INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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6/12/20

¿Economía versus salud?

 

Esperando la Navidad 2020 en Cieza

Llega la Navidad más extraña desde muchas décadas atrás, como también lo han sido otras fiestas importantes en este «annus horribilis» 2020, incluida la última Semana Santa (sin actos procesionales ni celebraciones multitudinarias de fieles). Pero nuestra sociedad, la española, la europea y la de muchas naciones del área llamada «occidental», está fundamentada en la economía capitalista; y hasta algunos países, antaño regidos por un férreo control estatal de ideología social-comunista, ahora abrazan el capitalismo puro y duro. De manera que, centrándonos en nuestra «piel de toro», y aunque el gobierno gobernante, ¡qué casualidad!, lleve hoy en día el marchamo de coalición «social-podemita», cosa que no va más allá de pequeños rasgos de estilo, la economía que mueve nuestra sociedad, no nos engañemos, funciona con las reglas del capitalismo. Y además es que no queremos otra cosa; las empresas privadas prefieren trabajar para obtener beneficios, cuantos más, mejor, y las familias adoran la libertad de progresar (en la medida que pueden) y orientar sus ahorros y su esfuerzo a la compra de bienes y servicios, que según avala el propio sistema, les brindará la felicidad. Más o menos, por ahí va el tinglado.

Pero ha llegado la pandemia. ¡Oh, fatalidad!; nadie contaba con que aquello que ocurriera justo hacía cien años y que leíamos en los libros como algo lejano, propio de una sociedad antigua y sin los adelantos científicos de la actual, resulta que aparece de nuevo no se sabe cómo, Un «bicho» que ni siquiera está vivo, ¡pásmense!, porque no llega ni a ser una célula, va y surge en una ciudad del corazón de La China: Wuhan, a orillas del Yangtsé, el río más largo del continente asiático (los chinos tienen un proverbio que dice: «Cuando China domine el Yangtsé, dominará el mundo», y yo creo que ya casi los está dominando, a ambos).

Pues desde esa urbe asiática, que es como diez veces Barcelona de grande, ha llegado el maldito coronavirus que tiene bloqueada la humanidad, y en mayor medida a las sociedades capitalistas. Y no se anda con chiquitas: sin ser otra cosa que una porción ínfima de material biológico, es capaz de saltar de persona a persona como los piojos de las escuelas (que alguien piensa que los echan todos los años los de la industria del champú antipiojos). El Covid 19, que ha volado en los aviones, que ha viajado en los barcos y en los trenes, hasta llegar a lugares remotos del planeta; pocos puebluchos, de esos que hay por ahí perdidos en altas montañas o en las bellas sierras de Albacete, pueden librarse del maldito virus. Pero el muy taimado bichejo tiene doble efecto: enfermedad y ruina económica. Si nos encerramos en casa para que no se nos pegue, la economía se viene abajo y el estado no puede soportar por mucho tiempo la sangría de los paliativos sociales. Y si salimos a defender las habichuelas a pecho descubierto, nos puede enfermar y hasta matar este jodido enemigo invisible.

¿Y qué pasa con nuestro modo de vida español? Nuestras fiestas, nuestras celebraciones sociales, nuestro disfrute de la calle, del aire libre, de los bares (¡ay, los bares!, «…qué lugares»), de los restaurantes y, para rematar el año, de la Navidad. ¿Qué pasa con nuestra Navidad, tan familiar, tan arraigada a nuestro cristianismo folclórico, tan asociada al consumismo feroz, tan tradicional en su gastronomía, con su portalito de Belén, su arbolito chino lleno de destellos LED de colores y su descorche de botellas de sidra el Gaitero para tragar con éxito el mazapán de Toledo o los polvorones de Estepa, mientras discuten los cuñados cómo arreglar el país? ¿Eh, qué pasa? Todo el mundo está expectante sobre qué va a ocurrir en la Navidad. Los epidemiólogos dicen que traerá la «tercera ola» (¡madre mía, si aun no hemos salido de la segunda…! ¡Se están forrando las funerarias!).

Pero la economía no puede decaer. Las luces ya están colgadas en las plazas y calles. Nuestro modelo de sociedad necesita consumir, comprar, gastar, derrochar, despilfarrar. El capitalismo es insaciable y hay que defenderse con dinero de su efecto más negativo: la pobreza (yo no he visto jamás tal cantidad de pobres acurrucados en el suelo entre cartones y trapos viejos, como pude comprobar hace tres o cuatro años en la Plaza Mayor de Madrid, mientras miles de compradores/ consumidores, o simples ciudadanos, seguros, con billetes en la cartera, abarrotaban el famoso «mercadillo de Navidad»). ¿Nos olvidaremos de la gravedad de nuestra situación pandémica cuando vayamos a los centros comerciales? ¿Actuaremos como si no pasara nada en el tumulto de bares y restaurantes? ¿Perderemos la cabeza con tal de «pasarlo bien» en terrazas y locales abarrotados por el ambiente navideño? Es lo que la economía y la tradición nos demanda: vivir una Navidad 2020 de charanga y pandereta, como si no pasara nada, como si las normas restrictivas fueran un capricho político. ¿De verdad no nos importará el riesgo?

Dicen que las vacunas ya están listas para empezar a ponerlas en enero (no a todo el mundo, ¡ojo!; habrá un plan de vacunación aprobado por la Unión Europea). Ha sido un logro científico sin precedentes: en menos de un año de trabajo en los laboratorios se ha conseguido fabricar una sustancia química con el código genético del virus, el ARN. Y eso es lo que meterán en el cuerpo a la gente. Nunca se había hecho así. Ya veremos lo que pasa. En tanto, háganme caso, disfrutemos no solo de la Navidad, sino de cada día y de cada momento de la vida, pero con cabeza, con sentido común, con responsabilidad, y con mucho cuidado; ya saben que el enemigo está ahí fuera esperando a los incautos, y puede causar mucho estrago de secuelas, cuando no la muerte. Sepan que habrá muchas navidades, pero vidas solo hay una para cada persona.
©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"