Les aseguro que uno siente la pequeñez del hombre junto a un ser vivo de 140 años de edad y con las dimensiones colosales de este roble, en Bagnères de Luchón (Francia) |
Entre unas cosas y otras, ¡hay qué ver qué semanica hemos llevado! Los togados del Supremo, después de darle mucho a la cabeza, dan marcha atrás con la sentencia del impuesto de las hipotecas. ¿Cómo se les ocurriría a estos hombres inclinarse a favor de los pobres que se endeudan para comprar un pisico…? Con lo a gusto que están los banqueros y su ley del embudo: todos los beneficios para ellos y todos los gastos a costa del pagano (¡hipotecado y apaleado!) Yo aún conservo la escritura original de mi vivienda, firmada por Mario Conde. Durante un periodo de años estuve apoquinando al Banesto intereses por un tubo, mientras que mi piso era propiedad del banco. (El notario me había leído a la corría la escritura hipotecaria y me había dicho: “el piso es suyo”; pero era mentira podrida, el piso estaba a nombre de la entidad financiera). Luego, cuando entre mi mujer y yo, dejándonos la piel, pudimos ahorrar lo suficiente, quitamos por fin la hipoteca tras haber pagado todo tipo de impuestos, intereses, seguros y comisiones. ¡Adiós Mario Conde, adiós!
Ahora, después de levantar la liebre, el alto tribunal vuelve a dejar las cosas como estaban, o sea que el “impuesto de transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados” (hay que joderse con el nombrecico) por la adquisición de inmuebles mediante hipoteca, lo han de pagar los endeudados. Y el gobierno, listo como el hambre y considerando el provecho de dar alcance a la liebre, anuncia rápido la intención de obligar a los bancos a asumir el impuesto por decreto. Pero a los bancos les va a dar igual, ellos nunca pierden; ya se lo cobrarán por otro lao. Y si un banco entra en crisis, sus directivos no se recortan los sueldazos ni las indemnizaciones leoninas que se autoadjudican en sus consejos de administración, sino que en seguida acude el gobierno de turno y les echa un capote de unos cuantos miles de milloncejos, ¡y a vivir, que son dos días!
Mas a todo esto, el gobierno gobernante tiene en su proyecto para España una meta fabulosa: vencer a Franco en la muerte, sacarlo de su tumba y mandarlo a las chimbabas, rebajarle los humos, hacerle morder el polvo, quitarle lo bailao. Ya que la maltrecha oposición que tuvo en vida no pudo con él y el invicto general hizo lo que le dio la gana en este país, que hasta nos puso el horario de Hitler y aún lo conservamos, pues ahora los nietos de aquella oposición floja, vienen pisando fuerte y lo van a poner en su sitio. De momento no saben dónde van a dejar caer el güevo, pero lo conseguirán; que hasta se han ido a ver al Papa de Roma, ¡este gobierno aconfesional! Y en Roma les han dado una larga torera. Con la Iglesia han topado, ¡válgame dios...! Mientras tanto, la familia del finado hace ya la tira de años, se envalentona y planta cara al gobierno (“¡por mis muertos!, que si me lo sacan de Cuelgamuros, me lo llevo al recinto palaciego-catedralicio de la Plaza de Oriente”. Ahí, donde tantas veces hizo vibrar a las muchedumbres con su arenga caudillista y su brazo de cartón que subía y bajaba accionado por detrás con una palanquita).
Y mientras este gobierno, parido en moción de censura, se halla enfrascado en tan provechoso empeño para el bien común de los españoles, el drama de las pateras sigue y sigue. La tragedia en nuestro mar latino, surcado miles de veces por los barcos de vela del Imperio Romano, los cuales transportaban las ánforas del maravilloso aceite de la Hispania hasta la capital del Tíber, de Rómulo y Remo y la jodida loba; ánforas de barro que luego, por no marearse en lavarlas y devolver el casco, las estuvieron rompiendo, por millones, hasta formar una colina con los cascotes (una más de las famosas siete colinas), conocida hoy en día con el nombre de “Monte Testaccio”. Y en este amado Mar Mediterráneo, que inspirara a Serrat para componer la mejor canción de todos los tiempos, el drama humano continúa sin tregua ni remedio. ¿Quién sabe cómo detener esto?, ¿cómo hacer para que miles y miles de personas no arriesguen y pierdan su vida con tal de llegar a Europa?
¿Por qué no se ponen de acuerdo los líderes de las naciones europeas y, sin utilizar las desgracias como arma política y partidista, comienzan a estudiar soluciones para evitar esta vergüenza que no cesa? Las medidas que se están llevando a cabo contra la inmigración ilegal no sirven. No señor. Está demostrado que estas políticas no evitan que los seres humanos, a la desesperada, se encaramen por cientos sobre las vallas con cuchillas; ni evita que se embarquen a miles en pateras suicidas y se aventuren a vida o muerte en manos de mafias desaprensivas. Sabido es que esto no va a cesar mientras las personas se sientan desgraciadas en sus países de origen y persigan el señuelo del paraíso europeo. Y no valen para nada las detenciones y devoluciones, ni en caliente ni en frío. Porque esas mujeres y esos hombres no tienen nada que perder y su concepto del sufrimiento y del riesgo es distinto al nuestro. Ellos ven el mundo con otros ojos. Solo valen dos cosas: ayudarles a venir o ayudarles a vivir en sus países de origen.
Pero esta dolorosa y continua tragedia de ahogados por escapar de su miseria personal, parece que no nos afecta mucho. Y andamos trinando estos días porque un memo, sabiéndose impune, ha hecho burla pública de la bandera de España, un cómico de tres al cuarto se ha permitido faltar al respeto a todos los españoles, limpiándose los mocos con el símbolo más importante de nuestra nación. Por mi parte, ni su gracieta ni su torpe ofensa merecen una palabra más.
©Joaquín Gómez Carrillo
Asi es. Se piensan las lumbreras del gobierno que el recaudador va a poner de su bolsillo el impuesto. O piensan eso o nos toman por gilipollas, que no sé que es peor.
ResponderEliminarGracias, Ricardo, por tu comentario.
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