Sierra del Oro y Casa del Madroñal |
Este domingo anterior, 24 de febrero, se ha llevado a cabo en Cieza la impresionante carrera por montaña “IV Subida al Portazgo”, organizada por el grupo de senderismo y montaña “El Portazgo”. El itinerario, ya con el solo hecho de recorrerlo caminado, es bastante duro; muchísimo más si encima se realiza compitiendo y corriendo.
La primera tachuela importante (valga el símil ciclista) es el Pico de la Atalaya. Subir el Pico tiene su miga. Yo lo he subido varias veces: unas por placer (en mi primera juventud fui montañero y donde hay, siempre queda) y otras por motivos de trabajo, y les puedo asegurar que no es nada fácil. Subir por placer no tiene problema, pues como dicen por ahí, sarna con gusto no pica; otra cosa es trepar la abruta ladera por obligación; y les cuento: no hace muchos años, cuando en este país solo se podían ver dos cadenas de televisión y con horario restringido (por las mañanas solo había carta de ajuste y a las 12 de la noche ponían el himno nacional y se acabó, ¡a acostarse todo el mundo!), estaba allá arriba el repetidor de la segunda cadena (la UHF, porque la primera iba en VHF).
He de aclarar que unos pioneros, que lograron hacer llegar por primera vez a los hogares de Cieza las imágenes de Prado del Rey, fueron dos comerciantes del pueblo: Ortuño y Zamora (ninguna administración consideraba en aquel tiempo que eso fuera un servicio público). Éstos, sin más proyecto de ingeniería que su propio ingenio, tendieron una línea por las aristas de los riscos y subieron hasta la cima del Pico una manguera con 220 voltios. Izaron allí mismo una torreta metálica de 15 metros de altura y, en su base, construyeron una minúscula caseta de obra, donde alojaron el propio repetidor. Éste era de fabricación casera y se trataba de un cajón metálico que pesaba como un muerto, en cuyo interior iban montados los circuitos de manera tosca; tanto era así, que cuando aquel cacharrazo se averiaba, había que bajarlo a las costillas y mandarlo a Valencia para que lo reparase el mismo que lo había fabricado (el fulano aquel hacía repetidores como churros y llevaba los esquemas de funcionamiento en su mente, cosa que a nadie revelaba el secreto). Bien, pues ya pueden imaginarse ustedes las expediciones al Pico de la Atalaya que teníamos que hacer a las tres menos dos, cargados con herramientas, materiales o el propio zambombo del repetidor.
La carrera de montaña de este último domingo de febrero, que por cierto, a nadie se le oculta que esa mañana “el grajo volaba bajo”, o lo que es lo mismo, corría un viento helado que parecía arrojar puñados de cristales rotos a la cara, tras descender del Pico de la Atalaya, se dirigía hacia la Sierra del Oro por el paraje del Madroñal. La Sierra del Oro es actualmente el pulmón boscoso más próximo a Cieza, exceptuando el Cerro de la Atalaya. La Sierra del Oro, en otro tiempo, cuando la leña era el combustible único de los pobres, se plagaba de leñadores todos los días como la langosta; unos dejaban sus bicicletas en la Casa del Madroñal, “estación términi” donde acababan los caminos y comenzaban las sendas de herradura que ascendían a la montaña, y otros, que sólo poseían el coche de San Fernando, se desplazaban desde el pueblo a pie y regresaban a éste cargados con sus pesados haces a la espalda: ¡héroes de la miseria!, que subían hasta el Collado del Portajo y hasta la misma “copa” de la Sierra del Oro en busca de ramas empinochadas o tocones secos, comiendo un mendrugo de pan y bebiendo agua en los calderones de las peñas.
Pero a los ingenieros geógrafos, pareciéndoles inculta quizá la palabra “portajo” (puerto de poca importancia), la tradujeron en sus cartografías por el término “portazgo” (tributo que se pagaba al atravesar con mercancías por un determinado lugar, como por ejemplo, los arbitrios municipales que cobraban antes los aforadores a las entradas a Cieza, de cuyas casetas sólo quedan dos: la del Puente de Alambre y la del Camino de Madrid o Gran Vía). Un sin sentido, porque el atravesar la Sierra del Oro jamás ha implicado el pago de portazgo alguno; pero todo cambia y los nombres de los lugares no están a salvo.
Mas la durísima carrera de que les hablo, no sólo llega al Portazgo o Portajo, que es un collado a donde se puede acceder hoy en día en coche por la pista forestal, sino que los corredores lo sobrepasan y continúan hasta la cima de la Sierra, que es un punto distinto y distante del Portajo (puertezucho), por donde antiguos senderos de mulas que ascendían la umbría zigzagueando entre chaparrales atravesaban hacia la solana del campo de Ricote, y por donde algunos ricoteños pasaban la Sierra para venir a Cieza por Feria o por Semana Santa.
¡Héroes del deporte!, no obstante, los hombres y mujeres que con buena preparación física hacen hoy en día este esfuerzo titánico, una vez al año, eso sí, y por puro reto personal.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 02/03/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
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