente económicos, en una gran “colmena” de viviendas. Por eso no es de extrañar que aplicaran la misma política en aquel otro gran espacio que en tiempos ocupó el añorado Cine Gran Vía: la de hacer pisos, ¡hala!
Pero antes de ser borrado para las nuevas generaciones, el Gran Vía permaneció unos cuantos años como “Pabellón Municipal”, donde venían en la Feria los cantantes y los conjuntos (a las bandas o grupos musicales se les decía antes “conjuntos”, como los Bravos, los Pequeniques, Lone Star, etc.; aquí en Cieza había por entonces dos conjuntos: los Jawahs Pop y los Generación 2000), y donde cerraba las galas la noche de la traca Antonio del Cocodrilo, un cantante solista en toda regla y una persona plena de buen corazón, al que todos ustedes seguro que conocen. Al Pabellón Gran Vía vinieron en aquella época los famosos de la mejor generación de artistas musicovocales que ha habido en España: la de finales de los sesenta y principios de los setenta, como Maritrini, Juan Pardo, Víctor Manuel, Serrat, Julio Iglesias, Miguel Ríos, Nino Bravo o Camilo Sesto. De modo que las galas musicales en aquel lugar eran una delicia y un orgullo para los ciezanos. (La Plaza de España quedaba más bien para la Banda Municipal, que tocaba sus conciertos en la Tortada, rodeada de mesas del bar Oasis que había debajo y de entendidos melómanos que pedían silencio con el dedo en los labios a los que pasaban hablando de sus cosas).
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 22/08/2015 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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