INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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7/11/21

Hablaré de cuevas pintadas

 .

Palacio de la Magdalena, Santander. Fue construido por suscripción popular de la ciudad y regalado al Rey Alfonso XIII. En 1977 fue comprado de nuevo por el ayuntamiento al heredero Juan de Borbón

Qué les iba a decir, este curso me he vuelto a matricular en el «Aula Sénior» de la Universidad de Murcia, pues el anterior me lo tomé sabático por causa del confinamiento (no me hacía gracia pasarme horas y horas delante del ordenador asistiendo a las clases «on line», la verdad). Y, como en esta modalidad de estudios, uno puede elegir entre un amplio abanico de asignaturas, a cual más interesante, pues así floreando he cogido una que se llama «La prehistoria: nuestros orígenes». Ya por el título se puede advertir que es una materia atractiva, ¿no?; pero lo es mucho más por el docente que la imparte: nada menos que Ignacio Martín Lerma, profesor de Prehistoria de la Universidad de Murcia y director de las excavaciones que se están llevando a cabo en la Cueva del Arco. ¿Saben a la cueva que me refiero? Sí, aquí en Cieza, en los Losares, no lejos del Cañón de Almadenes, que además de pinturas posee un yacimiento arqueológico interesantísimo, con niveles que se remontan a los neandertales (nuestros «primos» remotos que se extinguieron hace unos 40.000 años o por ahí, quedando en este mundo sólo los «sapiens», que somos nosotros).

En nuestro pueblo poseemos varios yacimientos prehistóricos donde existen pinturas. Las primeras que empezaron a ponerse en valor, o al menos a despertar interés (aunque tarde), fueron las del Barranco de los Grajos, en la Sierra de Ascoy. En algún artículo les he hablado de este santuario rupestre; recuerdo que lo titulé uno: «La mujer de los pies descalzos». Allí hay principalmente dos cuevas o abrigos, en la margen izquierda del barranco, en cuyas paredes existen paneles pictóricos. Por desgracia tardaron mucho en proteger este tesoro arqueológico con rejas, y los ignorantes, los curiosos sin conocimientos o los bárbaros que no respetan nada, llegaron a estropear buena parte de ellas. Mas es en el paraje de los Losares y Cañón de Almadenes donde se hallan la mayor parte de las cuevas pintadas ciezanas, siendo la joya de la corona la Cueva de la Serreta, en el mismo borde izquierdo del Cañón, afortunadamente bien protegida y que se puede visitar hoy en día pidiendo cita en la Oficina de Turismo de Cieza. (Sobre ella publiqué, creo recordar, un artículo titulado «El Ídolo de la Serreta».)

Fuera de Cieza existen, como es lógico, numerosos yacimientos con pinturas, ya sea a lo largo y ancho de la Región de Murcia, ya sea en provincias de nuestros alrededores. Al respecto, uno de los abrigos pictóricos patrimonio de la humanidad, es el de Minateda, que está ahí cerquita, con centenares de figuras pintadas en la roca. Sin embargo es en la zona de Cantabria y Asturias, donde se encuentran las cuevas pintadas más famosas, destacando entre todas Altamira.

La Cueva de Altamira son palabras mayores. Al principio hubo sus más y sus menos para aceptar que aquello tenía quince o veinte mil años de antigüedad. Al pobre Marcelino Sanz de Sautuola, el primer estudioso que presentó el hallazgo a la comunidad científica en Paris, le dieron el disgusto más grande de su vida; se le rieron en sus barbas los franchutes. «¡Amos, anda! —le dijeron—, ¿es que te crees que nos hemos caído de un nido?». Pero, amigo mío, cuando ellos descubrieron con posterioridad otras cuevas pintadas en Francia con parecida o igual técnica, como es el conjunto de cuevas de Lacaux, entonces pensaron «¡oño, pos era verdá lo de éste!», y aceptaron humildemente la veracidad de la llamada «Capilla Sixtina del arte cuaternario».

Conforme avancen las generaciones, menos gente habrá que ha visto Altamira, la cueva original, las pinturas reales. Yo, disculpen la inmodestia, las he visto dos veces, en dos visitas diferentes en distintos años. Pero eran otros tiempos y todo el mundo cavilaba menos en cuanto al cuidado que hay que tener con estas cosas. Luego, hará como 10 u 11 años, también he visto la «Neocueva», una réplica perfecta anexa al maravilloso Museo Arqueológico de Altamira. Perfecta en cuanto al techo de la caverna y las figuras se refiere, por lo demás no, ya que sus espacios amplios están diseñados para meter cuanta más gente y sacar dinero (los grupos de personas entran continuamente, uno detrás de otro, en una perfecta sincronía para dar el tiempo justo a las explicaciones de los guías).

En la gruta original —les hablo de los años setenta, cuando yo entré—, se pasaba del «vestíbulo» al interior por una angosta galería, en parte artificial para «corregir» un antiguo derrumbe (ello explica que, según se cuenta en los libros, el perrico de la nena de Marcelino se metiera por un agujero, y la niña detrás, y abocasen directamente a la sala de los Polícromos, como la llaman ahora). Luego se llegaba al «sancta sanctorum» de la caverna, donde el techo estaba tan bajo, que los artistas primitivos (mujeres u hombres, eso no se puede saber) pintarían en algunas zonas acostados boca arriba, casi como Miguel Ángel pintara a Dios dando vida a Adán en la Capilla Sixtina del Vaticano. Por tanto, y con tal de meter turismo, ya por aquel tiempo, lo que hicieron fue rebajar el suelo de la sala hasta que se pudiera caminar de pie, y, para que el público tuviera la perspectiva de los propios artistas del paleolítico, dejaron sin rebajar una especie de tarima del suelo original, y, sobre ella habían puesto unos cojines para poder echarse de espaldas la gente —yo lo hice— y tener los bisontes poco más que a distancia de brazo. Suena a barbaridad, ¿verdad? Pues así eran las cosas, hasta que se les encendió una bombilla en la cabeza y cerraron definitivamente la gruta. ¡Menos mal!

Otra de las cuevas pintadas que he visitado repetidas veces en la zona cántabra —y no quiero que se me olvide mentar Covalanas, en Ramales de la Victoria, donde también he estado en dos o tres ocasiones, una de ellas con mis hijas pequeñas— ha sido la «Cueva del Castillo». Tras mi última visita a ésta publiqué tres artículos: «Manos sobre Manos», «El invento del espray» y «El primo neandertal» (todos están en mi blog «El Pico de la Atalaya»). Esta cueva se puede visitar con cupo de personas al día, como la de Tito Bustillo, en Ribadesella (Asturias). Y les diré que merece mucho la pena, o el frío que se pasa si no va uno bien abrigado.

La Cueva del Castillo, cuyas figuras pictóricas principales en su interior son manos, mejor dicho, los negativos de manos, posee junto a su entrada un gran yacimiento arqueológico, junto al cual se levanta en la actualidad el centro de interpretación de las varias cuevas que hay allí mismo en el llamado Monte del Castillo: «la Pasiega», «el Oso», «las Monedas». Dicho monte está al lado de la bonita población de Puente Viesgo, en el valle del río Pas, donde los genuinos sobaos pasiegos; no dejen de catarlos si se acercan por allí a ver la cueva, así matan dos pájaros de un tiro.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"