INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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20/2/22

Manantiales: en la Sierra del Oro

 .

Balsica de riego en la finca de las Maridías (cara norte del monte «La Serreta»), la cual recoge el agua de un manantialillo cercano.

Hablando de manantiales, como ya venimos haciendo estas semanas anteriores, en la Sierra del Oro hay varios, tanto en la parte ciezana como en la abaranera. Pero comentaremos tres de ellos: dos en este artículo y el otro en el siguiente. Hoy nos vamos a centrar en el del Barranco del Apio y el de la Fuente del Rey.

Miren, si toman la pista forestal que nace frente a la casilla de peones camineros (ruinosa, cayéndose, ¡qué lástima!), que hay tras subir la Cuesta de la Herrada en la carretera de Mula, y la siguen en dirección al Madroñal, se encontrarán con un nacimiento de agua a mano derecha del camino y una balsica vieja, arruinada en mitad del monte, poco más abajo a la izquierda; justo allí verán también un profundo barranco, entre altos cortados de piedra, que se adentra en el corazón de la sierra: ese es el Barranco del Apio, cuya vertiente baja desde el Collao del Portajo.

Este manantial no es nada caudaloso: apenas un chorrico de agua que mana entre rocas yesosas, por lo que esa agua no tiene buenas cualidades para beberla. Hace muchos años y décadas —la pista forestal es muy moderna en comparación—, esta surgencia era aprovechada por los medieros que había en la casa más cercana, abajo, en tierras labrantías con almendros y olivos. En dicha casa, hoy en día propiedad de mi tío Antonio, habitó una familia: la del matrimonio formado por «Blasa y Miguel», con varios hijos. Estos habían vivido anteriormente en la «Casa de la Murta» (solana del Almorchón), donde hay otro manantial conocido y su balsa de riego. Pero como a la pobre Blasa se le ahogó un hijo pequeño allí en aquella balsa, ya no quiso permanecer en aquel lugar, y por eso vinieron a parar como medieros a esta finca de las faldas de la Sierra del Oro, que era propiedad de los mismos señoritos del Madroñal, por lo que la relación con mis abuelos Joaquín y Josefica, era, y sigue siendo entre descendientes, como si hubieran vínculos de sangre.

El agüica del Barranco del Apio, que no les servía para beber y que tenían que ir con la burra y las aguaderas hasta la fuente del Madroñal a llenar los cántaros, la recogieron con una canalica de tejas hasta la balsa, hoy cegada y colonizada por los arbustos y pinatos. Luego, desde la citada balsa hasta la tierra de cultivo, pusieron una canal de tejas grandes (no existían las canales prefabricadas de cemento ni mucho menos los tubos de PVC). Allí en unos bancales diminutos podían plantar algunas hortalizas y granados en los ribazos. El resto de la finca era secano, de tierra mala, alacranera, donde apenas medraban las cebadas y los centenos; excepto una cañada de oliveras que sí daban abundante aceituna.

Cuando Blasa y Miguel juntaron algunos ahorros, compraron una fértil labor en la Herrada y se trasladaron con parte de su prole, pues el mayor, Diego, siguió un corto tiempo en esta casa del Barranco del Apio (les estoy hablando de la época de la Guerra y posguerra); y después, hasta finales de los años cincuenta, también otro de sus hijos: Paco, con su esposa. Luego, tras quedar la casa deshabitada, vino un periodo de abandono de la conducción del agua del manantial y de la balsa vieja, donde crecieron lentiscos y romeros, y del pequeño regadío, en que solo unas frágiles higueras y unos granados cajines sobrevivían exentos de cuidados. Hace unas pocas décadas la finca fue adquirida por mi tío, el cual recogió de nuevo el agua con tubería de goma hasta un embalse que él construyó en mitad de los bancales.

En cuanto al segundo manantial que les vengo a mentar, de la umbría de la Sierra del Oro —este  es más importante que el que les acabo de citar y con una calidad de agua perfecta—, no es otro que el de la Fuente del Rey, que conocerán muchos de ustedes, pues se halla en la parte de arriba de la carretera de Cieza a Mula, justo en el kilómetro 10. Abajo, al otro lado de la carretera, está la casa y finca de mi amigo Javier M. Acázar, quien muchas veces me decía, cuando iba yo con mi mujer y mis hijas pequeñas a por agua, que bajase con el coche (teníamos entonces un R-5) y llenásemos los bidones cómodamente en un grifo. «Muchas gracias —le respondía yo—; prefiero que las crías se tomen esto como una excursión, como una actividad de aire libre.»

El nacimiento se encuentra en lo profundo de una angosta galería, entibada con piedra seca, que tiene un espejuelo casi al final. Allí nace un buen chorro de agua, buenísima, que desde antiguo ha sido aprovechada para el cultivo agrícola. Como la balsa queda en la parte de arriba de la carretera, cuando construyeron esta, a finales del siglo XIX o principios del XX, tuvieron que respetar el sistema de las regueras; de modo que hay una bajante descubierta (ya no se utiliza) y un paso de agua mediante badén (esto cae solo unos metros más adelante del hito kilométrico 10), y un paso sifonante por el sistema de arquetas de piedra a ambos lados de la carretera.

(En el paraje «las Ermiticas», kilómetro 3 de la misma carretera, junto a donde había una casilla de peones camineros, también existen dos grandes arquetas de piedra para el paso del agua bajo el piso de la carretera mediante sifón, pues había por aquel entonces un pequeño manantial, hoy en día extinguido y una balsa, en la parte superior de la carretera; así que cuando construyeron esta, hubieron de crear esos pasos de agua, ya más que centenarios, que ustedes pueden ver cuando pasen por allí.)

Esta agua de la Fuente del Rey, una riqueza  por su calidad —les decía, ha sido durante muchos años objeto de ser cogida en garrafas y bidones para beber, por parte de mucha gente, tanto de casas de la vecindad, como de personas que se desplazaban del pueblo, cual era mi caso, que hacíamos un viajico de vez en cuando y nos traíamos llenas unas cuantas vasijas, y al mismo tiempo nos servía de expansión y contacto con la naturaleza, con almuerzo o merienda incluidos en aquel bonito lugar.
©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"