INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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12/6/21

Mis médicos, IV

 .

Cumbre espinosa de rocas puntiagudas del monte «Los Paredones», en el límite del término municipal de Cieza con Abarán

La última vez que nos vimos y estuvimos charlando con verdadero afecto y comiendo juntos, fue el 23 de noviembre de 2019. Habíamos quedado unos cuantos compañeros del instituto para celebrar nuestra vieja amistad, imperecedera, que arrancaba medio siglo atrás, en los tiempos de la adolescencia, cuando existía un solo instituto, en un barrio desangelado, a medio trazar, con las calles de tierra y grandes solares donde había carreras de hiladores o sesteaban los ganados de cabras. El centro educativo, al que la gente aún llamaba «los Salesianos», con la iglesia de San Juan Bosco anexada en su proyecto original, se denominaba entonces «Instituto Laboral» (en alguno de cuyos patios, todavía sin emparejar, se notaban los hoyos de haber arrancado las oliveras, y todos los lunes por la mañana y todos sábados a medio día se izaba y se bajaba bandera, respectivamente, cantando una canción del Frente de Juventudes).

Paco Martínez Rojas, algo menor que yo, era de mi misma promoción de bachillerato, solo que por los apellidos yo estaba en el grupo A y él pertenecía al grupo B, aunque para algunos actos docentes nos juntábamos los dos grupos, bien en el salón de actos, bien en la iglesia de San Juan Bosco, territorio este último muy conocido por nosotros, donde en ratos libres pegábamos balonazos en su atrio o los patios traseros del templo, o visitábamos con asiduidad la «Casetica del Salva», que estaba justo en la puerta. Al salón de actos, recuerdo que solía llevarnos Don Antonio Salas, a los del A y a los del B juntos, los lunes por la tarde, bien para darnos sus charlas humanistas sobre lo que éramos y en lo que estábamos convirtiéndonos, bien para leernos el maravilloso cuento «Boliche, Coruquete y Don Tilín», de Enrique Castillo Fernández. Mas a pesar de estar Paco Martínez Rojas en un grupo y yo en el otro, teníamos un amigo íntimo común: Lorenzo Guirao Sánchez (quien daría su nombre al Hospital de Cieza), y, claro, ya lo dice el dicho: el amigo de mi amigo es mi amigo. 
 
Don Francisco, como le llamaba siempre mi mujer, fue luego mi médico un montón de años (aún llevo su nombre en la tarjeta sanitaria), y lo fue no solo mío, sino de mi familia: de mi esposa y de mis hijas. Y siempre, siempre, estuvimos encantados con sus servicios facultativos y sus acertados diagnósticos y prescripciones y su trato amistoso. A él acudíamos como doctor, como nuestro médico de familia, y alguna que otra vez también lo hice como amigo; y su valioso consejo me fue en esos casos de gran consuelo y utilidad para el alma, pues a veces, cuando la enfermedad de tu ser querido consigue ponerte de rodillas, necesitas saber qué hacer y dónde agarrarte. En esos momentos unas frases sinceras, sabias, y valiosas por sus conocimientos de la medicina, pueden darte un poco de luz y seguridad sobre el camino que has de recorrer para llegar al final.
 
Paco Martínez Rojas, por otra parte, fue también alcalde de Cieza, desde octubre del año 2000 hasta mayo del año 2003. Su acceso a la alcaldía tuvo lugar mediante la famosa moción de censura (única habida en el ayuntamiento democrático ciezano). Me explico:
 
Resultó que en las elecciones de 1999, el Pepé, que cuatro años atrás había desbancado con mayoría absoluta al Pesoe (¿se acuerdan del cartel en blanco y negro de mi pariente José Antonio Vergara?), en el noventa y nueve —digo—, con Paco López como primer espada, sólo sacó 10 concejales (victoria pírrica, que diría aquél), y, como no hubo acuerdo entre los partidos de la oposición, a pesar de los cohetes que habían tirado la misma noche electoral, automáticamente, por ley, fue investido alcalde el cabeza de la lista más votada: Don Francisco López Lucas, «Paco Hierro», que diría la gente con segundas, por su relación con la industria «Hierros López». De manera que, a trancas y barrancas, con minoría, gobernaron los peperos durante un año y cuatro meses, el tiempo que tardaron los sociatas en ponerse de acuerdo con Izquierda Unida (incluido el cambio de sus dos únicos concejales de esta formación por otros dos más dispuestos a negociar). De manera que el 30 de setiembre del año 2000 (sábado sabadete en el calendario), todo ya preparado, las negociaciones llegadas a buen puerto, claro el reparto de poderes, fijos los sueldos que se iban a poner, las delegaciones que iban a ostentar y el pescado vendido, se convocó un pleno extraordinario y se le dio la vuelta a la tortilla. (El lunes siguiente, día 2 de octubre, sobre las nueve de la mañana, llegaron a pie a la Casa Consistorial el flamante alcalde, Paco Martínez Rojas; Jesús Ruiz, concejal que ejercería la delegación de Personal cual elefante en cacharrería para algunos funcionarios; y Francisco Luena, el siempre escudero fiel.) Luego, Martínez Rojas ya no se presentaría a las siguientes elecciones municipales del 2003, y el Pesoe, bajo la «era Tamayo», no tendría nada que hacer durante unos cuantos años.
 
Durante el tiempo que Don Francisco, mi médico titular, tuvo un periodo prolongado de baja y durante su excedencia por el cargo público de alcalde, ejerció de doctora interina en su puesto Doña Virtudes, excelente médica, que un día, así hablando, resultó ser hija de Don Ángel y Doña Gloria, la maestra de la escuela del Ginete, y que, siendo ella una niña, subía con sus padres y su hermano al Madroñal a por agua, en un Seiscientos (¡madre mía lo que cabía en un Seiscientos!: toda una familia y cuatro garrafas de agua, de aquellas grandes de cristal, de arroba, forradas con anea), y mi padre le dejaba la burra aparejada con las aguaderas de pleita para subir a la fuente. Después, la doctora Yanelki, gran profesional, lleva ya años en el puesto del Dr. Martínez Rojas, quien nos dejó el 26 de mayo de 2020.
©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"