INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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4/8/24

La Venus de El Pardo

 .

¿A qué les recuerda esta imagen, quizá al monte de la Atalaya de Cieza, con las casas del Maripinar en primer término? Pues es parte del fondo del cuadro «La Venus de El Pardo», de Tiziano.

Aunque dicen que Franco era un gran cinéfilo y que veía pelís por un tubo, él no se desplazaba a las salas de cine. ¿Cómo iba a ir Franco a los famosos cines de la Gran Vía de Madrid, al Coliseum, al Lope de Vega, al Pompeya, al Imperial, al Rex o al Capitol? (Por cierto, en este último se inspiraron los Martinejos para mandar construir el cine Capitol de Cieza, que era un lujazo de teatro, el orgullo de todos los ciezanos, y que perdimos para siempre por la estulticia de los políticos, encabezonados en gastar 15 millones de euros). ¿Entonces cómo veía Franco las películas de Marisol, que le gustaban tanto, o «Los diez Mandamientos», de Cecil B. DeMille, o «Raza», de José Luis Sáez de Heredia, cuyo guión se había atrevido a escribir el propio general? Muy sencillo: en el magnífico Salón Teatro del Palacio Real de El Pardo.

Dicho palacio fue mandado construir por el rey Carlos I (y V emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) simplemente como pabellón de caza. Los reyes siempre se han aburrido mucho y mataban el rato con diversas actividades; una de ellas, tirotear los ciervos de aquellos montes; aunque algunos —todo hay que decirlo— eran más de tener holganza con hembra placentera. Luego, el hijo, Felipe II, le tomó querencia al sitio y empezó a arreglarlo a su gusto; entonces fue cuando le encargó a Tiziano aquel maravilloso cuadro de una Venus, en cueros vivos como ha de ser, recostada en un prado, entre escenas de cacerías y sátiros mitológicos con lasciva de chivos.

El famoso pintor italiano se llamaba Tiziano Vicellio di Gregorio, pues su padre era un tal Gregorio, un distinguido concejal (en aquel tiempo un concejal era alguien en la sociedad; ahora es calderilla de la política). Tiziano vivió tanto —por lo menos cien años, o más—, que cambió de estilo a lo largo de su vida: empezó siendo renacentista y acabó siendo manierista. Pero qué duda cabe que, afincado siempre en Venecia, pertenecía a la flor y nata de los pintores de su época. Nuestro rey Carlos I, sin ir más lejos, le nombró «Pintor primero de la Corona de España»; así que, a pesar de los robos, los mangoneos y los expolios históricos sufridos por nuestro país, podemos presumir de tener unos cuantos Tizianos en el Museo Nacional del Prado.

Es por tanto que les decía que este artista había pintado un enorme lienzo para decorar el entonces pabellón de caza de los Austrias en el real sitio de El Pardo. Luego, reformado el edificio y adecentado bastante al confort de la época (no había ni cuartos de baño), sirvió de «palacio de invierno» a los Borbones; a ellos les encantaba irse allí y ver nevar; echaban una buena lumbre y estaban a cuerpo de rey. Pero cuando eso ya había sido reformado por Carlos III, que lo dejó niquelado; y entonces fue cuando mandó construir en su interior un teatro, para divertimento de la corte y donde, transcurridas las décadas y los siglos, «Paco el de los sellos» se hincharía a ver películas, solo o con «la Collares», mientras la lucecica de su despacho permanecía encendida toda la noche, para que la buena gente pesara que sufría desvelo por España y trabajaba con denuedo.

El mentado óleo de Tiziano, que colgaba en uno de los salones, estuvo a pique de irse a tomar viento, pues en 1604 ocurrió un pavoroso incendio en el que ardió hasta el Sursuncorda. Reinaba en España entonces Felipe III, el cual, en relación con el incendio de El Pardo, preguntó «¿Se ha salvado el cuadro de Tiziano?». «Sí, majestad», le respondieron (el cuadro no es moco de pavo, oiga: tiene casi dos metros de alto por casi cuatro metros de ancho). «Entonces —dijo el rey—, si se salvó, lo demás no importa; se puede rehacer».

Más ¿qué pasó con el cuadro? Veamos.

En 1623, el duque de Buckigham viene a España con el príncipe Carlos Estuardo (hijo del rey inglés Jacobo I) a buscarle novia al muchacho. Pues habían echado el ojo a la hijica pequeña del rey Felipe III, María Ana. Pero les salió el tiro por la culata, ya que en la corte de los Austrias el catolicismo era sagrado; de modo que le preguntaron: «¿A ver, nene, tú vas a misa, te confiesas, comulgas?». «No —respondió el zagal—, yo soy protestante» (hacía poco más de un siglo que Lutero había  «protestado» contra el papa de Roma, León X). «Vale, sí —insistieron en la corte española—, ¿pero tú te harías católico por amor». Era condición sine qua non. Mas el chico apuntaba maneras y se mantuvo en sus trece con la espalda tiesa; así que no hubo negocio en lo tocante a la coyunda y se fue para la Inglaterra herido en su amor propio. Por lo que al llegar, tanto él, como el duque de Buckigham, le pidieron al rey que declarase la guerra a España. Sin embargo, durante su estancia en Madrid, se aficionaría a la adquisición de arte y Felipe IV (el hermano de la pretendida y no conseguida), encima, el muy tonto, fue y le regaló el Tiziano de la Venus de El Pardo. «Toma chaval, para ti».

Luego, una vez ascendido al trono inglés, el jodío Carlos I Estuardo, lo primero que hizo fue mandar una flota contra España. Y como no tenían suficientes perras para organizar una armada inglesa poderosa, se alió con los holandeses, que también eran protestantes y les tenían gana a los españoles; y, en 1625, se vinieron para acá con 10.000 soldados y un montón de barcos. El plan era capturar la Flota de Indias en un puerto español y llevarse calentito un inmenso botín. Nada de eso ocurrió. En Cádiz estaba esperándolos el duque de Medina Sidonia, que les dio para el pelo y les infligió una humillante derrota. (Luego, ¡ay, ay, ay!, dos siglos después, nos las darían todas juntas en Trafalgar. Pero de aquella gloriosa batalla contra el «perro inglés», nuestro rey Planeta Felipe IV encargaría a Zurbarán un fantástico lienzo para colgar en el Salón de Reinos del Palacio Real del Buen Retiro, que ahora pertenece al Museo del Prado).

En lo tocante a la «Venus de El Pardo», de Tiziano, cuando al rey inglés Carlos I, por hijoputa y por su mala cabeza, le cortaron la ídem con un hacha sobre un posete de madera, el cuadro fue subastado y adquirido por el coronel John Hutchinson por 600 libras. Luego, doblando el precio, se lo compraría el cardenal Mazarino, un prelado muy listo, sucesor en la corte gabacha del cardenal Richelieu. Más tarde, el rey Sol (el emperifollado Luis XIV) lo compró a los herederos de Mazarino y ahora cuelga de las paredes del Louvre.

De aquel Madrid, que en un tiempo fue capital del arte, como Roma o Florencia, por hache o por be, hay muchas y maravillosas pinturas repartidas por el mundo.

©Joaquín Gómez Carrillo 

 

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"