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Cima del monte La Serreta; al fondo la Sierra del Oro y el gran almendral de la Herrada (fotografía de mi amigo Pascual Santos)
Estos días atrás le han corregido un texto a la nueva consejera de Educación de la Región de Murcia (¡…pa mear y no echar gota!), y, por lo que corre a través de las redes sociales, que las carga el diablo, la mujer no sabe muy bien escribir. Yo doy por supuesto que está bien corregido y que la dirigente política no es capaz de expresarse con demasiado éxito gramatical, cosa que no me extraña nada. Bueno, obviamente, le han corregido el texto con la intención de afeárselo en público por ser quien es, o sea, por tener la ideología que tiene; a los otros políticos de primera fila no les corrigen textos, pues es muy cansado (¡anda y que se los corrijan sus asesores, si es que saben!).
Lo cierto y verdad es que vamos justicos de cultura, y no importan los estudios o los títulos que una persona tenga para que sepa hablar, leer y escribir como dios manda (se habrán dado cuenta que yo, en estos casos, pongo siempre «dios» con minúscula, pues son frases hechas, y además ya lo dice el segundo mandamiento: «No dirás el nombre de Dios en vano».
Bueno, a lo que íbamos, que personas que deberían tener mayores conocimientos para ocupar ciertos puestos en la administración y el gobierno, resulta que apenas saben hacer un cero con un canuto de caña. Pero no se asusten ustedes, esto es la esencia de la democracia: el pueblo gobernado por el pueblo. Los partidos confeccionan listas (de personas, algunas no muy listas) y el pueblo soberano vota, y lo que sale de la urna es sacrosanto. Miren lo que les digo, si un partido con arraigo mete en las primeras posiciones de una lista a un cretino, pues sale elegido el cretino y ahí le tienen triunfando. No se piden estudios, títulos, currículum, ni mucho menos un examen de expresión oral y escrita, para pertenecer a una lista de un partido. Esa es una servidumbre de la democracia, que todo no va a ser un caminito de rosas, oiga. De modo que vayan, vayan, corrigiendo textos y expresiones; gastarán muchos bolis rojos, les prevengo.
Pero hay una cosa mucho más sangrante, y son los errores orales de los comunicadores profesionales, pues los políticos, políticos son; pero los comunicadores…, ¡anda con dios! Yo oigo mucho la radio, Radio Nacional, y gente que se supone que ha estudiado periodismo y a lo mejor hasta ha tenido que superar una oposición para entrar a un medio público, y que no sepa hablar con corrección, ¡manda narices! Dicen que en el Reino Unido de la Gran Bretaña no hay real academia de la lengua, del inglés, y que se tienen como modelos de la correcta expresión a los locutores de la BBC. El cómo se expresen los locutores de la BBC va a misa (anglicana, por supuesto). Pero aquí sueltan discordancias de género y número, o hace mal uso del verbo haber, bastante a menudo; y además, algunos fallos se han extendido y los repiten todos (¡almóndigas para todos!).
El primero de los errores es no saber manejar el numeral «uno»; la unidad ha de concordar con el sustantivo que hace de sujeto, cosa que pasan por alto muchos locutores: no se puede decir «veintiún mujeres», pues la unidad que sobrepasa de veinte, de treinta, de cuarenta, de ciento, de mil, etc., ha de concordar en género con el sustantivo. De modo que lo correcto es decir «veintiuna mujeres» y «veintiún hombres»; «treinta y una gallinas» y «cuarenta y un pavos». A la pregunta: ¿cuántos coches y motos hay en el aparcamiento?, la respuesta: «sesenta y uno y treinta y una, respectivamente». Así de sencillo: el «un», el «uno» y la «una», se colocan según sea el sustantivo al que acompaña. Si se aprende a hablar bien, eso sale solo, no hay que estar pensándolo.
Otro de los errores muy comunes viene a ser más o menos lo mismo: no tener claro cuál es el sujeto de la oración. Si decimos que hay «cientos», «miles» o «millones», de abejas que han perecido por la cusa que sea (y quien dice abejas, dice otro sustantivo del género femenino), pues el sujeto no son las abejas: son los cientos, los miles o los millones (que tienen género masculino); de modo que diremos: «…han aparecido muertos varios cientos de miles de abejas». O también tenemos que observar la concordancia en número, así que diremos: «…con motivo de la huelga se ha manifestado un millón de trabajadores». «Frente al Palacio del Congreso se ha mantenido parado y en silencio, durante una hora, un millar de mujeres maltratadas». «La mayoría de las personas que trabajan en el campo es de origen inmigrante» (el sujeto es «la mayoría»). Y así podríamos precisar muchos más ejemplos de concordancia de género y número del verbo con el sujeto. A lo mejor, acostumbrados como estamos a no hacer esas observaciones en el habla, no lo echamos al ver, pero cuando estos errores los comete un locutor de Radio Nacional, ¡clama al cielo!
¡Ay, el verbo haber…! A ver, una regla, grosso modo, sería: Si va solo, se usan las formas singulares: «hay», «había», «hubo», «habrá», «habría», y no hay más tutía. Si va con otro verbo, entonces se hace concordar con el sujeto. Ejemplos correctos: «…había muchos pájaros que hubieron venido volando». «Habría unas cien personas allí, aunque habrían acudido muchas más si no hubiera sido por la lluvia.» «Habrá muchos niños haciendo deporte por gusto, mientras que a otros los habrán tenido que obligar.»
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