INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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23/1/21

Disección de una factura

 .

La cascada «esmeralda», en Molinicos (Albacete)

Como ya saben que le han pegado un arreón al precio de la electricidad, pa empezar el año, se me ocurre que podríamos comentar un poquico los intríngulis del famoso recibo de la luz (que ya ha llovido, ¡madre mía!, desde aquellos recibicos de la empresa «Santo Cristo», la que producía corriente con un pequeño salto en el Cauce, donde el «Molino del Lavero»; claro que entonces en las casas, no había más que una «perica» de 125 voltios en el comedor y otra en la cuadra, colgadas del techo con un cordón de forro textil, lleno de cagadas de moscas, y las «llaves» eran de china, ¿se acuerdan?).

Bueno, pues les tengo que decir que la factura actual de la electricidad es un alarde matemático, pero muy bien explicada, eso sí; incluso, su lectura es entretenida; casi que se la recomiendo para leer un ratico después de la comida; para llevársela de lectura a la cama, no; para eso, mejor el Conde de Montecristo, o la Biblia, que nunca está de más que el Señor nos pille confesaos.

La factura se divide principalmente en dos tajadas, o mejor dicho, en tres; sí, ¡en tres tajadas! (y la empresa, además, lo esquematiza con un gráfico de «tarta» en colores —¡si es que está en to!—, pa que no nos quejemos): la tajada mayor es la que regula el gobierno, o el ministro de energía, o el consejo de ministros, o quien demonios sea que tenga la competencia en la administración general del estado para darle gusto a las eléctricas. La segunda tajada, ¡ay, qué dolor!, es la no regulada, la que corresponde al consumo (y ríanse: no existen aparatos que gasten poco y calienten mucho; de eso nada: si quieren calentarse, tendrán que enchufar la placa, el radiador o el brasero eléctrico, y gastar kilovatios a chorro). Y ya, la tercera parte de la tarta es la tajada de los impuestos (en plural, ¡eh!, porque esa es una singularidad: la factura de la luz está gravada con dos impuestos: el de «la electricidad» y el del «valor añadido» o IVA). Los impuestos los pone el gobierno, ¡mira tú!; no va a dejar que se forren las eléctricas y la hacienda pública esté mirando, de eso nada: ¡aquí, o jugamos todos o se pincha la pelota! Aún así, la factura de la luz no me parece del todo mala; piensen que las hay peores: en La China, cuando fusilan (cosa que hacen a menudo y en grupos para no estar echando viajes y gastando gasolina), le facturan la bala a la familia: tanto del plomo, tanto de la pólvora, tanto del desgaste del fusil… Lo que no sé es si desglosarán la mano de obra; creo que no, porque en La China no hay trasparencia ni se le espera.

Vale, pero en España hay mucha trasparencia y la compañía eléctrica, aunque nos fría vivos, nos presenta un documento pródigo en desgloses, detalles y explicaciones; cuanto más pequeña es la letra, más gusto da leerla, y al final uno queda satisfecho; le cuesta un riñón la factura, pero sabe bien de qué va.

Ah, miren, antes de seguir, les voy a contar una anécdota: Resulta que tengo un contrato de la luz del año de la polca, y lleva un precio fijo del kilovatio que es como tres o cuatro veces menos que el que se paga de forma general. ¡No les digo la de veces que han intentado cambiarme el contrato!, pero yo me resisto. Primero enviaban a unos chicos simpatiquísimos y con mucho don de gentes, dándome la enhorabuena por mi fidelidad y no sé cuántas cosas más, y que el objeto de su visita era hacerme unos descuentos maravillosos (yo les decía que bueno, que me hicieran los descuentos; pero ahí estaba la madre del cordero: debía firmar papeles); y yo, ¡que nanay del Paraguay! Luego vinieron unas señoritas fetén de atractivas, con el mismo rollo en versión fémina, y yo, ¡que si quieres a Ros, Catalina! Y por último mandaron a un señor calvo, entrado en carnes, que sudaba como un toro (recuerdo que era verano, hora de la siesta, con una calor pegajosa como para asfixiarse lo pájaros); de modo que, miren lo que les digo, hice una obra de caridad: le firmé los papeles. El hombre se fue satisfecho de su trabajo y yo, al día siguiente fui a Correos y envié a la sede central de la empresa mi desistimiento, sellado y con acuse de recibo. ¡Una m., me van a cambiar el contrato…! 
 
Bueno, antes de seguir con el estudio de la factura, les tengo que decir que la compañía de la luz más implantada en nuestra región, hace años se «desdobló» en varias empresas (formó un grupo: todas son lo mismo, pero a efectos fiscales son distintas: la una produce energía y la subasta, la otra puja y la compra, la otra la transporta, la otra la vende «al por menor», etc.). Y ahí entra el gobierno y fija, no se lo pierdan: «el peaje de acceso a la potencia contratada», ¿ustedes se han enterado?, yo tampoco; «la comercialización» (como en Italia, que te cobran la sopa y el uso de la cuchara pa comerte la sopa); y «el peaje de acceso a la energía» (vamos, que aunque sea mala comparación con La China, algo así como «la potencia de la bala», «el acceso de la baja al cogote del reo» y «el retroceso del fusil que dispara»). Esa, como les digo, es la parte de la tarta «regulada» y la que dicen que por ahora no la va a subir el gobierno.
 
La otra tajada de la factura que sí va a subir como la espuma es el precio del kilovatio; ahí el gobierno se hace el sueco: ni entra ni sale. Y ya, la tercera porción de la tarta, como les explicaba, son los impuestos: un 5 y pico por ciento el de «la electricidad», más un 21% de IVA. ¿Alguien da más? (no sé ustedes, pero yo aún me acuerdo de cuando las facturas empezaron a gravarse con un tímido ITE, «Impuesto del Tráfico de Empresas», ¡del 1’5%! Eran otros tiempos, qué duda cabe…).
©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"