Maquinaria pesada limpiando las orillas del río |
Por qué iba a ser distinto esta vez... Si aquí siempre pasa lo mismo: se hacen las cosas y se dejan a la buena de dios. Hablo del río. Dicen que la empresa responsable de la ejecución de las obras en las márgenes del río, tiene que prestar un mantenimiento y un seguimiento hasta finales de año. Bueno... De momento las cañas están creciendo e invadiendo de nuevo las partes donde las habían limpiado con gran coste económico. Es lo suyo, pues las cañas constituyen una especie invasiva y difícil de erradicar. Dicen también que la Confederación Hidrográfica del Segura ha prohibido tocar las cañas ahora porque estamos en época de nidificación de los pájaros. El caso es que en un abrir y cerrar de ojos tendremos otra vez densos cañaverales en la zona del paseo ribereño. Cosa que hay quien prefiere las cañas y su verdor exuberante y hay quien no. Yo, si descuidan lo hecho, pienso como aquel que decía: “mi mujer ha malparío, trabajo perdío”.
Antes los cañaverales eran aprovechados por sus propietarios, pues las fincas de las riberas lindaban al río y cada cual cortaba sus cañas todos los inviernos, bien para el propio uso agrícola, como emparrar tomateras, hacer bardales, clavarlas a las matas de alubias, tejer vallas, confeccionar zarzos para secar higos, hacer barracas o chozas donde guarecerse de un chaparrón, etc.; bien para venderlas a la industria de los cañizos y sacar unas perricas. Eso, antes. Ahora todo es distinto y las cañas son un estorbo, pues quedan sin cortar de un año para otro, formándose espesos cañares en las orillas del río. Lo cual provoca dos cosas: primero, que desde los senderos, paseos y rutas turísticas fluviales, no se puede ver la corriente con sus remolinos de agua ni a los piragüistas remando ni a la gente de los descensos en barca metiendo bulla y amedrentando las aves de ribera; y segundo, que el citado boscaje, ciego de brozas, carrizos y cañas secas, es un reclamo diabólico para los fulanos del mecherico, esa gentuza que le ha pegado fuego al Menjú ya veinte veces. Un problema, desde luego.
Pero miren por dónde, ha venido al pueblo ese dineral de las arcas públicas para acondicionar las orillas del río, que unos estaban de acuerdo y otros no, pero que al final se ha llevado a cabo la ingente y costosa obra, con pasarelas de madera, embarcaderos, playas artificiales, zonas de recreo y esparcimiento, barandillas de acero inoxidable, miradores, etc. Ya está hecho, con sus pros y sus contras, pero ahí queda; de modo que ahora toca cuidar esos espacios y permitir que exista un embellecimiento de tales lugares. Pero, ¡ay!, pasa lo siguiente: en las zonas de nueva repoblación vegetal, como es la parte de la prolongación del paseo ribereño, muchos de los arbolicos y especies arbustivas plantados se perdieron: no agarraron en su momento o se han secado después por falta de riego y de cuidados (los diminutivos van con toda intención, pues se ve que en el pliego de condiciones de la obra no se especificaba el tamaño (que siempre importa), de modo que trajeron unas “cosicas” que no levantaban cuatro dedos del suelo, tamaño ideal para pisarlas descuidadamente, patearlas con los perros o echarles encima las bicicletas). También otros de los pequeños arbustos o matojillos, ni que decir tiene que los han arrancado los vándalos por el mero hecho de no dejar títere con cabeza (uno de nuestros males endémicos). Y aún muchos de los que quedan, están cubiertos de malas hierbas que les ahogan el crecimiento, y dudo que lleguen a descagazarse.
Con todo, la apertura de los nuevos caminos, senderos y paseos por la orilla del río, ha sido de enorme repercusión positiva para la gente. Sin duda, es lo mejor que tenemos en el pueblo para pasear, hacer deporte y disfrutar de un entorno natural que encontramos a la vuelta de la esquina. (El otro día, en Murcia, pensaba yo: ‘pobres personas las que vivan en el centro de la capital, que para llegar al monte han de coger el coche y hacerse unos cuantos kilómetros a través del voraz tráfico...’)
Mas volviendo al tema de las cañas, y dejando por sentado que haría falta alguna solución duradera para, al menos, cortar los cañares una vez al año como se ha hecho toda la vida de dios, hay quienes piensan, y no van muy desencaminados, que estas son necesarias para sujetar las motas del río; si no fuese por la tupida raigambre de sus cepas, la corriente se iría comiendo la tierra y se irían replanando las orillas (nada come más que la orilla del río, decía mi abuela), so pena de “acanalar” este a base de peñones, sobre lo cual tampoco estaría todo el mundo de acuerdo.
En fin, verde río, verdes cañas; “el barquito sobre la mar y el caballo en la montaña”, que escribiera una vez un tal Federico García, de Fuente Vaqueros, por más señas.
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 21/05/2016 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA"
Hola Joaquín, lo mejor para cargarse la caña es precisamente eso, darle caña. Me explico, si cuando la caña es chucho se rompieran esos chuchos a base de palos a los dos años el cañal desaparecería, si la caña no crece sus rizomas (raíces) no pueden expandirse y mueren.
ResponderEliminarDe esta forma no habría problema con la fauna y además contribuiría a que el resto de plantas pudieran ganar la batalla por la luz.
Por lo tanto a ti que te pilla cerca empieza a promocionar el día de "la lucha contra el chucho".
Un saludo desde Bélgica y sigue hablado bien de mi querido y añorado pueblo al que vuelvo siempre que tengo algo de tiempo.
Gracias estimado lector ciezano de/desde Bélgica. No estás exento de razón en lo de la "lucha contra el chucho". Todo se andará.
EliminarUn saludo afectuoso.