Flor del diente de león (foto de archivo) |
El otro día le oí decir a Paco, el papa de Roma, que Dios siempre perdona (si él lo dice, que es infalible en esa materia…), que los hombres (se entiende hombres y mujeres, claro) solo perdonan a veces (es verdad) y que la naturaleza nunca perdona. ¡Ay!, la naturaleza es como una máquina programada para el caos, en lucha perene contra la vida (entendiendo por naturaleza todo lo que nos rodea, desde el ínfimo virus hasta el vasto Universo). ¿Pero qué es más fuerte, la naturaleza o la vida? Sin duda, la vida, ¡la vida! Alguien dijo que los humanos, uno a uno somos perecederos, pero todos juntos somos inmortales. La humanidad, en su conjunto, es invencible. La vida, en general, es imperecedera. Se podrán extinguir especies (se han extinguido desde que el mundo es mundo y se siguen extinguiendo, y no siempre por la acción del hombre, ¡ojo!, sino por la propia selección natural), pero surgen otras; el planeta entero es un hervidero de vida (hay tantas clases y especies de seres vivos que los científicos, los botánicos, los biólogos, se rinden incapaces de catalogarlas y conocerlas todas. ¡Imposible!).
De modo que no existe nada en el universo más poderoso que la vida. Hasta en las condiciones más adversas que nadie pudiera imaginar, se desarrollan los seres vivos. ¡Es increíble!
La Tierra, nuestra casa, nuestro planeta, el tercero en proximidad al Sol (Marte, Venus, La Tierra…), es la gran maravilla de la creación (entiendan «creación» como una palabra hecha, ¿vale?). No tienen ustedes más que echar un vistazo al medio ambiente que nos rodea: el río, las huertas, campos y montañas… Y, sobre todo, ahora que estamos en primavera. ¡Ay!, cuánta hermosura ahí afuera «desperdiciándose», sin poderla disfrutar nosotros. ¿Se imaginan cómo estarán las sierras; plenos de flores las jaras, los jaguarzos, el romero, la retama…? ¿Habrá lirios silvestres y orquídeas («zapaticos de la reina») en las faldas de la Atalaya? ¿Habrán florecido los jazmineros de monte en los escondrijos altos de las peñas? Pero nosotros, todos los seres humanos del mundo, amedrentados ahora por esta pandemia con que nos golpea sin miramiento alguno la naturaleza, estamos sin poder salir de casa. (He mirado por gusto las cuatro trompetas de los cuatro ángeles del Apocalipsis, que vendrían a cargarse la Humanidad en el día postrero, salvo los «ciento cuarenta y cuatro mil escogidos», claro, pero ninguno de los toques trompetiles se refiere al maldito coronavirus, a no ser que hagamos una interpretación libre del texto de San Juan evangelista, que lo escribiera el hombre ya muy anciano en la isla de Patmos.)
De modo que aquí estamos, cumpliendo la encomienda de las autoridades: el confinamiento en casa; saliendo a comprar víveres, a la tienda más cercana y para varios días. Pues hay que ser solidarios con los demás. ¡Todos juntos venceremos! Cada uno en su casa y dios en la de todos, como dice el dicho. Algunos cuantos, pocos, muchos, bastantes, que tienen perros, se muestran algo insolidarios, ¡válgame dios! Una cosa es que tengan «permiso del Presidente» para sacar al animalico a que haga sus necesidades, y otra cosa es que abusen de la «licencia» y en un ejemplo de insolidaridad con el resto de población encerrada, se pasen el día entrando y saliendo y dándose vueltecicas y paseos, fumándose sus cigarricos en compañía del can. En fin…, «gente pa tó», como dijo el torero.
Pero bueno, en líneas generales, la población está respondiendo muy bien y no sale de casa. ¿Se imaginan la cantidad de niños y personas ancianas que no pueden disfrutar del aire libre, y están metidos en sus hogares, en sus pisos (a veces en viviendas reducidas o en plantas bajas umbrías donde no ven el sol ni en pintura)? Más hay que permanecer confinados, primero por cumplir el decreto del Gobierno, segundo por convicción de que es la única forma de parar esta calamidad que se está llevando muchas vidas y está causando mucho sufrimiento, y tercero por solidaridad con el resto de la ciudadanía. De manera que, en conciencia solidaria, saldremos (solo una persona), a comprar lo necesario a la tienda más cercana y para varios días; y si tenemos mascota, la sacaremos a pocos metros de nuestra vivienda y solo por el tiempo justo; en seguida, vuelta a casa, por sentido común y por solidaridad con los vecinos. Hemos de poner lo mejor de cada uno de nosotros y sentirnos unidos entre todos; de esa manera haremos el bien a los demás y nos lo haremos a nosotros mismos.
©Joaquín Gómez Carrillo
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