Interior de la Ermita de Belén (Liétor), desde el camarín de la Virgen |
Ayna, Liétor y Molinicos. Esos fueron los tres pueblos de la provincia de Abacete en donde el director de cine José Luis Cuerda rodó la memorable película “Amanece que no es poco”, de tal surrealismo que en ella brotaban y crecían hombres del suelo como espárragos humanos.
Los tres municipios son de bellísima estampa serrana, de callejuelas estrechas, de edificios sorprendentes y de urbanismo inventado con los siglos, bien para arrepechar las casas a los riscos, bien para detenerse con un mirador sobre el precipicio en cuyo fondo se dibujan pequeñas huertas. A los tres pueblos se llega descendiendo por carreteras curvosas, que hacen las delicias de los moteros que se dan citan por allí los domingos; y en los tres corre abundante el agua viva de manantiales, fuentes y arroyos. Pero sobre todo, se advierte en sus habitantes que llevan con orgullo el que allá por el año 1988 estos tres pueblecicos con encanto se convirtieran en escenarios cinematográficos vivos y reales, cuyos recordatorios con fotografías de escenas y con textos de la mencionada película están presentes hoy en día por calles y plazas (a la entrada de Ayna, se conserva la moto-zapato en que Resines llevaba montado a su padre).
Es lo natural, cada municipio muestra lo que tiene, enseña lo que posee, fomenta el turismo con lo que cuenta (¡Ay, si en Cieza diéramos alguna vez pie con bola en lo que a explotar nuestro potencial turístico se refiere...! Pero qué va, nos hace falta viajar más, visitar otros pueblos, aprender de otras gentes y copiar cómo lo hacen otros municipios que nos llevan muchas pleitas en este sentido...) De modo que Ayna, Lietor y Molinicos, además de su paisaje singular entre montes erizados de riscos y valles profundos dibujados de bancalitos bien cuidados, y además del atractivo de un urbanismo adaptado como un guante a la difícil orografía del terreno y de la belleza natural del entorno, además, digo, explotan el rastro de lo que un día los convirtiera, con todos sus habitantes, en tres singulares platós para la realización de la película más controvertida, criticada o adorada del cine español.
Recuerdo que llegamos a Liétor una estupenda mañana de domingo y las calles estaban animadas de gente. Se trata éste de un pueblo amable, en el que no tienes más que abrir la boca y en seguida te ayudan, te cuentan cosas, te aconsejan, te explican esto, lo otro y lo de más allá. A nosotros, un hombre que estaba en la plaza mayor contemplando unas motos de época que habían dejado allí por el gusto de exhibirlas, nos recomendó que hablásemos con el cura antes de que dijera misa, y eso hicimos.
La iglesia mayor, cercana al ayuntamiento, a la que se accede por una amplia escalinata, está dedicada a la advocación del “Señor Santiago” y es un templo vetusto con capillas interiores bien trabajadas en diversos estilos según las épocas y con sorprendentes imágenes de Salzillo (el párroco nos reveló, no sin cierta satisfacción, la posible raíz manchega en el apellido materno, “Alcaráz”, del famoso imaginero murciano, cuya obra se encuentra repartida por Albacete, además de por Almería, Alicante y Murcia).
A don Francisco, el cura, no le molesta que eche fotos y disparo a placer a todo lo que me llama la atención. Entonces me sorprendo al comprobar que lo que yo creía columnas clásicas y dos hermosas estatuas sobre sus pedestales tras el altar mayor, no es más que una pared pintada con tal maestría y realismo que hasta no darse uno con las narices en ella, puede jurar que es relieve. (El cura, que se advierte un hombre culto y que le encanta ejercer de guía en sus dominios, nos explica el significado de las dos figuras pintadas, con inscripciones en latín debajo, las cuales representan a San Juan Nepomuceno y San Juan de Capistrano).
Mas la joya de la corona es el museo parroquial. El hombre nos abre sus puertas y se explaya a gusto en sus explicaciones: tanto en la sección arqueológica y de arte sacro, como en la parte etnográfica, donde se reproduce en el piso superior toda una casa de labor machega, con infinidad de apichusques expuestos de la mejor manera, que reflejan exactamente la vida en el lugar de hace 80 ó 100 años.
Luego, tras dejar un óbolo en gratitud (yo además le regalé un libro de Relatos Vulgares), nos fuimos dando un garbeo por el pueblo hasta la Ermita de Belén, donde metieron las cámaras los de la película, según nos explica Antonio, que es un vecino encargado de abrir el templo a los visitantes con una llave enorme que pesa medio kilo. (No nos dio tiempo a ver después el antiguo convento de carmelitas, pero en la Posada tenían un buen menú para comer y de postre: miel sobre hojuelas).
©Joaquín Gómez Carrillo
(Publicado el 02/11/2013 en el semanario de papel "EL MIRADOR DE CIEZA")
Yo he estado en varias ocasiones por esas tierras y considero que has enlazado perfectamente lo que une a estos tres pueblos y que perdurará a lo largo de la historia por siempre y para siempre.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias Luis, amí me encantaros esos pueblecitos, inmortalizados ya por un rodaje memorable.
EliminarSaludos.