INTRODUCCIÓN

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JOAQUÍN GÓMEZ CARRILLO, escritor de Cieza (Murcia), España. Es el autor del libro «Relatos Vulgares» (2004), así como de la novela «En un lugar de la memoria» (2006). Publica cuentos, poesías y relatos, en revistas literarias, como «La Sierpe y el Laúd», «Tras-Cieza», «La Puente», «La Cortesía», «El Ciezano Ausente», «San Bartolomé» o «El Anda». Es también coautor en los libros «El hilo invisible» (2012) y «El Melocotón en la Historia de Cieza» (2015). Participa como articulista en el periódico local semanal «El Mirador de Cieza» con el título genérico: «El Pico de la Atalaya». Publica en internet el «Palabrario ciezano y del esparto» (2010).

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29/1/24

Tenía un color especial

 .

Rosa de los vientos frente al faro romano «Torre de Hércules», La Coruña

En aquel viaje estrenamos otra tienda de campaña más, una Altus de doble techo, de tres plazas. Pues mis hijas ya estaban grandecicas y decidimos que usaran ellas la otra tienda de cuatro plazas (también Altus con doble techo), que había sido la familiar en anteriores viajes y estancias en campings, como en el último del verano anterior, que nos fuimos a Galicia y Asturias, de camping en camping, y Victoria Elena, la menor, podía dormir aún en el ábside con una colchonetica de playa.

Pero en este viaje que les digo (doble trabajo ya para mí) tuve que clavar las dos tiendas en la parcela. Era lo que normalmente hacíamos al llegar; yo, con una maceta de montaña, clavando y tensando cuerdas y lonas, y Mari, mi mujer, inflando colchones, poniendo las sábanas y organizando las maletas de la ropa. Ellas, las chicas, libres como pájaros, se iban a recorrer el recinto y ver los servicios que había en el camping, lo cual me trae a la memoria dos de las muchas anécdotas que vivíamos en los viajes:

Una de ellas fue en Barcelona, en un camping enorme que había cercano al aeropuerto del Prat, con un montón de gente de todas razas, culturas y colores. Victoria se perdió, mejor dicho, la perdimos de vista; se habían ido las tres, como siempre, a dar una vuelta mientras nos instalábamos y, al rato volvieron las otras dos sin saber dónde estaba su hermana (no tendría más de ocho o nueve años). Madre mía, échale un galgo, a ver dónde pararía, con lo intrépida que era; y el camping llegaba hasta la playa. Luego, después de un rato malo, casi como el que pasamos su madre y yo una tarde de carrozas de Feria en el pueblo, que también se nos extravió Victoria, con cuatro añicos, y no había forma de encontrarla, con un gentío enorme, la Policía Local al tanto y la familia movilizada; hasta que a las diez de la noche, mi hermano se le ocurrió bajar al piso, en el otro extremo del pueblo, y estaba allí, sentadica en el rellano del cuarto (pues se había marchado sola a casa al comprobar que «nos habíamos perdido nosotros»). En el caso de Barcelona la encontramos al fin en las piscinas del camping, subida a un trampolín y lanzándose de cabeza.

En cuanto a la otra anécdota que les apuntaba, ocurrió en Seo de Urgel, en un precioso camping a orillas del río Valira, cuyas aguas torrenciales, puliendo peñones y arrancando árboles en la época de deshielo, bajan de Andorra (a la población de Seo de Urgel la abrazan dos ríos: el mentado Valira y el Segre, donde se realizó el «campeonato de aguas bravas» en los juegos olímpicos de Barcelona-92, ¿recuerdan?). Pues allí, en aquel maravilloso lugar, alfombrado de césped y poblado de árboles, mientras su madre y yo instalábamos las tiendas, ellas se marcharon como siempre a dar una vuelta. Luego, al rato, aparecieron como pingüinos en el polo sur, tiritando y protestándonos «¡por qué no les habíamos avisado!», ya que se habían puesto los bañadores y, tan felices, se capuzaron en la piscina, a cuyos lados algunos alemanes o ingleses tomaban el sol como lagartijas, resultando estar el agua, en pleno Pirineo, como el granizo.

Y ya volviendo al viaje que tuvo «un color especial», fue el que hicimos a Sevilla, a ver la Feria de abril (¿hay algo más grande?). Cien kilómetros antes de llegar, no se podía sintonizar otra música en la radio del R-19, que no fuera de sevillanas. Sevilla bien pudo ser la capital del mundo, sobre todo cuando en los siglos XVI, XVII y XVIII, era puerto exclusivo de origen y destino de la «Flota de Indias» y cientos de galeones, protegidos por la Real Armada Española, arribaban cada dos años al puerto fluvial de esta ciudad con cargamentos que eran verdaderos tesoros (además de plata y oro, por supuesto), ya que a las riquezas los virreinatos españoles, se unían las que trasvasaban otros barcos españoles desde Manila, por la ruta del Pacífico. El comercio del mundo, alrededor del Globo, estaba dominado por España, y las grandes transacciones de riquísimas mercancías se realizaban en la Casa de la Contratación de Sevilla.

Sería sobre las doce del medio día, cuando llegamos a las inmediaciones del Parque de María Luisa, cuyos bancos se hallan alicatados con azulejos y refranes. Había por allí una oficina de información al turismo, un edificio pequeño, de estilo mudéjar, anexo a un jardicico vallado; me fui a preguntar y estaba cerrado, sin embargo, sobre el césped del jardín había un individuo tumbado, durmiendo la mona, junto a una botella de Tío Pepe. «Busquemos un camping», dijimos; y, cruzando el Puente del Alamillo, nos fuimos en dirección a Camas, de donde es el, aclamado y venerado por los sevillanos, «Faraón» (Curro Romero, torero con un arte que no se pued’aguantah, y que le tiene más miedo al toro que a una nube de piedra).

El de Camas estaba completo, así que dimos la vuelta y nos fuimos a otro en la carretera de Córdoba, según la guía que había comprado días antes del Pryca. No estaba mal y plantamos las tiendas en seguida para comer y dormir la siesta. Únicamente, que la valla del camping era la misma del aeropuerto sevillano de San Pablo y la pista de despegue acababa a no mucha distancia, de modo que los aviones pasaban sobre el camping con las ruedas fuera, tomando altura a toda potencia. Pero por lo visto había unos horarios en el tráfico aéreo y la salida de las aeronaves era a partir de las ocho de la mañana, no antes. Luego nos marchábamos a la ciudad por la Avenida de Kansas City (cosas de los sevillanos, el poner esos nombres) y no volvíamos hasta bien tarde de la noche.

En cada semáforo había un tipo vendiendo Winston, y en cada hueco de aparcar, un gorrilla. Dejamos el coche cerca del Puente de las Delicias y cruzamos por este a pie hacia el Real de la Feria. Todo tenía un color especial, y el aire estaba cuajado de música por sevillanas y de olor a caballos. Pudimos entrar a algunas casetas, donde se bailaba y corrían los finos de manzanilla que era un gusto. Mi hija Ana Sofía se había puesto un traje de sevillana y unos zapatos de tacón, que acabó con ellos en la mano.

©Joaquín Gómez Carrillo

 

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Cuentos del Rincón

Cuentos del Rincón es un proyecto de libro de cuentecillos en el cual he rescatado narraciones antiguas que provenían de la viva voz de la gente, y que estaban en riesgo de desaparición. Éstas corresponden a aquel tiempo en que por las noches, en las casas junto al fuego, cuando aún no existía la distracción de la radio ni el entoncemiento de la televisión, había que llenar las horas con historietas y chascarrillos, muchos con un fin didáctico y moralizante, pero todos quizá para evadirse de la cruda realidad.
Les anticipo aquí ocho de estos humildes "Cuentos del Rincón", que yo he fijado con la palabra escrita y puesto nombres a sus personajes, pero cuyo espíritu pertenece sólo al viento de la cultura:
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* Tres mil reales tengo en un cañar
* Zuro o maúro
* El testamento de Morinio Artéllez
* El hermano rico y el hermano pobre
* El labrador y el tejero
* La vaca del cura Chiquito
* La madre de los costales
* El grajo viejo
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Frases para la reflexión:

"SE CREYÓ LIBRE COMO UN PÁJARO, Y LUEGO SE SINTIÓ ALICAÍDO PORQUE NO PODÍA VOLAR"

"SE LAMÍA TANTO SUS PROPIAS HERIDAS, QUE SE LAS AGRANDABA"

"SI ALGUIEN ES CAPAZ DE MORIR POR UN IDEAL, POSIBLEMENTE SEA CAPAZ DE MATAR POR ÉL"

"SONRÍE SIEMPRE, PUES NUNCA SABES EN QUÉ MOMENTO SE VAN A ENAMORAR DE TI"

"SI HOY TE CREES CAPAZ DE HACER ALGO BUENO, HAZLO"

"NO SABÍA QUE ERA IMPOSIBLE Y LO HIZO"

"NO HAY PEOR FRACASO QUE EL NO HABERLO INTENTADO"