INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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17/4/23

Paisajes urbanos de Cieza, XXXIX

 .

Fuente ornamental como recordatorio de lo que en su día fue el Pilar del agua, donde abrevaban los animales.

En el Camino de Madrid existe un «recordatorio» de lo que en tiempos fue «El Pilar»; ahora hay una especie de fuentecilla ornamental de circuito cerrado, o sea, que una bombica se pone en marcha y hace circular el agua que cae por el chorrico a lo que simula ser un pilón, un abrevadero para las bestias y ganados, que era su función hace décadas.

En Cieza, antes de los años sesenta, en que una empresa de extracción de las aguas subterráneas se dedicara a hacer profundas perforaciones y explotar de forma abusiva el riquísimo acuífero de la Siera de Ascoy, antes —digo—, había abundante agua que afloraba por diversos manantiales, como el de la Fuente del Ojo, la Mina del Agua y otros más. Era por eso que el Pilar del Camino de Madrid tenía su caño permanente y su gran pilón corrido para que abrevaran los animales. Allí los carreteros, a su paso con transportes de esparto u otras mercancías, arrimaban sus bestias para que saciaran su sed. Allí los cabreros acercaban sus ganados de cabras lecheras para que bebieran a placer. O allí, los guardiaciviles de a caballo, que iban entonces por los campos vigilando que todo estuviera en orden, abrevaban sus monturas sin bajarse.

Por aquel tiempo el paisaje urbano de Cieza estaba casi exento de coches; sin embargo aún abundaban por la vía pública los animales: las burras, en cuyas casas de sus amos existían aquellos pasillos de cemento con marcas de círculos hechos en su día con la boca de un bote, desde la puerta de la calle a la del corral, para que el animal entrara y saliera sin resbalarse; los ganados de cabras, que mañana y tarde transitaban por las calles cuando iban o venían de pacer, siempre dóciles detrás del cabrero; y sobre todo los carros, con sus reatas de mulas, que transportaban cargamentos de paja, leña, piedra, arena o esparto.

La carretera general, antes de que se abriera la Gran Vía a principios de los cincuenta, atravesaba el pueblo por la Calle Mesones. De modo que el Camino de Madrid, asfaltado ya desde los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, igual que el Camino de Murcia, soportaba el mayor tránsito de vehículos, muchos de ellos de tracción animal. Por eso tenía sentido establecer un punto de abrevadero: El Pilar, con su chorrico de agua.

Luego se dejó perder, se abandonó a su suerte, como se dejó perder el lavadero público de la Fuente del Ojo hasta que se hundió y no le cupo más escombros y basuras. Más se hacía necesario que ambas construcciones se rehabilitaran o se reconstruyeran para que no triunfara el olvido de lo que fuimos. Hay muchos lugares de Cieza, en los que habría que colocar algún modo de información para las generaciones venideras o los simples visitantes. Creo que bastaría con un par de frases sencillas; que se sepa que el nombre «Pilar» no viene de la Virgen maña, sino de la función, necesaria en aquel tiempo pasado, de dar de beber a los animales. ¿Dónde he visto yo algo así? Ah, pues en la Granja de San Ildefonso (Segovia); allí está la información en cada una de las placas de azulejos de los nombres de calles y plazas, por ejemplo: «Plaza de las Puertas de Segovia», y a continuación explica: «Formada por tres puertas de hierro y una verja pintadas de negro y oro, según la moda del siglo XVIII», y aún aclara: «…la puerta de en medio sólo se abría para el paso de los reyes». Otra placa dice: «Calle de los Guardas», y explica: «…llamada así por los soldados de las reales guardias de corps, cuyo cuartel es hoy centro de congresos». Son curiosísimas estas placas, que dan una información adicional al simple nombre de una vía o espacio público.

En Cieza no estaría mal tomar este modelo y manera de dar una pequeña información de nombres y lugares, como por ejemplo en mismo «Camino de Madrid», para no olvidar el hecho mentado arriba de que esta vía pública fue travesía de la carretera general Madrid-Cartagena. O el «Callejón de los Tiznaos», cuyo nombre alude a la existencia de talleres donde trabajaban hombres con manos y caras manchadas por el oficio. O el mismísimo «Garaje Inglés», establecimiento pionero en la mecánica automovilística en Cieza, que fue el primer concesionario de la casa Ford en el pueblo y que, como incentivo comercial (tenían vista los Brunton), al cliente que comprase un coche le entraba el carné de conducir de regalo (no había que estudiar los test ni examinarse ni nada, era un mero trámite administrativo). Y qué me dicen de la fábrica de conservas de «los Guirao», enfrentico mismo del Pilar; un monolito podría recordar que ahí existió una empresa puntera en la conserva del melocotón de Cieza, que con su marchamo «La Campana» envasaba melocotones enteros en tarros de cristal y los exportaba al mundo.

Todo esto que escribo, y describo, perteneció a una época que el viento se llevó. Ahora no tendría mucho sentido mantener un pilón grande de agua con caño vivo, adecuado para abrevar animales, que no los hay; ahora sólo hay coches y cocheros (ya no caben en el pueblo los coches), por ende, sin caballos tampoco hay caballeros en el sentido más estricto, aunque muchas veces tampoco se prodigan en el otro sentido. Pero sí debemos recordar todo lo que tuvimos en nuestras calles y espacios públicos, y qué utilidad tenían las cosas entonces.

Miren, voy a terminar con una referencia al famoso libro «Cien años de soledad», de Gabriel García Márquez. Resulta que en la vida de Macondo, el pueblo de la novela, que se hallaba junto un río de aguas diáfanas, cuyas piedras, enormes, se asemejaban a huevos prehistóricos, un día empezaron a darse cuenta de que olvidaban las cosas, incluso el nombre y la utilidad que estas tenían (una especie de «Alzheimer social»). Entonces, José Arcadio Buendía, el patriarca, pensó fijar carteles; a la vaca puso: «Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche...».

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"