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Como ya saben que le han pegado un arreón al precio de la electricidad, pa empezar el año, se me ocurre que podríamos comentar un poquico los intríngulis del famoso recibo de la luz (que ya ha llovido, ¡madre mía!, desde aquellos recibicos de la empresa «Santo Cristo», la que producía corriente con un pequeño salto en el Cauce, donde el «Molino del Lavero»; claro que entonces en las casas, no había más que una «perica» de 125 voltios en el comedor y otra en la cuadra, colgadas del techo con un cordón de forro textil, lleno de cagadas de moscas, y las «llaves» eran de china, ¿se acuerdan?).
Bueno, pues les tengo que decir que la factura actual de la electricidad es un alarde matemático, pero muy bien explicada, eso sí; incluso, su lectura es entretenida; casi que se la recomiendo para leer un ratico después de la comida; para llevársela de lectura a la cama, no; para eso, mejor el Conde de Montecristo, o la Biblia, que nunca está de más que el Señor nos pille confesaos.
La factura se divide principalmente en dos tajadas, o mejor dicho, en tres; sí, ¡en tres tajadas! (y la empresa, además, lo esquematiza con un gráfico de «tarta» en colores —¡si es que está en to!—, pa que no nos quejemos): la tajada mayor es la que regula el gobierno, o el ministro de energía, o el consejo de ministros, o quien demonios sea que tenga la competencia en la administración general del estado para darle gusto a las eléctricas. La segunda tajada, ¡ay, qué dolor!, es la no regulada, la que corresponde al consumo (y ríanse: no existen aparatos que gasten poco y calienten mucho; de eso nada: si quieren calentarse, tendrán que enchufar la placa, el radiador o el brasero eléctrico, y gastar kilovatios a chorro). Y ya, la tercera parte de la tarta es la tajada de los impuestos (en plural, ¡eh!, porque esa es una singularidad: la factura de la luz está gravada con dos impuestos: el de «la electricidad» y el del «valor añadido» o IVA). Los impuestos los pone el gobierno, ¡mira tú!; no va a dejar que se forren las eléctricas y la hacienda pública esté mirando, de eso nada: ¡aquí, o jugamos todos o se pincha la pelota! Aún así, la factura de la luz no me parece del todo mala; piensen que las hay peores: en La China, cuando fusilan (cosa que hacen a menudo y en grupos para no estar echando viajes y gastando gasolina), le facturan la bala a la familia: tanto del plomo, tanto de la pólvora, tanto del desgaste del fusil… Lo que no sé es si desglosarán la mano de obra; creo que no, porque en La China no hay trasparencia ni se le espera.
Vale, pero en España hay mucha trasparencia y la compañía eléctrica, aunque nos fría vivos, nos presenta un documento pródigo en desgloses, detalles y explicaciones; cuanto más pequeña es la letra, más gusto da leerla, y al final uno queda satisfecho; le cuesta un riñón la factura, pero sabe bien de qué va.
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