INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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31/10/21

Radios mágicas, III

 .

Calle Hontana y ruinas de la almazara de Matías Baldrich. Al fondo el Pico de la Atalaya

Para poder establecerse por fin en Cieza como vendedor de radios, tuvo que acogerse a una figura societaria con unos «socios de paja», de manera que se instaló en la Plaza de España, en el bajo de la casa de Don Domingo Anaya, con la denominación social «Radio Ortuño, S.A.». El hombre había estado en Abarán durante trece años, donde puso una tiendecica de radios y máquinas de coser para subsistir con su oficio, pues una sentencia judicial le prohibía ejercer dicho comercio en nuestro pueblo como persona física. Hay que entender que eran otros tiempos (la sombra política de la posguerra fue muy alargada) y una querella por razones comerciales de competencia desembocó en sentencia del tribunal superior de Albacete. (La Región de Murcia abarcaba también a la provincia manchega y en la capital de esta se hallaba al parecer la cúspide judicial de dicha región).

Ortuño vendía las radios Invicta, a la vez que era un técnico apasionado y le gustaba destriparlas cuando se averiaban y ponerlas de nuevo en solfa. La electrónica continuaba atrasada y el modo de funcionar, un tanto rudimentario. Sin embargo, aquellas radios grandes, de madera de ébano y filos dorados, con buenas voces, que hermoseaban en el lugar principal de las casas, y capaces de crear ilusiones y de abrir la ventana mágica al mundo invisible de las ondas, con el tiempo fueron poco a poco desplazadas por el invento arrasador de la televisión.

Cuando yo llegué a la tienda, ya hacía bastantes años que nadie compraba una radio de las de antes, y éstas, embaladas con viruta en sus cajas, se morían en las estanterías del pequeño y húmedo almacén de la calle Gregorio Ruiz; allí se oxidaban sus potenciómetros, se secaban sus condensadores, se agrietaban sus resistencias y se echaban a perder sus lámparas. Hasta que en sucesivas limpiezas fueron desapareciendo, y con ellas, el tiempo en que las historias había que imaginarlas escuchando. Cuando llegué a la tienda de Ortuño, la gente había empezado a adorar los electrodomésticos; pero sobre todo, la reina había pasado a ser la televisión.

Años atrás, Ortuño y su concuñado Zamora, promovieron la colocación de un repetidor de televisión en el monte de la Atalaya. Mas todo era aún tan primitivo, que dicho aparato funcionaba a válvulas («peras», que decía la gente). Este repetidor, junto al camino de la umbría, recogía la señal de la VHF de Aitana, que llegaba en el canal 3, y la repetía sobre el pueblo en el canal 6; de manera que ya no hacían falta aquellas aparatosas antenas sobre los tejados. Aunque por entonces solo había una cadena, que emitía unas cuantas horas al día, y que a la media noche tocaba el himno nacional y se acabó lo que se daba.

Los televisores, también de la marca Invicta, en blanco y negro, que vendía Ortuño poblaron las casas de numerosos clientes, y su uso ya se hacía imprescindible: si se rompía la tele, creían estar en un duelo, aseguraban los nuevos teleadictos. Aquellos aparatos funcionaban a válvulas todavía y carecían de placas de circuito impreso, por lo que sus condensadores y resistencias, enmarañados en su interior, se tejían en el aire como una araña de mil patas. Y fue por aquel entonces que, como si fuera lo más fetén del progreso, se creó la UHF. (¡Qué grandes éramos ya en España: teníamos dos cadenas, la VHF y la UHF!) ¿Cómo iba a llegar a Cieza esta nueva señal de televisión de tan alta frecuencia? Pues no quedaba otra que cogerla también de Aitana (Alicante), pero como allí la emitían en el canal 32, aquí llegaba tan débil cual un suspiro, por lo que de nuevo Ortuño y Zamora idearon colocar un repetidor en la cima del Pico de la Atalaya.

Resulta que un fulano de Valencia fabricaba repetidores artesanales para la UHF; el tío los hacía como churros; eran unos armatostes metálicos y dentro metía su maraña de componentes, sin esquema alguno, de los circuitos; todo lo llevaba él en su cabeza y no desvelaba a nadie el secreto. En lo alto del Pico plantaron una torreta de 15 metros de altura, sujeta por 8 cables de acero, y en la base de esta, en una casetica minúscula, metieron la caja tonta del repetidor (¡un trabajo de chinos!, porque además subieron una línea de 220 voltios hasta allí escalando los precipicios por donde hoy solo se atreven las cabras). El repetidor del Pico de la Atalaya recibía la flojica señal del canal 32 y la emitía sobre el pueblo, más amplificada, a través del 43. Cada vez que se averiaba aquel aparato, ni dios sabía meterle mano: había que cargárselo a cuestas, bajarlo sin despeñarse, y llevarlo al tipo de Valencia; luego hacer el viaje inverso.

Y ya estalló el color en la televisión y llegaron los mundiales de Argentina, donde el «pibe de oro» Maradona anunciaba los rollos de película Agfa para las cámaras fotográficas (recuerden aquello de los carretes y el revelado), y una voz en off decía: «¡Este diez es Maradona!», mientras él marreaba divinamente y marcaba un gol; y entonces «Dieguito el Pelusa» apostillaba: «¡Agfacolor. Estos son mis colores!». De modo que Ortuño empezó a vender la marca Werner, y los camiones de Transportes Ciezanos, cuya agencia estaba ubicada en los bajos de la Torre de la Plaza de España, no daban abasto a traer televisores «Werner-color» para cubrir la gran demanda de los clientes.

Pero llegó el tiempo también en que Argelia emitía muy fuerte con sus reemisores apuntando para acá, y a las tres menos dos teníamos a los moros de fondo, interfiriendo nuestros programas de la primera cadena. Entonces Ortuño ideó «traer» la señal «limpia» de Murcia; y eso hicimos, buscando las ondas con un medidor de campo y una antena por los altozanos de la Atalaya, como quien caza mariposas. Pero como la Cresta del Gallo, en la Sierra de la Cadena, emitía por el 5, hubo que cambiar nuestro repetidor de VHF (ya era moderno, a transistores), para que recibiera en ese canal y emitiera en el 9. ¡Todo el pueblo tuvo que cambiar antenas! (Por entonces, recuerdo que el alcalde José Morote Valchs, el último alcalde predemocrático, que llegó hasta las primeras elecciones municipales de 1978, interesado en dar el mejor servicio a Cieza, nos acompañó más de una vez en la Atalaya.)

Y ya, unos cuantos años después, Retevisión (empresa pública de Radio Televisión Española) pondría repetidores en la Sierra de Ricote, todo ya en la frecuencia de UHF: la Uno en el canal 25 y la Dos en el 28. ¡Otra vez cambio de antenas en el pueblo!; y yo echando viajes al Pico de los Almeces, en dicha Sierra de Ricote, para cuidar del mantenimiento de tales repetidores.

Mas sobre aquellos otros tiempos míticos de las radios, que el viento se llevó, se decían muchas cosas y existían las más variopintas anécdotas. Ortuño, en su etapa de «destierro» abaranero, contaba que había vendido una bonita radio en los Casones de Abarán y, a los tres días, vino el hombre a su tienda hecho una furia, diciendo que no la quería, pues «los tíos de la radio oían lo que él hablaba en su casa». —Eso no puede ser— le aseguró Ortuño de la mejor manera posible. El hombre, muy serio, se explicó: «Mir’usté, estaban hablando de las nuevas cocinas esas de gas butano y yo salté y dije a fuerte “¡una mierda p’al butano!”, y entonces, muy claricamente, ¡y que me muera ahora mismo si es mentira!, el locutor contestó: “¡…Pa tu boca, marrano!”».

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"