Chimenea de San Juan Bosco |
También es verdad que jamás funcionó según la idea original del proyecto, pues la habían diseñado como una fuente de agua con su iluminación por dentro y por fuera, pero fue un fracaso, ya que no tuvieron en cuenta una serie de factores, como la inclinación de la plaza, la inclinación de los planos recubiertos de mosaico por donde debía resbalar el agua, la rejilla sumidero de alrededor que tenía que recogerla, el caudal de agua que debía manar desde arriba, etc. ¡Un desastre! Pero sobre todo, no tuvieron en cuenta las características especiales de este pueblo nuestro, en donde la gente, por lo general, no respeta los bienes públicos y tira de todo al suelo sin miramiento ninguno. De modo que la bien intencionada “fuente” funcionó tres días; al que hizo cuatro ya estaba llena de porquería y el agua, en vez de meterse por el mal diseñado sumidero para ser bombeada de nuevo, se iba calle abajo formando un “chape-chape”.
Por otra parte, la calzada que circundaba la chimenea era estrecha (mucha chimenea y poca calzada para los coches), de manera que a las tres menos dos, los camiones trailer que tenían que rodearla, porque la Plaza de San Juan Bosco es una de las “puertas” de Cieza, le pegaban un buen meneo a los focos que había alrededor y se los cargaban que era un gusto. Y ya, para colmo, la iluminación de adentro tampoco duró mucho, pues un día, por descuido, los operarios de mantenimiento se dejaron la puertecilla abierta y unos sarracenos de estos que gozan destrozándolo todo, rompieron los focos que proyectaban el chorro de luz hacia arriba, lo cual tenía algo de llamativo por la noche. Pero miren lo que les digo, a pesar de todo, ya nos habíamos acostumbrado a la chimenea y no nos importaba que estuviese ahí, al menos como punto de referencia para los forasteros que venían al pueblo por primera vez (“Tú, cuando llegues a una chimenea de hierro mu fea, tira pa’riba, o tira pa’bajo, etc.”, les decíamos para indicarles cómo llegar a un determinado sitio).
Anterior a la chimenea, ustedes recordarán que había un jardincillo con unas palmeras y muchos rosales (allí, precisamente, les tengo hechas a mis hijas fotos estupendas el día en que tomaron su primera comunión en la Parroquia de San Juan Bosco). Ni que decirse tiene que aquella rotonda era bastante más bonita; desde luego, ni punto de comparación con el mamotreto de hierro enrobinao. Si al menos hubiesen tenido la delicadeza de colocar una chimenea de ladrillo de verdad, por ejemplo la de la Fábrica de Los Guiraos, de la Estación, que permanece allí en medio de un erial a merced de que algún desaprensivo la tire abajo algún día para construir cualquier cosa, como hicieron sin “querer-queriendo” con la de la fábrica del Camino de Madrid (yo la vi caer, lo mismo que el edificio de seis plantas y doce viviendas que había junto a ella).
Es cierto que ahora hace falta excavar el subsuelo de la plaza de San Juan Bosco para hacer aparcamientos subterráneos e intentar solucionar el problema de los coches, que ya no caben en nuestras calles y lo invaden todo: esquinas, pasos de peatones, accesos o rampas para personas discapacitadas, aceras y hasta la propia calzada parando en doble fila. Y es por eso que necesitaban levantar la chimenea, y ya de paso colocarla en otro lugar fuera del pueblo (¡adiós, chimenea, adiós!). Luego ya veremos lo que ponen después. Esperemos que esta vez piensen con la cabeza y hagan algo realmente embellecedor y duradero (a mí, la solución de la Plaza de las Cortes no me parece mal y las esculturas de mi amigo Salvador Susarte, aunque también del color del robín, creo que son muy apropiadas para la Gran Vía, mas San Juan Bosco es otra cosa).
Espero que dejen luego una plaza espaciosa reduciendo el anillo de la rotonda central y permitiendo mejor fluidez en la circulación, pues las dimensiones son las que son y no dan para más, y que hagan algo sencillo, fuerte y que perdure, para que nos podamos encariñar con nuestro paisaje urbano. Un jadincillo bien cuidado, con una fuente bonita que funcione, hermosean mucho más que cualquier otro costoso chirimbolo de hojalata enrobiná. (Aunque después de las letras del Convento, ya no me extrañaría nada; y si con el tiempo piensan otra cosa y, tras un gastazo de millones, vuelven a derribar lo construido, pues ya lo dice el refrán: “el hacer y el deshacer dan de comer”).
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Hola Joaquin, tienes mucha razón en lo que dices. Hablando de otra cosa, ya he puesto tu enlace en mi blog, y cuando quieras puedes ver en directo las acuarelas de los álamos, solo tienes que decirme cuando y como.
ResponderEliminarUn saludo.