INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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25/4/20

Ya sabemos quién nos roba el mes de abril

 .
Frutos rojos al borde del Cañón de Almadenes (foto de archivo)
No sé cómo empezar este artículo. Se lo prometo a ustedes que no lo sé. Es tan grave lo que está ocurriendo, que no es fácil hacer un relato de opinión, tal como se lo pide a uno el cuerpo, sin desmedirse; y eso es lo que quiero evitar. La primera observación que pongo de relieve es lo tranquilo que está el país: unos pasan al otro barrio en silencio; otros lloran de forma anónima el desconsuelo por la partida de sus seres queridos sin poder acompañarlos en la hora postrera; y los demás celebramos el estar vivos y aplaudimos a las ocho. Una sociedad que aplaude unida se mantiene unida. No se quejará el gobierno. Ya se podría dar con un canto en los dientes: una oposición respetuosa y una población dócil y resignada. ¿Qué más se puede pedir? Todo muy distinto a otras crisis o calamidades importantes, como el «Nunca mais», el «No a la guerra», o el «Queremos saber», etc. Aquello sí que eran tiempos convulsos en los que no se «perdonaba» nada. ¿Se acuerdan de cuándo lo del ébola, por un misionero contagiado en África, que la palmó el hombre, una enfermera que se pudo salvar y un perro que hubo que sacrificar? ¿Se acuerdan de la virulencia política y social? En cambio ahora, esta peligrosa calma.

¿Recuerdan el poema aquel del religioso alemán, Martin Niemöller, que empezaba diciendo: «Cuando los nazis vinieron a llevase a los comunistas, guardé silencio porque yo no era comunista…». Pues aquí ocurre algo parecido: como estamos en nuestras casas y hacemos palmas a las ocho, parece que el maligno pasa lejos de nuestra puerta. Estamos tranquilos (como los hebreos en Egipto, cuando pintaron los marcos de sus puertas con la sangre del cordero para que no les alcanzara la maldición de Yahvé). Un buen confinamiento debe dar cierta tranquilidad a la gente. Dentro de las medidas gubernamentales, tomadas tarde y de forma poco acertada, la del confinamiento otorga bastante seguridad a la población; a la parte de la población que se escapa por ahora de la insidia del virus. Pero, ¡ojo!, dice el poema que luego «los nazis» volvieron a llevarse a los «socialdemócratas», y luego a los «sindicalistas», y luego a los «judíos». Y aun así, todavía estábamos tranquilos y seguíamos aplaudiendo a las ocho y poniendo músicas de «chimpúm» por los balcones, porque había que celebrar que estábamos salvos, ya que no éramos ni «comunistas» ni «socialdemócratas» ni «sindicalistas» ni «judíos»; nada nos podía pasar; la cosa parecía no ir con nosotros y el dolor nos era ajeno.

No se podrá quejar el gobierno; nadie se sale de madre ni levanta la voz, y, aparte de la violencia de las propias muertes y la violencia del dolor de decenas de miles de familiares damnificados, por lo demás, no pasa nada; el país sigue su curso y habrá ayudas económicas para todos. Y aunque una de las «oposiciones» políticas (la del extremo diestro, la que usa marcarillas verde-oliva con banderita roji-gualda) hace aspavientos sin trascendencia, por lo demás, todo va con resignación. A estos gobernantes no les quitarán el sueño eventuales manifestaciones de «¡queremos saber!», aunque por todos es conocido que hay un poco de lío en eso de contar muertos; más no pasa nada; los que antaño «querían saber» por las bravas, ahora les importa un bledo «saber». No les quitaran el sueño los «escraches» del radicalismo, tan jaleados en otro momento; no les inquietarán las revueltas callejeras, con lanzamientos de vallas y escupitajos a las fuerzas del orden, o la quema de contenedores. No. Ahora la sociedad se ha civilizado, ¡gracias a dios!; la oposición se ha tranquilizado y la ciudadanía se ha concienciado de que lo mejor es quedarse cada cual en su casica y solamente asomarse a la ventana cuando suenen las sirenas de los coches policiales, en pasacalles diario para recoger aplausos del respetable público, que los agentes también tienen su prurito, oiga, que no solo se arriesga el personal sanitario, el cual en muchos casos, ¡ay!, lo ha dejado el ministro a los pies de los caballos del maldito covid-19 por falta de equipos de protección o por el uso de fraudulentas mascarillas de saldo, compradas a los empresarios sin escrúpulos del río revuelto.

Pero ya está; han dado las ocho, hemos aplaudido, hemos escuchado músicas por los balcones («Resistiré» o «Paquito el Chocolatero», da igual) y nos vamos a los sillones del salón para cenar y ver el telediario. ¡Qué bien!, la raya roja de los muertos está cada vez más pegada al eje de la abscisas. Esa raya que no dice nada del inmenso dolor que oculta, que no lleva nombres, ¡decenas de miles de nombres de personas que han ido, y que están yendo, a parar al hoyo!, y que no merecen siquiera un gesto de honra oficial: un sencillo lacico negro, un crespón en la bandera. No. Es mejor la insensibilidad de unas cifras o de una curva que desciende lentamente por el plano cartesiano.

No se podrá quejar el gobierno. En otro caso hipotético, con otro gobierno hipotético de otro hipotético signo, España estaría ardiendo por los cuatro costados; lo de Troya, en comparación, hubiera sido una balsa de aceite. Pero mejor así, con la «parte levantisca» de la sociedad cayendo del lado gubernamental no hay problema. Al final de todo nos conformaremos con cualquier cifra que nos digan «y lo que den por la tele».

No se quejará el gobierno. Pues a pesar de que «desoyó» las recomendaciones de la OMS, tanto sobre el acopio de material sanitario, como el no permitir aglomeraciones de gente (recomendaciones serias hechas a tiempo, y además viendo el ejemplo de Italia); a pesar de eso, hizo de su capa un sayo, y cuando declaró el estado de alarma, tarde ya, la hoguera de los contagios estaba muy avanzada; y eso a pesar de que tenía información privilegiada, ¡qué lástima! Pero no pasa nada, pues sentimos temor al maligno y somos bien mandados. ¡Venga!, a ver si nos escapamos y salimos de esta, aunque nos haya robado el mes de abril.
©Joaquín Gómez Carrillo

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"